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Estamos mal, ¿pero vamos peor?

Jueves, 29 de junio de 2017 00:00

El expresidente Carlos Menem, en los noventa, luego del segundo pico de hiperinflación ya bajó su mandato, decía que "estamos mal, pero vamos bien", sugiriendo que la economía estaría recuperándose, lo que de alguna manera ocurrió porque se logró bajar la tasa de inflación a niveles internacionales y el PBI aumentó, pero a costa de un enorme aumento en la desocupación y el quiebre de muchas economías regionales, particularmente la de nuestra provincia, que sufrió el cierre de YPF y del ferrocarril, con sus secuelas de desocupación y aumento de la pobreza y precariedad, y al costo de haber conformado un esquema económico la convertibilidad de "un peso, un dólar", que terminó en una violenta crisis, en 2002.

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El expresidente Carlos Menem, en los noventa, luego del segundo pico de hiperinflación ya bajó su mandato, decía que "estamos mal, pero vamos bien", sugiriendo que la economía estaría recuperándose, lo que de alguna manera ocurrió porque se logró bajar la tasa de inflación a niveles internacionales y el PBI aumentó, pero a costa de un enorme aumento en la desocupación y el quiebre de muchas economías regionales, particularmente la de nuestra provincia, que sufrió el cierre de YPF y del ferrocarril, con sus secuelas de desocupación y aumento de la pobreza y precariedad, y al costo de haber conformado un esquema económico la convertibilidad de "un peso, un dólar", que terminó en una violenta crisis, en 2002.

¿Estamos mal en el país de 2017?

La certeza, para algunos, de que la economía argentina de hoy está "mal", envalentonó a muchos opositores, especialmente a la expresidenta Fernández, que están convencidos de que ganarían las elecciones de medio término, y precisamente en el caso de Fernández, que este triunfo le "abriría" las puertas a una nueva reelección presidencial en 2019 y, lo que es más importante, le posibilitaría "cerrar" las causas en su contra con la cooptación definitiva de la Justicia argentina, una asignatura pendiente en su anterior mandato. Sin embargo, parece importante detenerse a interrogarse cuál es el estado real de la economía argentina y su probable evolución a futuro.

Experiencias de crisis

Tradicionalmente, las crisis en la Argentina, producto de previas "vacas gordas" que habilitaban a un alegre despilfarro estatal, eran resueltas, cuando llegaban las "vacas flacas", apelando a la "austeridad republicana" que previamente había sido olvidada durante el período de la abundancia, y esta "austeridad republicana", recientemente descubierta, consistía en el famoso "ajuste": fuerte devaluación que provocaba caída vertical de los salarios en dólares, licuación de la deuda en moneda local y ligera cosmética en el gasto público.

Por su parte, la "salida" de la crisis, muchas veces acompañada por un escenario internacional favorable al comercio exterior argentino, era facilitada buscando, desde el gobierno, el incremento en los salarios, lo que se transformaba, en poco tiempo, en nuevas y más voluminosas compras de bienes y servicios, las que, a su vez tonificaban a la "industria nacional", establecida en la ciudad de Buenos Aires, la provincia homónima y en menor medida, las provincias de Córdoba y Santa Fe. Esta demanda incrementada, permitía a la "industria nacional", concentrada geográficamente y sectorialmente al estar protegida por confortables aranceles que impedían la competencia extranjera, elevar los precios de esos bienes, lo que abría las puertas para nuevos aumentos de salarios y así sucesivamente. Claramente, como aumentar las tarifas de los servicios públicos, especialmente los del transporte y energía, era "políticamente incorrecto", o por lo menos, "electoralmente inconveniente", estos últimos precios no se tocaban, lo mismo que el del dólar, con lo que un poco antes o después, surgía otra crisis con la repetición de la historia una y otra vez, historia que, si bien en términos económicos y sociales no le fue favorable a la Argentina, muchos de nuestros países vecinos nos dejaron atrás, habiendo logrado menos inflación, pobreza y exclusión para un partido político, justamente el de la expresidenta Fernández, le resultó francamente auspicioso, al menos hasta las elecciones de 2015.

Un cambio de paradigma

El gobierno surgido en las elecciones de 2015 ha planteado un nuevo enfoque, no exento de críticas sin duda, pero, en principio, mucho más racional y sostenible. En lugar de repetir la historia de la recuperación de la "industria nacional", con precios muy nacionales y elevadísimos, pero que debemos pagar, no solo los asalariados de esa "industria nacional" que concentra la mayoría de la población, pero una minoría ínfima del territorio, esta vez sí nacional, sin comillas, mientras pagamos las tarifas más caras de energía eléctrica, gas y combustibles; en lugar de recorrer el trillado y fracasado camino de siempre, se decía, esta vez se planteó un esquema que aparece como mucho más federal e inclusivo.

En efecto, se redujeron las retenciones a la producción agrícola y minera, a la vez que se dio un trato preferencial a las regiones más apartadas del puerto, lo que implica, no solo la posibilidad de recuperación de la producción, sino su relanzamiento a la escala nacional, sin comillas, porque, claramente, la producción agropecuaria es auténticamente federal, al estar presente en toda la geografía nacional.

Al mismo tiempo y de la mano de una solución definitiva al tema de los bolsones de deuda externa pendiente que el gobierno de Fernández y el anterior de Kirchner habían dejado incompleto al haber propuesto una quita unilateral de deuda, se cambió el anterior esquema de tipos de cambio "administrados", que terminaban en devaluaciones violentas, por un mecanismo de tipos de cambio libres, como operan en casi todo el mundo, lo que cierra el problema de las expectativas de futuras devaluaciones.

Un acierto no menor, por otra parte, es la importante campaña de promoción de la Argentina para atraer capitales de inversión, que por ahora no ha logrado resultados espectaculares, aunque sí muy importantes, como los referidos a la compra de material ferroviario, iniciativa que obviamente también tiene una clara proyección federal.

Asignaturas pendientes

Claro, no todas son rosas en la Argentina de hoy, porque la recuperación de la economía es algo lenta, la inflación se resiste a disminuir y consecuentemente el empleo crece en dosis homeopáticas, a la vez que la pobreza extrema y el desempleo estructural van a demorar en reducirse.

No obstante, en líneas generales, como se decía anteriormente, el enfoque actual es claramente mucho más consistente que los anteriores esquemas "nacionales" y temporariamente "populares" hasta que las crisis inexorablemente hacían su aparición.

Por supuesto, otra cuestión por completo diferente es si este nuevo "modelo" es suficiente para seducir a una mayoría del electorado, mayoría suficiente para garantizar un triunfo del gobierno actual en las elecciones próximas de medio término. Sin duda, las chances del gobierno para lograr esa mayoría no dependerán tan sólo de la mayor o menor visibilidad que logren los avances que la economía está logrando, sino también de su habilidad para captar la atención y la voluntad del electorado en la nueva dirección.

Pese a ello, hay que recordar que "no sólo de pan vive el hombre" y no es menos cierto que, junto a este giro copernicano en la economía, también hay progresos en otros órdenes, como un mayor reconocimiento internacional a la Argentina, un mayor respeto al federalismo y a la división de poderes, y más República, en definitiva, lo que no es poco, para el vacío que ha venido mostrando sistemáticamente la Argentina desde hace demasiado tiempo.

 

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