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“Yo, Daniel Blake”: el indefenso con el Estado

El último drama social de Ken Loach llegó a las pantallas locales con una historia con la solidaridad como protagonista. 
Jueves, 22 de junio de 2017 16:51

El cineasta británico Ken Loach está desde hoy en salas locales con “Yo, Daniel Blake”, un poderoso drama sobre un carpintero que queda desocupado y enredado en una sinuosa burocracia estatal tras trabajar toda su vida, con el que ganó la Palma de Oro en Cannes 2016 y en el que advierte sobre el valor de la solidaridad humana.
Con un estilo sencillo y directo, cercano al cine documental, Loach sigue los pasos de Daniel Blake (magistralmente interpretado por Dave Johns), que acaba de quedarse sin trabajo a los 60 años luego de sufrir un ataque cardíaco y ahora, para seguir cobrando el seguro social mientras busca un nuevo empleo, debe lidiar con la apatía y la falta de comprensión de los burócratas de turno, que le hacen la vida imposible con encuestas, formularios y exámenes de todo tipo sin nunca resolver sus problemas.
En esa maraña de llamados sin respuestas, de obstáculos y maltratos permanentes, Loach encuentra sin embargo -a través de su protagonista- pequeños resquicios de humanidad en sus vecinos, en una joven madre soltera que hace lo imposible para alimentar a sus dos hijos, en algunos desconocidos o incluso en una empleada del servicio social donde asiste, que se expone frente a sus jefes para poder ayudarlo.
Ganadora de la Palma de Oro en 2016, además del Premio del Público en San Sebastián, “I, Daniel Blake” (tal su título original) se convirtió en una de las películas británicas más importantes de los últimos años, con varias nominaciones a los Premios Bafta y a los Premios del Cine Europeo, una candidatura como mejor película europea de los premios Goya, otra como mejor película extranjera a los premios César, y el premio David di Donatello al mejor filme de la Unión Europea.
Si bien peca de cierta ingenuidad y hasta cae en algunos pequeños golpes bajos, la nueva película del autor de “Kes” (1969), “Riff-Raff” (1990), “Tierra y libertad” (1995) y “El viento que acaricia el prado” (2006), entre otras grandes películas en las que exhibe un fuerte compromiso social y político, pone de relieve el valor de la solidaridad humana, y de pequeños gestos de humanidad y colaboración frente a gobiernos cada vez más indiferentes.
</SUBTITULO>Ken Loach, un crítico social
Conocido por su estilo de realismo social y temática socialista ligados a su militancia trotskista, Loach expone los problemas actuales de las personas excluidas, las víctimas de las políticas neoliberales y de libre mercado tan extendidas en el mundo, que enfrentan la desigualdad y la indiferencia en una sociedad cada vez más anestesiada e individualista.
En ese sentido, con una narración clásica y transparente sobre un ciudadano común, sin mayores particularidades que su hombría de bien y su conciencia social, Loach traza un panorama triste y ominoso de la vida cotidiana de los millones de británicos que acuden diariamente a las oficinas de ayuda social con la esperanza de ser ayudados y protegidos.
Pero lejos de aliviar las vicisitudes provocadas por el desempleo, las enfermedades, el hambre o el desahucio, el sistema les impone a sus víctimas exigencias sin sentido y amenazas de sanciones bajo la estricta vigilancia de los burócratas de turno, personas iguales a ellos que, lejos de guiarlos y ayudarlos, buscan permanentemente desanimarlos y llevarlos a renunciar a sus derechos más básicos.

 

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El cineasta británico Ken Loach está desde hoy en salas locales con “Yo, Daniel Blake”, un poderoso drama sobre un carpintero que queda desocupado y enredado en una sinuosa burocracia estatal tras trabajar toda su vida, con el que ganó la Palma de Oro en Cannes 2016 y en el que advierte sobre el valor de la solidaridad humana.
Con un estilo sencillo y directo, cercano al cine documental, Loach sigue los pasos de Daniel Blake (magistralmente interpretado por Dave Johns), que acaba de quedarse sin trabajo a los 60 años luego de sufrir un ataque cardíaco y ahora, para seguir cobrando el seguro social mientras busca un nuevo empleo, debe lidiar con la apatía y la falta de comprensión de los burócratas de turno, que le hacen la vida imposible con encuestas, formularios y exámenes de todo tipo sin nunca resolver sus problemas.
En esa maraña de llamados sin respuestas, de obstáculos y maltratos permanentes, Loach encuentra sin embargo -a través de su protagonista- pequeños resquicios de humanidad en sus vecinos, en una joven madre soltera que hace lo imposible para alimentar a sus dos hijos, en algunos desconocidos o incluso en una empleada del servicio social donde asiste, que se expone frente a sus jefes para poder ayudarlo.
Ganadora de la Palma de Oro en 2016, además del Premio del Público en San Sebastián, “I, Daniel Blake” (tal su título original) se convirtió en una de las películas británicas más importantes de los últimos años, con varias nominaciones a los Premios Bafta y a los Premios del Cine Europeo, una candidatura como mejor película europea de los premios Goya, otra como mejor película extranjera a los premios César, y el premio David di Donatello al mejor filme de la Unión Europea.
Si bien peca de cierta ingenuidad y hasta cae en algunos pequeños golpes bajos, la nueva película del autor de “Kes” (1969), “Riff-Raff” (1990), “Tierra y libertad” (1995) y “El viento que acaricia el prado” (2006), entre otras grandes películas en las que exhibe un fuerte compromiso social y político, pone de relieve el valor de la solidaridad humana, y de pequeños gestos de humanidad y colaboración frente a gobiernos cada vez más indiferentes.
</SUBTITULO>Ken Loach, un crítico social
Conocido por su estilo de realismo social y temática socialista ligados a su militancia trotskista, Loach expone los problemas actuales de las personas excluidas, las víctimas de las políticas neoliberales y de libre mercado tan extendidas en el mundo, que enfrentan la desigualdad y la indiferencia en una sociedad cada vez más anestesiada e individualista.
En ese sentido, con una narración clásica y transparente sobre un ciudadano común, sin mayores particularidades que su hombría de bien y su conciencia social, Loach traza un panorama triste y ominoso de la vida cotidiana de los millones de británicos que acuden diariamente a las oficinas de ayuda social con la esperanza de ser ayudados y protegidos.
Pero lejos de aliviar las vicisitudes provocadas por el desempleo, las enfermedades, el hambre o el desahucio, el sistema les impone a sus víctimas exigencias sin sentido y amenazas de sanciones bajo la estricta vigilancia de los burócratas de turno, personas iguales a ellos que, lejos de guiarlos y ayudarlos, buscan permanentemente desanimarlos y llevarlos a renunciar a sus derechos más básicos.

 

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