Apenas dentro de cuatro semanas los salteños protagonizaremos las que probablemente sean las últimas PASO.
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Apenas dentro de cuatro semanas los salteños protagonizaremos las que probablemente sean las últimas PASO.
Los resultados se presentan más imprevisibles que nunca y todo indica que, cuando se abran las urnas, pocas cosas se habrán aclarado en vistas de las generales de octubre.
Ni siquiera en este caso las primarias abiertas se presentan como una encuesta gigante.
Para el elector nada resultará simple ni seductor.
Las campañas, de por sí, no ayudan, y los nombres de las listas no orientan demasiado. Además, en esa jornada cada persona deberá optar entre 14 boletas de papel, para elegir candidatos a diputados nacionales, y entre un galimatías de listas, en su mayoría desconocidas, de aspirantes a legisladores provinciales y a concejales municipales, solo que estos los seleccionará en una máquina de voto electrónico.
Ya a esta altura cabe interrogarse si esta es la fórmula ideal de la participación ciudadana. Sin grandes proyectos ideológicos, sin partidos consistentes y con militancias que, por lo general, no son tales, habrá que elegir entre sensaciones.
Además, la tarea de los legisladores no resulta clara para gran parte de los ciudadanos.
Y para los precandidatos, por lo que ya insinúan en sus campañas, tampoco.
En ese escenario difuso, los vecinos que deciden su voto pensando en la necesidad de agua, pavimento, transporte o mejor atención en los centros de salud, escucharán a candidatos a una banca desde donde poco y nada podrán hacer al respecto.
Legislar bien es imprescindible, pero menos visible.
El mundo del siglo XXI reserva sorpresas.
Hoy por hoy, según graficaba ayer un encuestador, las Paso, las elecciones primarias, "son una tómbola o una ruleta rusa".
A nivel de la categoría de diputados nacionales, cada precandidato necesitará tres mil fiscales.
El frente Renovación y Cambio, con seis postulantes, deberá reunir 18.000; Cambiemos País, con dos, otros seis mil.
En total serán 42 mil fiscales. Sin fiscales y con boletas de papel, elección perdida.
Juan Manuel Urtubey se puso al hombro la campaña de los seis precandidatos de Renovación y Cambio, sin preferencias por ninguno.
Las diferencias deberá hacerlas la gente.
Hace dos años, el espacio oficialista logró 262.877 votos, contra 178.771 votos del massismo (Alfredo Olmedo) y 151.957 votos de Cambiemos.
La historia no se repite, pero si el urtubeicismo llegara a su porcentaje histórico en elecciones solo legislativas (29%), los seis aspirantes sumarían unos 175 mil votos en total.
En octubre, seguramente, no habría transferencia automática de sufragios a favor del que gane la interna.
En el caso de Cambiemos país, con dos postulantes, la situación también es incierta.
El candidato del PRO es un extrapartidario sin antecedentes políticos, Martín Grande.
Su adversario interno es el radical Rubén Correa, que forzó la interna cuestionando a la UCR y que se propone hacer antimacrismo.
Quien se imponga en las Paso no podrá asegurar como propios los votos del adversario.
En ese contexto, el kirchnerista Sergio Leavy, en el Frente Ciudadano para la Victoria, dará batalla en el norte provincial y confía en capitalizar al peronismo descontento.
En el partido Salta Somos Todos, Carlos Zapata espera reunir los votos históricos de Alfredo Olmedo (20%) y, por su parte, el Partido Obrero intentará recuperar su generosa elección de 2013, con el mismo candidato, Pablo López.
Los otros precandidatos, hasta ahora, no acreditan performances significativas.
No hay encuestas y todo se mueve en el plano de la conjetura.
Más allá de la obligatoriedad de las PASO, en términos reales, la verdadera carrera empezará el domingo 13 de agosto por la noche, cuando se conozcan los resultados del escrutinio (o de la ruleta, según el encuestador).
No habrá ganador y cada cual tendrá que ingeniárselas para arrancar la segunda etapa bien posicionado hacia la carrera que se realizará el 22 de octubre con el reparto de cargos que decida el electorado.