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Cuando el fútbol vuelve a pegarnos un "sopapo" de realidad

Jueves, 22 de junio de 2017 23:52

Es demasiado facil encasillar o reducir todo un proceso a aquel incómodo e hiriente vocablo de siete letras que cíclicamente se repite al final de cada temporada en Salta. La simplista y reduccionista palabra “fracaso” se aplica reiteradamente en la provincia para explicar los “no ascensos” anuales de los equipos de la ciudad en sus respectivas categorías, cuando salir campeón parecería ser la única opción permitida y la última alcanzada, la obligación y la presión asfixiante que emana del público futbolero que desde hace tiempo manifestó su hastío tras años, décadas y lustros de frustraciones. 
Los ídolos de la dorada e inolvidable década del ‘90 en Gimnasia y Tiro, los héroes del ascenso en Cipolletti, como así también los sobrevivientes del récord de 44 partidos invictos de Juventud Antoniana y las leyendas de Central Norte en los viejos regionales, hoy, a la distancia, son venerados como dioses irrepetibles y puntos de referencia constante, cuyas figuras se agigantaron con el tiempo y las decepciones acumuladas. Con el mismo afán, las pequeñas “joyas” del fútbol contemporáneo son excesivamente ensalzadas con apenas dos o tres buenos partidos cuando la ilusión vuelve a encenderse, por la extrema necesidad de levantar ídolos donde no los hay y ante tanta aridez, vacío y carencia de referentes posmodernos.
Sin embargo, resulta liviano, estigmatizante y carente de análisis rotular como “fracaso” a la frustración de Gimnasia en el último torneo Federal A. Porque si de analizar se trata, hay ingredientes de cal y de arena, polos positivos y negativos, rasgos que merecen tener continuidad y mejorarse y otros tantos que deberían desterrarse.
A la hora de desmenuzar el compendio de responsabilidades de las tres patas de esta estructura: dirigencia, cuerpo técnico y futbolistas, podemos decir que la directiva del albo apostó y se las jugó por este equipo. Y luchó hasta donde se pudo con el fantasma de la crisis económica y haciendo malabares para generar los recursos necesarios en coyuntura de paros y descontentos a nivel nacional, para costear un torneo deficitario y tener relativamente al día al plantel, incluyendo premios por la clasificación en su alforja de esfuerzos.
Sin embargo, pese a lo loable de la apuesta de mantener un plantel precedido por una prematura eliminación en el ciclo anterior, también se equivocó en la elección de determinados jugadores y permitió en su momento que se desmantele del plantel superior a un buen grupo de futbolistas canteranos.
El entrenador Duilio Botella, por su parte, agarró un plantel armado y con jerarquía, pero que en el camino fue desnudando su estrechez de variantes. Le imprimió al albo una impronta positiva, una mentalidad ganadora y una fisonomía ofensiva acorde a la exigencia de algunos paladares. Así, llegó a ganar un nonagonal de punta a punta. Pero en las instancias finales, cuando había que sacar un plus, cuando las papas quemaban, la elección de futbolistas y los esquemas no fue la más afortunada. Y redujo al mínimo la influencia de los recursos genuinos del club en el sprint final. Sin embargo, a la hora de darle la derecha a un técnico que merece una nueva oportunidad para armar el plantel desde cero, es necesario remarcar que bajo su tutela el albo nunca perdió en condición de local, que la fortuna no lo acompañó, que una definición por penales muchas veces direcciona el sentido de las críticas y que los malos arbitrajes de Lobo Medina (en dos oportunidades) y Adrián Franklin confabularon en su contra.
Sin embargo, Gimnasia, por su historia y su necesidad no puede darse el lujo de tener a un DT sin ganas de seguir, cuando Botella ya había manifestado su sensación de cansancio tras la derrota con Agropecuario.
Los jugadores, por su parte, fueron los artífices de una campaña impecable desde el fútbol y los números en las dos primeras ruedas del campeonato; pero como contrapartida, les pesó la instancia final, la efervescencia, el mote de candidatos y no estuvieron a la altura cuando debían demostrar la estirpe de campeón que se les pedía. Quizás porque llegaron hasta donde sus fuerzas les permitían y dieron todo lo que tenían. Y quizás tras aquella victoria ante Mitre en Santiago del Estero el albo había llegado a su techo, era lo que había, no tenía demasiado para seguir ofrenciendo y la eliminación en cuartos de final nos asestó un sopapo de realidad, como para frenar tanta ilusión generada.

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Es demasiado facil encasillar o reducir todo un proceso a aquel incómodo e hiriente vocablo de siete letras que cíclicamente se repite al final de cada temporada en Salta. La simplista y reduccionista palabra “fracaso” se aplica reiteradamente en la provincia para explicar los “no ascensos” anuales de los equipos de la ciudad en sus respectivas categorías, cuando salir campeón parecería ser la única opción permitida y la última alcanzada, la obligación y la presión asfixiante que emana del público futbolero que desde hace tiempo manifestó su hastío tras años, décadas y lustros de frustraciones. 
Los ídolos de la dorada e inolvidable década del ‘90 en Gimnasia y Tiro, los héroes del ascenso en Cipolletti, como así también los sobrevivientes del récord de 44 partidos invictos de Juventud Antoniana y las leyendas de Central Norte en los viejos regionales, hoy, a la distancia, son venerados como dioses irrepetibles y puntos de referencia constante, cuyas figuras se agigantaron con el tiempo y las decepciones acumuladas. Con el mismo afán, las pequeñas “joyas” del fútbol contemporáneo son excesivamente ensalzadas con apenas dos o tres buenos partidos cuando la ilusión vuelve a encenderse, por la extrema necesidad de levantar ídolos donde no los hay y ante tanta aridez, vacío y carencia de referentes posmodernos.
Sin embargo, resulta liviano, estigmatizante y carente de análisis rotular como “fracaso” a la frustración de Gimnasia en el último torneo Federal A. Porque si de analizar se trata, hay ingredientes de cal y de arena, polos positivos y negativos, rasgos que merecen tener continuidad y mejorarse y otros tantos que deberían desterrarse.
A la hora de desmenuzar el compendio de responsabilidades de las tres patas de esta estructura: dirigencia, cuerpo técnico y futbolistas, podemos decir que la directiva del albo apostó y se las jugó por este equipo. Y luchó hasta donde se pudo con el fantasma de la crisis económica y haciendo malabares para generar los recursos necesarios en coyuntura de paros y descontentos a nivel nacional, para costear un torneo deficitario y tener relativamente al día al plantel, incluyendo premios por la clasificación en su alforja de esfuerzos.
Sin embargo, pese a lo loable de la apuesta de mantener un plantel precedido por una prematura eliminación en el ciclo anterior, también se equivocó en la elección de determinados jugadores y permitió en su momento que se desmantele del plantel superior a un buen grupo de futbolistas canteranos.
El entrenador Duilio Botella, por su parte, agarró un plantel armado y con jerarquía, pero que en el camino fue desnudando su estrechez de variantes. Le imprimió al albo una impronta positiva, una mentalidad ganadora y una fisonomía ofensiva acorde a la exigencia de algunos paladares. Así, llegó a ganar un nonagonal de punta a punta. Pero en las instancias finales, cuando había que sacar un plus, cuando las papas quemaban, la elección de futbolistas y los esquemas no fue la más afortunada. Y redujo al mínimo la influencia de los recursos genuinos del club en el sprint final. Sin embargo, a la hora de darle la derecha a un técnico que merece una nueva oportunidad para armar el plantel desde cero, es necesario remarcar que bajo su tutela el albo nunca perdió en condición de local, que la fortuna no lo acompañó, que una definición por penales muchas veces direcciona el sentido de las críticas y que los malos arbitrajes de Lobo Medina (en dos oportunidades) y Adrián Franklin confabularon en su contra.
Sin embargo, Gimnasia, por su historia y su necesidad no puede darse el lujo de tener a un DT sin ganas de seguir, cuando Botella ya había manifestado su sensación de cansancio tras la derrota con Agropecuario.
Los jugadores, por su parte, fueron los artífices de una campaña impecable desde el fútbol y los números en las dos primeras ruedas del campeonato; pero como contrapartida, les pesó la instancia final, la efervescencia, el mote de candidatos y no estuvieron a la altura cuando debían demostrar la estirpe de campeón que se les pedía. Quizás porque llegaron hasta donde sus fuerzas les permitían y dieron todo lo que tenían. Y quizás tras aquella victoria ante Mitre en Santiago del Estero el albo había llegado a su techo, era lo que había, no tenía demasiado para seguir ofrenciendo y la eliminación en cuartos de final nos asestó un sopapo de realidad, como para frenar tanta ilusión generada.

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