“Un fracasado es un hombre que ha cometido un error y que no es capaz de convertirlo en experiencia”, sentenciaba Hubrard. Y esto es justamente lo que debe hacer el miércoles Gimnasia y Tiro -que pagó caro un desacierto puntual a la hora de marcar en el inicio del partido de ida con Cipolletti en Río Negro-, cuando ya no le queda margen para equivocarse.
Y hay desaciertos que duelen el doble, sobre todo cuando el panorama no es fácil (ganar como mínimo por dos goles de diferencia para meterse en semifinales) y cuando un equipo no es superado en fútbol ni en jerarquía por su rival en una cancha impresentable que confabuló en contra, como pasó con Gimnasia, que hizo los méritos necesarios como para subsanarlo y marcharse del sur con un empate en los bolsillos.
El albo no solo está obligado a dar vuelta la serie en 90 minutos; también en ese lapso debe torcer el rumbo de los cuestionamientos y las críticas: por los errores sistemáticos en instancias definitorias, por la impericia para capitalizar las situaciones que genera, por los planteos, a veces, indescifrables de su entrenador y por las variantes que realiza.
Con el resultado puesto y el “diario del lunes” quedó en evidencia que no fue un acierto utilizar a Osvaldo Young como volante por derecha, como así también la conformación del plantel que viajó a Cipolletti y que desnudó la escasez de variantes en momentos en los que se necesitaban refrescos acertados en el banco ante la adversidad del resultado.
Sin embargo, Gimnasia aún tiene chances reales y tangibles de clasificar: por la capacidad del plantel, porque el contrincante no demostró ser superior al albo en los primeros 90 minutos y también porque tiene un DT inteligente y con experiencia como Botella, que seguramente sabrá detectar sus yerros para mejorar y acertar a la hora de las decisiones.
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“Un fracasado es un hombre que ha cometido un error y que no es capaz de convertirlo en experiencia”, sentenciaba Hubrard. Y esto es justamente lo que debe hacer el miércoles Gimnasia y Tiro -que pagó caro un desacierto puntual a la hora de marcar en el inicio del partido de ida con Cipolletti en Río Negro-, cuando ya no le queda margen para equivocarse.
Y hay desaciertos que duelen el doble, sobre todo cuando el panorama no es fácil (ganar como mínimo por dos goles de diferencia para meterse en semifinales) y cuando un equipo no es superado en fútbol ni en jerarquía por su rival en una cancha impresentable que confabuló en contra, como pasó con Gimnasia, que hizo los méritos necesarios como para subsanarlo y marcharse del sur con un empate en los bolsillos.
El albo no solo está obligado a dar vuelta la serie en 90 minutos; también en ese lapso debe torcer el rumbo de los cuestionamientos y las críticas: por los errores sistemáticos en instancias definitorias, por la impericia para capitalizar las situaciones que genera, por los planteos, a veces, indescifrables de su entrenador y por las variantes que realiza.
Con el resultado puesto y el “diario del lunes” quedó en evidencia que no fue un acierto utilizar a Osvaldo Young como volante por derecha, como así también la conformación del plantel que viajó a Cipolletti y que desnudó la escasez de variantes en momentos en los que se necesitaban refrescos acertados en el banco ante la adversidad del resultado.
Sin embargo, Gimnasia aún tiene chances reales y tangibles de clasificar: por la capacidad del plantel, porque el contrincante no demostró ser superior al albo en los primeros 90 minutos y también porque tiene un DT inteligente y con experiencia como Botella, que seguramente sabrá detectar sus yerros para mejorar y acertar a la hora de las decisiones.