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Francisco y el regreso

Miércoles, 28 de junio de 2017 00:00

Cuando fue elegido el papa Juan Pablo II, su primera gira al exterior fue a su Polonia natal, y el papa Benedicto XVI a su Alemania, aunque desde hacía mucho tiempo vivía en Roma. Cuando asumió Bergoglio, ahora papa Francisco, todos pensamos que volaría raudamente a la Argentina y que destruiría todo vestigio de populismos y a los sectores kirchneristas. La historia fue diferente.

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Cuando fue elegido el papa Juan Pablo II, su primera gira al exterior fue a su Polonia natal, y el papa Benedicto XVI a su Alemania, aunque desde hacía mucho tiempo vivía en Roma. Cuando asumió Bergoglio, ahora papa Francisco, todos pensamos que volaría raudamente a la Argentina y que destruiría todo vestigio de populismos y a los sectores kirchneristas. La historia fue diferente.

Lo primero que pidió Francisco a los obispos argentinos que no gastaran dinero en viajar a Roma, que hicieran una colecta y ofrenda a los pobres de la Argentina. Así comenzaron a vaciar los charter que se habían contratado en varias provincias, con algunos eclesiásticos y muchos políticos de variados partidos, para homenajear al Papa,.

Y sonó muy pesado en algunos sectores, primero su aparición en el balcón de la basílica de San Pedro, tras su presentación con una simple sotana blanca y su mismo pectoral de plata que usaba como cardenal. Allí no terminó todo. Cuando comenzó su discurso se presentó como Obispo de Roma, que preside en la caridad a todas las iglesias y antes de dar la bendición suplicó al pueblo que pida la bendición para él, en un gesto "impropio" para los papas, se inclinó ante la multitud. Luego en los ámbitos eclesiásticos circularon muchas anécdotas, por ejemplo, no se puso capa roja de armiño ni zapatos rojos, pues, ante el ofrecimiento de los mismos, dijo con esa fina ironía porteña, "se terminó el carnaval en la Iglesia", o ante los pantalones blancos que no aceptó ponerse dijo, "voy a parecer un heladero de Laponia", todo un dato vintage.

Francisco es un jesuita, discernidor, estudioso, memorioso y tiene eso de "tano", como dice la gente, cuando ve algo claro avanza sin importarle las consecuencias. Está empecinado en llevar a la Iglesia a la reforma que buscaron, desearon y gestionaron para la Iglesia los padres conciliares entre los años 1963 y 1965, en aquel concilio de la post-

guerra convocado por un hombre con mucho mundo, el papa Juan XXIII. El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática Lumen Gentium define a la Iglesia como "Pueblo de Dios, jerárquicamente constituido", casi opuesta a la definición anterior que consideraban a la Iglesia como una sociedad perfecta, creada por Dios, monárquica con una jerarquía destinada a dirigir al pueblo que debe obedecer las enseñanzas de la misma. En la práctica, esta última concepción no ha sido desterrada sobre todo en Latinoamérica donde el clericalismo es como un signo distintivo, "doctores tiene la Iglesia y nada debe discutirse", o "si lo dijo el Padrecito debe ser así", frases que se escuchan casi habitualmente.

El papa Francisco es el Papa del Concilio Vaticano II, es el Papa de los pobres y de los que sufren. Las actitudes de Francisco sólo pueden intentar entenderse desde el Evangelio de Cristo, no es un político.

El 29 de junio se celebra la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo y también el Día del Papa. Sería bueno poner las cosas en su lugar, Bergoglio hoy es el jefe supremo de los católicos de todo el mundo, y no el salvador de la Patria. Esperar que nos solucione nuestros problemas políticos es como pretender que Máxima de Holanda nos solucione los problemas económicos, por el sólo hecho de ser argentina.

No sabemos cuando volverán a elegir otro argentino para una responsabilidad tan grande, tal vez nosotros no volvamos a verlo, acompañemos a Jorge Bergoglio, con sus aciertos y errores, con sus grandes luchas en una iglesia con un grieta mayor que la de nuestro país y que el Papa pretende cerrarla para mejorar la vida eclesial de las nuevas generaciones.

 

 

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