El jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció que el 14 de julio los ministros de Educación, Esteban Bullrich; de Defensa, Julio Martínez, y el titular del Plan Belgrano, José Cano, dejarán sus cargos para dedicarse a la campaña electoral.
Cano, convertido en un generador de expectativas durante el último año y medio para el NOA y el NEA, competirá por una banca a diputado nacional por Tucumán.
Las renuncias quieren funcionar como un antídoto contra la intención de algunos dirigentes kirchneristas de regresar a aquel engendro de 2009 que fueron las “candidaturas testimoniales”. Un fracaso memorable y un “manchancho” electoral.
Peña, además, se refirió a otro “manchancho”: las PASO “son un experimento único en el planeta”. Así definió el jefe de Gabinete al sistema electoral. Ese “experimento” tiene cada día menos defensores y el mismo kirchnerismo, que fue su autor e impulsor, en estas primarias prefirió eludir la confrontación. La primera fue la expresidenta.
A la gente común la saturan las campañas electorales que se extienden de marzo a octubre, cada dos años. En esas condiciones es muy difícil gobernar. A conciencia o no, todos los comentaristas políticos interpretan gestos y decisiones desde la óptica del “año electoral”. Aunque no sea el momento de revisiones, las revisiones van a venir.
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El jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció que el 14 de julio los ministros de Educación, Esteban Bullrich; de Defensa, Julio Martínez, y el titular del Plan Belgrano, José Cano, dejarán sus cargos para dedicarse a la campaña electoral.
Cano, convertido en un generador de expectativas durante el último año y medio para el NOA y el NEA, competirá por una banca a diputado nacional por Tucumán.
Las renuncias quieren funcionar como un antídoto contra la intención de algunos dirigentes kirchneristas de regresar a aquel engendro de 2009 que fueron las “candidaturas testimoniales”. Un fracaso memorable y un “manchancho” electoral.
Peña, además, se refirió a otro “manchancho”: las PASO “son un experimento único en el planeta”. Así definió el jefe de Gabinete al sistema electoral. Ese “experimento” tiene cada día menos defensores y el mismo kirchnerismo, que fue su autor e impulsor, en estas primarias prefirió eludir la confrontación. La primera fue la expresidenta.
A la gente común la saturan las campañas electorales que se extienden de marzo a octubre, cada dos años. En esas condiciones es muy difícil gobernar. A conciencia o no, todos los comentaristas políticos interpretan gestos y decisiones desde la óptica del “año electoral”. Aunque no sea el momento de revisiones, las revisiones van a venir.
Los “no políticos”
Un fenómeno que llama poderosamente la atención es la abundancia de precandidatos ajenos a la política que figuran en las listas de la provincia. En general, no se trata de profesionales que acrediten una prolongada militancia, que no es lo mismo que simpatía por una determinada corriente.
Cuando la campaña esté en marcha habrá que ver si logran diferenciar la actividad profesional con la campaña. También, si su exposición pública a través de los medios se traduce en el acto de confianza que se expresa en el voto.
Periodismo y política coinciden en el objeto de ambas actividades: la vida de la sociedad. Pero mientras que el periodista debe contar lo que pasa de acuerdo a su percepción de los acontecimientos, el político se preocupa por gobernar y explicar la realidad en términos tales que no se hundan su candidatura y su gestión.
Por lo pronto, los precandidatos periodistas deberían hacer lo mismo que José Cano: al menos, tomar licencia. Sería un poco contradictorio que se entrevistaran entre adversarios y es claro que sus mensajes, informaciones y opiniones serán escuchadas como provenientes de un político que intenta convencernos.
Adrián Valenzuela, Andrea Lazarte, Marcelo Hoyos, Martín Grande, Jorge Villazón, Isabel De Vita, Agustín Gómez Augier, Jorge Altamirano, Francisco Layseca, Samuel Huerga son conocidos por sus programas pero ahora, entre ellos, son rivales.
El gran “manchancho”
Esta experiencia cuyos resultados están por verse bien puede ser interpretada desde una realidad más profunda. Los partidos dejaron de ser identidades políticas, motores de militancia y centros de pensamiento de gobierno para transformarse en espacios de oportunidad.
Quizá puedan mencionarse como casos típicos la migración del exvicegobernador Walter Wayar desde el peronismo al kirchnerismo puro. También, la de la exintendente de Rosario de la Frontera Rómula Montero, que dejó el Partido de la Victoria para volver al urtubeicismo.
La clara definición de tres décadas atrás, entre el PJ, la UCR y el PRS se ha desdibujado por completo. Las campañas no hablan de diagnóstico ni de proyecto y se limitan a construir candidatos amigables y, en consecuencia, votables.
Es tan grande el hastío que todos, aunque lleven años de exposición política, se presenten como “lo nuevo”.
Nadie termina de explicar qué significa “lo nuevo”. En el fárrago de un año electoral donde habrá que votar dos veces, lo más urgente es generar confianza personal. Sin embargo, la confrontación de proyectos existe. En un país con sensación de fracaso, confrontan hoy la promesa de satisfacer las demandas perentorias e inmediatas, o reconstruir las instituciones (gobierno, legislaturas, Justicia y partidos) hoy desprestigiadas. Esto último, que es imprescindible, lleva tiempo y no puede realizarse en un clima de eterna campaña.