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Honor y gratitud a Vázquez y Castillo

Lunes, 29 de mayo de 2017 00:00

Corrían los últimos días de mayo de 1982. El joven piloto primer teniente José Daniel Vázquez sintió que la voz de su esposa por momento parecía perderse, allá a lo lejos en Mendoza. No sabía si era el temblor de su voz, o el ritmo de su corazón que empezaba a latir desordenadamente. Solo atinó a decir: "Estás bien", a la vez que escuchaba: "Es un varón, pesó casi 4 kilos y seguramente estará orgulloso de su padre". El piloto, pensó en esos momentos, qué lejos estaba su familia. La nostalgia, el recuerdo de sus seres queridos se convertían a veces en una compañía llena de nostalgia, en esos días en el sur de su "propia patria", aunque el frío era distinto. El objetivo gigantesco, tan inmenso como el portaaviones Invencible o Invincible, como le decían los ingleses.

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Corrían los últimos días de mayo de 1982. El joven piloto primer teniente José Daniel Vázquez sintió que la voz de su esposa por momento parecía perderse, allá a lo lejos en Mendoza. No sabía si era el temblor de su voz, o el ritmo de su corazón que empezaba a latir desordenadamente. Solo atinó a decir: "Estás bien", a la vez que escuchaba: "Es un varón, pesó casi 4 kilos y seguramente estará orgulloso de su padre". El piloto, pensó en esos momentos, qué lejos estaba su familia. La nostalgia, el recuerdo de sus seres queridos se convertían a veces en una compañía llena de nostalgia, en esos días en el sur de su "propia patria", aunque el frío era distinto. El objetivo gigantesco, tan inmenso como el portaaviones Invencible o Invincible, como le decían los ingleses.

El comandante del escuadrón de los A-4C (aviones Skyhawk) de la Fuerza Aérea reunió en su despacho a todos los jefes de escuadrillas, para hacerles conocer la existencia de la misión contra el portaaviones británico. Cuando el comandante finalizó, hizo un breve silencio: pausadamente, sin poder ocultar la emoción propia por el momento que estaba viviendo, preguntó quiénes deseaban, voluntariamente, tomar parte en el ataque. Un nuevo silencio envolvió a los presentes. "Señor, solicito autorización para participar". El primer teniente Ernesto Rubén Ureta se había puesto de pie. Casi al mismo tiempo se levantó el primer teniente José Vázquez: "Señor yo también quiero ir".

"Bien -respondió el comandante-. Ustedes designarán a los otros dos pilotos". Así lo hicieron. Entre los restantes oficiales del escuadrón eligieron al primer tte. Omar Jesús Castillo y al alférez Gerardo Guillermo Isaac. Junto a los pilotos de los dos Súper Etendardt de la Marina, Alejandro Francisco (disparó el último exocet) y Luis Collavino (guió el radar), realizaron la misión más riesgosa y audaz durante la guerra por Malvinas, considerada la más significativa en su tipo desde la Segunda Guerra Mundial, atacar el buque insignia de los ingleses. Después del ataque, nunca reconocido por los ingleses, la historia del conflicto muestra lo contrario. El portaviones abandonó la zona de Malvinas el 18 de junio, acompañado por la fragata Andromeda. Destino: un astillero donde los daños fueron reparados. Después el silencio.

En el sorpresivo ataque, el hoy comodoro retirado Gerardo Isaac recuerda con emoción a Vázquez y Castillo, abatidos en el ataque. A partir de ese día, el 30 de mayo entró en la his toria grande de la Patria, al igual que los valientes pilotos José Vázquez (que no pudo conocer a su hijo) y Je sús Castillo.

 

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