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El karma de la inflación

Domingo, 23 de julio de 2017 00:00

Desde esta columna hemos abordado el tema de la inflación en numerosas oportunidades, destacando que no hay una única explicación para este fenómeno, que ya es una pieza de museo en el mundo, pero sigue siendo tema de análisis y de fuertes "tenidas" entre los argentinos, tanto técnicos como ciudadanos de a pie.

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Desde esta columna hemos abordado el tema de la inflación en numerosas oportunidades, destacando que no hay una única explicación para este fenómeno, que ya es una pieza de museo en el mundo, pero sigue siendo tema de análisis y de fuertes "tenidas" entre los argentinos, tanto técnicos como ciudadanos de a pie.

¿Con qué explicación nos quedamos?

Como se ha analizado otras veces, la inflación suele ser explicada desde varias interpretaciones, tales como una elevada emisión monetaria, un alto gasto público, suba de costos, expectativas y otras teorías más.

Sin embargo, y sin descartar ninguna, es claro que no todas las causas que explicarían la inflación tienen la misma oportunidad de recurrencia. Dicho de otra forma, si se sostiene que la suba de salarios o del dólar se traslada a los precios lo que no está en discusión- es claro que al aumentar los salarios una vez al año, conforme las paritarias, por ejemplo, su traslado a los precios no puede darse sistemáticamente; en cambio, lo que se observa es que los precios están aumentando todos los meses.

¿Por qué el gasto público podría ser inflacionario?

Una de las relaciones fundamentales de la Economía, es la conexión que existe entre el valor de la producción y la demanda que existe por la misma. Cuando, como en la Argentina, la producción se mantiene sin grandes cambios, si el gasto del gobierno aumenta permanentemente, al no modificarse tampoco los impuestos porque dependen fundamentalmente de la producción que no aumenta, los precios que acompañan a esa producción deben ser entonces "la variable de ajuste", y en tanto el gasto público siga su ritmo ascendente sin que la producción lo acompañe, los precios necesariamente tienen que aumentar, más allá de que, oportunamente, modificaciones en los componentes del costo tengan también su correlato en alteraciones en los precios.

¿Cómo se financia un gasto público en aumento?

Si el gasto del Gobierno aumenta y los impuestos no acompañan ese incremento, el déficit fiscal crecerá a su mismo ritmo y se plantea entonces cómo financiarlo. Si la economía no tiene acceso al crédito exterior y el crédito interno está "saturado", vale decir, el ahorro interno ya no puede financiar este déficit porque las tasas de interés han aumentado excesivamente, el gobierno, en tanto el banco central esté bajo su control, financiará entonces su déficit imprimiendo dinero. Sin embargo, adviértase que los precios no están aumentando "porque" se imprime más dinero exclusivamente, sino porque el Gobierno agiganta permanentemente su déficit.

Alternativamente, si el Gobierno tiene acceso al crédito externo en moneda extranjera, ingresará en ese caso la necesaria para cubrir el déficit y el Gobierno la venderá para cambiarla por la moneda doméstica; si además el tipo de cambio es libre, el dólar que es la moneda extranjera por excelencia- se vuelve más barato, o bien, su precio no aumenta tanto como los otros precios.

Por lo general, entonces, el abaratamiento del dólar impulsa una suba de las importaciones, sea porque "ingresan" precisamente productos importados más baratos relativamente, o bien, porque "egresan" residentes de la economía doméstica hacia las fronteras para comprar allí tales productos importados a precios más reducidos.

El resultado, consecuentemente, es que la inflación se atenuaría, en parte porque las empresas internas no podrían remarcar tan libremente al verse enfrentadas a la competencia externa.

¿Quién le pone los cascabeles al gato?

Claramente, el malo de la película es por lo tanto el déficit fiscal que, de la mano de un gasto público irrefrenable, produce una inflación creciente, o bien un desempleo asimismo en aumento, y es evidente entonces que el desafío fundamental es refrenar el gasto público para que no pueda aumentar más que el crecimiento del producto expresado en términos reales, lo que significa que, si el producto está estancado, el gasto, expresado en términos reales. Por supuesto, la cuestión clave es cómo se hace para lograr este propósito, o sea "quién le pone los cascabeles al gato". Por supuesto, este columnista tiene sus propias ideas al respecto, pero, no importa cuáles sean ni cuánto mejor o peor resulten que las de cualquiera, es claro que el adecuamiento del gasto público a las necesidades y posibilidades reales de la Argentina es una cuestión política, y debería ser evidente que, como tal, la decisión que se tome no puede ser firme ni sostenerse en el tiempo si no se logra a través de un muy amplio consenso.

En resumen, la cuestión de fondo es conseguir los acuerdos de base para efectuar las transformaciones de fondo de la Argentina. Se hace necesario, por lo tanto, conformar un escenario similar al que tuvo la Argentina de la Organización Nacional, no porque el diseño de país de ese entonces haya sido perfecto, claramente nunca podría haberlo sido, sino porque, bueno o malo, se basó precisamente en ese consenso que supuso que porteños y provincianos se pusieran de acuerdo por una vez. No es menos evidente que, con los muchos errores que ese diseño pudiera haber tenido, el consenso alcanzado logró que la Argentina, aun con dificultades, lograra progresivamente su pacificación y una prosperidad tanto interna como en comparación con las otras naciones de América y muchas del mundo, prosperidad que, a partir de haberse destruido ese diseño, nunca más pudo lograr.

 

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