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Hijos de inmigrantes con historias y vuelta a la tierra que los vio nacer

La familia Katz, una de las más reconocidas en la ciudad norteña, recordó el pasado de los padres inmigrantes, tan similar a cientos de historias de quienes llegaron a la Argentina en el siglo XX.
Domingo, 18 de junio de 2017 00:00

"Me llamo Salomón, pero me dicen Pocho. El apodo me lo puso mi madre en honor a un médico de la Standard Oil que me salvó la vida en el año 1943, a pocos meses de haber nacido. Me enfermé de una fiebre estival porque el agua que se consumía en Tartagal venía en los vagones del tren. La gente de la petrolera estadounidense tenía equipos de última generación para purificar el agua y gracias a que ese doctor le dio a mi mamá agua segura, más otras medicaciones, me curé. Y por él me dicen Pocho".

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"Me llamo Salomón, pero me dicen Pocho. El apodo me lo puso mi madre en honor a un médico de la Standard Oil que me salvó la vida en el año 1943, a pocos meses de haber nacido. Me enfermé de una fiebre estival porque el agua que se consumía en Tartagal venía en los vagones del tren. La gente de la petrolera estadounidense tenía equipos de última generación para purificar el agua y gracias a que ese doctor le dio a mi mamá agua segura, más otras medicaciones, me curé. Y por él me dicen Pocho".

Así desanda sus recuerdos el tartagalense Salomón Héctor Katz quien, después de largos 67 años que había dejado el norte, regresó por esa necesidad tan propia de los hombres de reencontrarse con sus afectos, con sus raíces, con el lugar que los vio nacer; una forma de completar un círculo virtuoso para seguir transitando el camino que aún queda por recorrer.

Salomón es abogado, vivió muchos de sus años de juventud en Nueva York y en Connecticut (Estados Unidos), fue docente universitario de la UBA y el 13 de junio pasado, cuando los tartagalenses celebraban un año más de la fundación del pueblo y honraban a San Antonio, el destino quiso que este hijo del inmigrante lituano Guillermo Katz, quien con sus dos hermanos menores Yeizel y José llegaron cuando los pueblos del norte eran solo un caserío, estuviera de nuevo en Tartagal.

El recuerdo de la infancia

La última vez que había transitado las callecitas del pueblo tenía 6 años, cuando su padre lo trajo para quedarse un mes con Sara, otra de sus tías, casada con Gregorio Barón, el fundador de la Asociación Gauchos de Gemes de Tartagal y quien impulsó la adquisición del monumento al héroe gaucho que hoy engalana el centro de la ciudad. Ahí es donde precisamente los tartagalenses se reunieron el martes pasado para celebrar el 93§ aniversario de la fundación institucional de la ciudad, ya que en realidad los años de historia de esta comunidad son muchos más.

Salomón cuenta las razones por las que después de tantos años regresó: "Tengo mi estudio jurídico en la zona de Tribunales en la Ciudad de Buenos Aires y suelo ir a tomar un café a una confitería donde siempre me atiende el mismo mozo, que es tartagalense. Él es de venir a su pago cada vez que puede y un día, de regreso de sus vacaciones, me estaba esperando. "Doctor, tengo una sorpresa para usted', me dijo y me mostró un ejemplar del diario El Tribuno. En una separata se publicó la inauguración de un nuevo local de la familia Katz y allí relataba la historia de mi familia y el nombre de mis padres. Vi cómo había cambiado todo y recordé que la última vez que vine, el camión aguatero pasaba a las 6 de la tarde regando para que no se levantara tanto polvo, y surgieron en mí tantos otros buenos recuerdos. Eso me movilizó, le saqué un montón de copias a esa separata, la repartí por todos lados y le mandé un mail a mi primo, Ernesto Katz, que trabaja y vive en Tartagal, lo llamé por teléfono y así volvimos a reencontrarnos".

El primero en llegar

Su padre, Guillermo Katz, perdura en la memoria de los viejos pobladores, quizás menos que sus dos hermanos, Yeizel y José, que permanecieron por años en Tartagal. Era propietario de Casa Adela, uno de esos típicos almacenes de ramos generales de mediados del siglo XX donde se encontraba todo lo que en aquellos tiempos se necesitaba para vivir: alimentos, prendas de vestir y herramientas de trabajo, básicamente, porque en torno al trabajo se desarrollaba la vida de quienes habitaban los pueblos de entonces.

Casa Adela -nombre de la esposa de Guillermo y madre de Salomón- estaba ubicada en las actuales esquinas de San Martín y Rivadavia, en una propiedad de la familia Milanesi.

Guillermo, Yeizel y José eran los tres hombres de la familia Katz, conformada además por otras cinco mujeres. Los 8 hermanos eran los hijos de Meir y Malkele ("Muñequita", en la traducción literal del lituano).

La familia había llegado a Buenos Aires desde Europa del este, Lituania más precisamente, en los característicos viajes en barco que demandaban varias semanas, y se instalaron en lo que hoy es el barrio de La Paternal, a pocas cuadras de la avenida Juan B. Justo. "Eran esas típicas casas porteñas llamadas "chorizo'. Adelante tenía un gallinero, seguía con un pasillo y una galería con las habitaciones, la primera de las cuales era el comedor donde se reunía toda la familia", dice Salomón.

Pero la responsabilidad de su padre Guillermo, aunque no era el mayor cronológicamente, era como la de los primogénitos y seguramente con ese estatus decidió buscar nuevos horizontes para él y para el hermano o los hermanos que quisieran seguirlo. Cuando llegó al norte no lo hizo como vendedor ambulante o comerciante, sino con el oficio de fotógrafo y Salomón lo recuerda: "Tomaba las imágenes con máquinas apoyadas sobre un trípode, provistas de un gran cajón con una manga negra, pero debía terminarlas a mano para darles color porque eran solo en blanco y negro".

Afirma que su padre "era un soñador, un bohemio; le gustaba descubrir qué cosas había en el mundo y así se vino a conocer esta parte del país. Todo indica que quedó prendado de Tartagal y de toda la región. Así fue cómo primero lo trajo a su hermano menor Yeizel y después llegó José, pero eran unos muchachos realmente emprendedores".

Recuerda que pasados algunos años, Adela "le planteó a mi padre que quería volverse a Buenos Aires. Al regresar a la gran ciudad, se instalaron también en La Paternal. Mi padre siguió viajando porque su negocio en Tartagal y otro que tenía en Salvador Mazza seguían funcionando. Iba y volvía y de esa manera transcurrieron muchos años".

Salomón y su primo, Ernesto Katz, con El Tribuno

 

En el recuerdo de Salomón aparecen Bernardo y Jaime, dos primos que se instalaron en Salvador Mazza. "Hasta entonces, el trabajo de mi padre era para vivir dignamente, pero no para crecer. Pero con estos dos muchachos todo cambió porque se transformaron en proveedores de YPF e YPFB. Las compras se hacían en Buenos Aires, las cargaban en el ferrocarril y así la economía para la familia fue mejorando. Las importaciones fue otra de las actividades que mi padre realizaba ya instalado en Buenos Aires, pero su bohemia lo llevó a incursionar en otra actividad y recaló en la minería con un socio boliviano de apellido Mamaní. Ambos encontraron antimonio y baritina en un área de Jujuy que se utilizaba para la fabricación de trépanos, actividad a la que le dedicó muchos años. Esto le demandaba vivir en campamentos, en las montañas, en una zona muy difícil donde solo podían permanecer quienes estaban adaptados a esa geografía".

Salomón recuerda que su padre, "a diferencia de su hermano Yeizel (que con sus hijos fundó una cadena de comercios de electrodomésticos en Salta y Jujuy) viajó muchísimo porque era un trotamundos. Había ido varias veces a Estados Unidos y visitó diferentes países de Europa. Ya instalado en Buenos Aires siempre buscaba hacer algún negocio que lo trajera de nuevo al norte".

Salomón aún hoy se pregunta qué es lo que cautivó tanto a su padre para volver una y otra vez y morir en el norte -sus restos descansan en la ciudad de Salta donde vivió sus últimos años-. Y quizás en su propia llegada a Tartagal el día en que la ciudad se vestía de fiesta, que afloraba la devoción de los norteños, esté la respuesta que aún se hace Salomón, el hijo de Guillermo, el nieto de Meir.

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