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Evaluación: la otra cara de la grieta

Viernes, 23 de junio de 2017 21:00

En fecha reciente, tomamos conocimiento a través de las páginas de El Tribuno que el Ministerio de Educación de la Nación dio a conocer a través de Internet, los resultados de la evaluación Aprender, operativo que se concretó en el período lectivo 2016.

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En fecha reciente, tomamos conocimiento a través de las páginas de El Tribuno que el Ministerio de Educación de la Nación dio a conocer a través de Internet, los resultados de la evaluación Aprender, operativo que se concretó en el período lectivo 2016.

No asombra que la brecha entre educación pública y privada siga vigente. No constituye ninguna novedad que los resultados cuantitativos que arroja la evaluación, nos informe que nuestros educandos de las instituciones estatales, están por debajo de sus pares que concurren a establecimientos privados.

Pero más allá del análisis cuantitativo, la señora subsecretaria de Calidad Educativa, Lic. Miriam Goldzier, nos aproxima al análisis cualitativo de esta desafortunada noticia, reconociendo el contexto de vulnerabilidad en el que está inserta la educación pública.

La deuda interna

Una serie de factores inciden para que los niños y jóvenes no se apropien de los contenidos mínimos que les permitiría sortear con felicidad esta evaluación de calidad.

Entre ellos se podrían explicitar: no siempre las escuelas cuentan con aulas espaciosas, iluminadas y aptas para que el docente pueda aplicar estrategias variadas y acordes con los requerimientos pedagógicos actuales. Aún quedan establecimientos con ambientes mal ventilados y pequeños en los que el alumno y el docente carecen de espacio y de libertad de movimientos. No siempre el aula tiene una ventana a través de la cual se pueda ver el cielo. No siempre hay laboratorio, sala de usos múltiples, playón deportivo, baños adecuados, etcétera.

Una enorme cantidad de alumnos no tienen en sus hogares un lugar apropiado para el estudio, mucho menos libros, enciclopedias o diccionarios. Tampoco acceso a modernas tecnologías. Muchos de nuestros jóvenes habitan en viviendas indignas en las que el frío, el calor, la inundación, la falta de energía eléctrica, agua potable, cloacas, gas, resta posibilidades para la concreción de sus tareas domiciliarias, y constituyen factores que obran en contra del desarrollo de aprendizajes potentes.

No siempre las familias poseen una vivienda. A veces la realidad es el hacinamiento, cohabitando sus miembros con una parentela variada. El hacinamiento adquiere un doble carácter: es tanto doméstico como escolar.

No siempre los alumnos pueden realizar cuatro comidas al día.

¿Cómo pretender óptimos resultados con una juventud que está subalimentada desde el vientre materno? No es posible educar cuando el estudiante tiene hambre o está desnutrido.

En muchos casos el aporte del comedor escolar es el único alimento en la jornada. Muchos escolares tienen padres desempleados, o empleados en negro y quienes trabajan, perciben salarios que son insuficientes para cubrir las necesidades básicas del grupo familiar, en un tiempo en el que el proceso inflacionario fagocita instantáneamente los magros aumentos salariares.

Resultante de una alimentación deficiente, es que el alumno no está saludable. No siempre los alumnos están suficientemente abrigados.

Con todo en contra

En un estado que posee un tercio de la población en la pobreza (si consideramos los informes del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina) no es ilógico pensar que la educación también está en situación de indigencia.

No siempre los jóvenes disponen del tiempo domiciliario para reforzar sus aprendizajes. Muchos de ellos han de colaborar en las labores de sus padres o hacerse cargo de la familia, de su servicio y de la vivienda. Particularmente, en el turno vespertino, un alto porcentaje de estudiantes trabajan, por escasa paga, pero esas labores proporcionan unas monedas para colaborar con el sostenimiento del grupo familiar. Por ello, es que no existe la posibilidad de disponer de un tiempo complementario para el afianzamiento de los contenidos. Toda perspectiva de apropiación de saberes queda limitada al tiempo escolar.

No siempre nuestros educandos tienen papá y mamá. Los nuevos formatos familiares no siempre son integradores y contenedores para los menores. Estos no siempre tienen la guía apropiada para sostener la labor áulica.

Se cierne sobre la escuela de nuestro tiempo el flagelo del narcotráfico, con la secuela de la anulación de la voluntad de niños y jóvenes y el cercenamiento de la posibilidad de ilustración que les permita construir un mañana mejor. La escuela tiene escasas herramientas para enfrentar a tan potente enemigo, enquistado en las entrañas de las fuerzas de poder.

Déficit del sistema

No siempre el estudiante tiene clases. Una sucesión de paros lo deja sumido en la noche de la ignorancia. No se pone en duda aquí la validez de los reclamos docentes, pero el resultado final, es siempre la pérdida de aprendizajes de los alumnos, aunque se declare que ellos serán recuperados. Promesas falsas que luego las cifras de las evaluaciones desmienten.

También atenta contra el normal dictado de clases el intrincado sistema de cobertura de vacantes, que ha de realizarse necesariamente por cuadro de méritos. Un requerimiento legal de alta sofisticación burocrática que deviene generalmente, en larga demora en la designación de interinos o suplentes. Un trámite que Alighieri lo hubiera colocado en el cuarto círculo del purgatorio, un recorrido no apto para directivos impacientes. Así también, muchas veces los docentes incurren en demasiadas inasistencias.

Tampoco existe el acceso a la docencia por concurso. La férrea negativa de los gremios docentes a la instancia de evaluación, no permite visualizar cuales son los aspectos en los que se deben aplicar los correctivos necesarios.

La evaluación a los docentes en su totalidad, debiera ser permanente y formar parte de los proyectos educativos institucionales y de la cultura institucional. No siempre los docentes poseen una sólida formación para enseñar.

La solución: un azaroso camino 

La solución a la problemática escolar que se visualiza cada vez que la ciudadanía accede a los resultados de sus evaluaciones de calidad no se puede proporcionar solo desde los organismos técnicos del Ministerio de Educación, o desde la buena disposición de directivos, docentes y padres de los alumnos. La solución es multidimensional. Es necesario poner en ejecución políticas públicas que reactiven el aparato productivo, es imprescindible que los padres de familia accedan al trabajo genuino, que les permita allegar recursos suficientes a sus hogares, en especial, asegurar una alimentación óptima.

Es necesario dotar a la población de viviendas dignas en las que los jóvenes puedan descansar apropiadamente y estudiar con comodidad. Ello requiere de inversiones en diversos servicios públicos y en una densa obra pública en los barrios periféricos y particularmente en las zonas rurales.

Sin reactivación económica no es posible una mejora de los aprendizajes escolares. Una economía dinámica es el móvil de la cultura del trabajo y de la cultura del esfuerzo. Los educandos necesitan saber que la escuela les proporciona herramientas para insertarse en el mundo laboral. Por otra parte, el acceso al trabajo no se genera en un contexto de inactividad productiva.

Hace medio siglo la educación pública en nuestra Nación era paradigmática. A ejemplo de ella, se organizó la educación privada, monitoreada a través de la Superintendencia de Educación Privada (SNEP). Durante décadas el Estado Nacional derivó importantes aportes hacia los establecimientos privados (entre un 80 y 100 % ). Esto les otorgó solidez. 

La transferencia del servicio educativo a las provincias en la década de los años noventa menguó un poco esos aportes, pero no los extinguió.

En esos años de bonanza para la educación privada, el Estado nacional no consolidó suficientemente la educación pública.

El fracaso escolar, desde hace mucho, transita entre la fatalidad y la resignación de sus protagonistas. La recuperación democrática ha significado la expansión de la oferta educativa, pero no ha generado una escuela de calidad. En las tres décadas recientes, se ha invertido la situación, mientras la escuela privada obtiene mejores resultados y crece en matrícula, la pública decrece.

Educación y tinellización 

Pero hay aún una deuda mayúscula que tiene el Estado para con la educación pública y es el ejemplo que deben ofrecer quienes tienen una responsabilidad con la sociedad a la que deben gobernar. Los alumnos no pueden asistir continuamente a la visión de la corruptela de los funcionarios, a la nula acción judicial, al expolio del Estado, a la “tinellización” de la cultura. ¿Cómo formar al ciudadano crítico desde la banalidad televisiva? Pretender una educación de calidad requiere que los adultos sean ejemplares, desde el primer mandatario hasta el más simple agente público.

La heroicidad y el patriotismo no pueden ser conceptos explicitados únicamente en los actos escolares, cuando se rememoran los grandes fastos de la Historia Nacional. Son actitudes que deben tener como correlato la puesta en práctica mediante un compromiso que deben asumir los diferentes sectores de la sociedad. El ejemplo del trabajo hecho responsablemente, educa y construye. Los estudiantes deben tener como marco referencial a una dirigencia política laboriosa, no farandulera.

Mientras la sociedad no asuma la responsabilidad de efectuar las profundas transformaciones que deben realizarse, la brecha entre educación pública y privada continuará. Y los resultados de las evaluaciones seguirán ineluctablemente, representando la imagen de la inequidad, la exclusión, la marginalidad y la vulnerabilidad en la que está sumergida la educación pública que otrora fue potente faro en el continente. La prueba Aprender ha develado la vigencia de una grieta educativa que lacera, que indigna, que es difícil de cerrar y que eclipsa la promesa de un mañana mejor para millones de jóvenes argentinos. 

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