Por Marina Cavalletti
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Por Marina Cavalletti
Algunos afirman que la vida es mejor cara a cara, otros que es imposible la desconexión total y que es vital hallar un equilibrio.
“Tú dijiste adiós vía satélite, en una larguísima distancia”, decía el poeta cubano Rogelio Luis Nogueras en versos antiguos, pero actuales.
El autor, nacido en La Habana y fallecido en 1985, sin internet ni nada similar a la vista, probablemente ya sospechaba de la despersonalización que llegaría en un futuro no tan lejano.
Umberto Eco y diversos especialistas revisaron el tema. Y más allá de sus teorías, lo cierto es que la era digital llegó hace rato. Lo llamativo es que ahora
tiene claros detractores.
Las personas que le escapan al wifi y otras cuestiones son tantas que algunos especialistas ya los consideran una nueva tribu urbana. Son los “desconectados”: tienen entre 25 y 50 años, y regulan sus tiempos de conexión con redes sociales y otros dispositivos vinculados con internet.
Consideran que así ganan tiempo para cimentar relaciones más reales. Algunos incluso deciden cortar por lo sano y no utilizar ciertas aplicaciones como Whatsapp. ¿Qué se gana y qué se pierde al estar en línea o fuera de la red?
Nada personal
A fines de los 80, Gustavo Cerati cantaba en uno de los hits de Soda Stéreo: “Comunicación sin emoción”. ¿Será que a eso estamos asistiendo?, ¿será
que a eso se oponen los que deciden vivir su vida unpluged?
Según Ingrid Sarchman, Lic. en Ciencias de la Comunicación por la UBA, especialista en relaciones entre tecnología, sociedad y producciones artísticas, los desconectados, desde el sentido común, quedan por fuera de la construcción de sentidos sociales.
“Eso mismo que pasaba hace veinte años con los que no veían tele y el lunes no tenían tema de conversación en la oficina, debe reproducirse actualmente pero a otra escala”, detalló.
Y agregó: “En la actualidad los contenidos son tantos que estar desconectado puede significar no saber de muchas cosas (y no solo de los invitados al programa tal). La escala pasa de macro a micro. Pero también supongo que esos desconectados, cuando la razón no es económica (la imposibilidad de acceso a internet) o cultural (analfabetismo, por ejemplo) es una decisión sostenida en la idea de no formar parte del ruido cibernético. En un mundo donde la información analógica convive con la digital, tal vez, la decisión de mantenerse ‘desconectados’ dé lugar a un grupo social más reflexivo y crítico”, explicó.
“Nos guste o no, formar parte del tráfico cibernético instaura una velocidad que, en muchos casos, no da tiempo a pensar lo que se recibe. En el mundo
virtual se recibe y se emite sin, en muchos casos, chequear las fuentes. Además, sería una ilusión suponer que estos ‘desconectados’ podrían mantenerse por fuera de las sociedad actuales, aislados del todo”, afirmó la profesional.
¿Enredados en la red?
La tribu de los desconectados tiene diferentes grados y hábitos: se puede silenciar el teléfono o chequear redes tres veces por semana, pero también están los que drásticamente se alejan de la virtualidad, como en el caso de la actriz Calu Rivero, que desinstaló una aplicación y afirmó: “La vida
sin whatsapp es hermosa”.
El Tribuno quiso saber qué opinan otros usuarios. Así, la escritora María Neder relató: “No uso Instagram ni Twitter ni Whatsapp ni televisión ni teléfonos inteligentes, mi móvil es súper sencillo. Escribo en PC de escritorio, manuscribo todos los días, leo libros aunque el diario por internet. Ah! Vivo en Campo Quijano, generalmente voy a Salta city unos tres días por semana”.
Entre tanto, Julia Beatriz Navarro, subrayó: “No me dominan. Atiendo y los miro cuando quiero y puedo. A no ser que esté esperando algo especial. Si me olvido el celular, no me desespero, lo miro cuando vuelvo y respondo sólo lo más importante. Cuando salgo a eventos o a caminar o a misa, lo dejo. Es cuestión de no dejarse dominar”, recalcó.
Entre los sub-25, también hay desconectados: Cristián Pastor, de 22 años, rememoró: “Decidí estar sin celular porque me di cuenta de que pasaba mucho
tiempo conectado. Mientras estuve sin celular vi que esa situación tenía ventajas y desventajas. Entre las ventajas, mi madre y mi novia ya no estaban tan pendientes de ubicarme, también gastaba menos plata y no tenía miedo de andar en la calle y que me lo roben”, apunta.
“Entre las desventajas, siempre terminaba excluido porque mis amigos decían que se iban a juntar, pero después arreglaban la hora por el grupo de whatsapp... A veces iba a algún lado y no tenía con qué sacar fotos. Como tampoco veía tele, no me enteraba de nada. Y mi instituto muchas veces avisaba por Facebook que no iba a haber clases y yo iba y estaba cerrado el lugar. Así que volví a usarlo”, destacó este joven salteño.
La clave es encontrar el equilibrio con lo digital
Sobre esta nueva tribu urbana que alberga a los desconectados, en nuestro país parece cobijar solamente a desconectados parciales.
La psicóloga especialista en vínculos de pareja y autora de exitosos libros, Beatriz Goldberg, analizó: “Las redes sociales son una buena forma de conectarse para resolver rápido, si tienes un amigo en la otra punta del mundo le puedes mandar fotos o audios, compartir sensaciones en el momento que ocurren o simplemente contestar más tarde. Tienen muchas cosas positivas. Lo bueno es que el otro te puede contestar en el momento en que puede, cuando no está ocupado. También uno controla si el mensaje fue leído o no”, detalló la profesional.
Por otra parte, destacó: “Tal vez uno puede pasar el límite de ayudarse con la tecnología y ‘depender’ de una forma muy especial que genere angustia si
no recibimos respuesta al instante o no te da like. Es importante saber medir y aprovechar. No sentirse mal si el otro no contesta enseguida. Si uno puede prescindir de eso, es bueno”.
También recalcó: “Pertenecer a la tribu de los desconectados está bueno por un tiempo, pero después van a comenzar a estar out. Porque hoy en día
WhatsApp es lo que antes era tener teléfono”, sentenció la psicóloga.
Por otro lado, Esteban Carbonaro, profesor de comunicación graduado en la UBA y especialista en medios en la cultura digital, declaró: “Como docente de comunicación estoy expuesto a situaciones donde mis alumnos siempre están empleado su teléfono celular. Es difícil que lo guarden, que aprendan a comprender y a distinguir que hay momentos de clase y que hay momentos para usar el celular”, expresó el docente.
Agregó también: “Es difícil y raro ver casos de personas que se desconectan y aíslan. Me parece que, cada tanto, sí es necesaria una desintoxicación, poder juntarse con amigos y consensuar que el encuentro va a ser de diálogo y diversión. Creo que es necesario encontrar un justo equilibrio, generar espacios para estar cara a cara con el otro y no pendiente del celular o de lo que esté ocurriendo en internet”, afirmó el especialista.
Entender la libertad
Destacó, por otro lado, lo siguiente: “En una justa medida es bueno desconectarse, porque si no se genera una dependencia, se cuestiona si alguien vio un mensaje y no contestó.
El otro puede elegir no responder. Nos está costando entender que hay un espacio de libertad y el celular potencia el control sobre el otro. Eso se tiene que ir educando desde las primeras generaciones porque los nativos digitales tienen incorporado el celular y terminan naturalizando que todo es así. Entonces una reunión de trabajo, de clase o instancias formales terminan deslegitimados por el celular. Es importante pensar que el vínculo comunicacional es con el otro y es personal”, sintetizó el docente.
Reconectarse
Magu Teruel es otra de las tantas personas que en los últimos años eligió la desconexión.
Pero, debido a las exigencias de la vida actual y a la alta penetración de la tecnología en la vida cotidiana, debió tomar la decisión de retornar a la utilización del celular y de las redes sociales a través de la web.
“Hace una semana activé nuevamente el WhatsApp, pero fue principalmente por una cuestión laboral, que era la organización de un festival”, expresó.
Aunque todavía no sabe qué va a hacer de ahora en más.
“Todavía no sé si voy a desactivar esta aplicación o no cuando el evento termine. Es un misterio para mí, pero lo que puedo decir es que los dos años que
estuve sin WhatsApp no lo extrañé para nada. Al contrario, me sentí liberado por el hecho de no estar dependiendo de un dispositivo, de una pantalla y
todo lo que eso genera”, indicó.
Finalmente, el poeta Albin Láinez reveló también que es uno de los nuevos desconectados y contó las razones por las cuales decidió, de una buena vez, no volver a utilizar ningún celular.
“Lo usé un tiempo, cuando mis hijos me lo regalaron, luego lo quise cargar con tarjeta y parece que había tocado algo porque me la consumió ni bien puse la tarjeta. Así que dije: ‘Esto no es para mí’, y lo dejé para usarlo solamente como despertador”.