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“Por la carrera de mi hija fuimos a Brasil y hallamos el mejor lugar para todos”

La familia Matioli vive en Santa Catarina, donde Julia está becada por la Academia de danza Bolshoi.
Domingo, 23 de julio de 2017 00:54

Una familia, varias escuelas de danza y un solo sueño que todos sintieron como propio llevó a Julia Matioli (9), sus padres y sus hermanos hasta Joinville (Santa Catarina). En octubre de 2016 y entre 500 postulantes en su misma categoría la niña calificó para una de las 40 vacantes disponibles en la Escola de Teatro Bolshoi, en Brasil. Para ayudarla con los gastos del viaje, en noviembre del año pasado sus amigos y profesores realizaron una jornada de master class y una muestra de danza en El Teatrino. Y fueron estos fondos el viento para sus alas. 

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Una familia, varias escuelas de danza y un solo sueño que todos sintieron como propio llevó a Julia Matioli (9), sus padres y sus hermanos hasta Joinville (Santa Catarina). En octubre de 2016 y entre 500 postulantes en su misma categoría la niña calificó para una de las 40 vacantes disponibles en la Escola de Teatro Bolshoi, en Brasil. Para ayudarla con los gastos del viaje, en noviembre del año pasado sus amigos y profesores realizaron una jornada de master class y una muestra de danza en El Teatrino. Y fueron estos fondos el viento para sus alas. 

Aquí Julia cursaba en el Estudio de Danzas Alexander Ananiev con la profesora Melisa Damato. La niña se formó desde los cuatro años con el método Vaganova, la base del aprendizaje de los bailarines que integran la prestigiosa compañía del Teatro Bolshoi de Moscú (Rusia).

La primera noticia que Julia tuvo acerca de la filial en Latinoamérica de la más respetada institución de enseñanza de ballet del mundo fue en 2015 en Buenos Aires, durante el Youth America Grand Prix. 

Sus padres, Analía Delgado (31) y Nicolás Matioli (31), decidieron enviarla ese año a un curso de verano en una academia de San Pablo, donde se preseleccionaría a candidatos para la Escola de Teatro Bolshoi. Durante 14 días tomó clases con profesores rusos y brasileños, y a partir de ello se había puesto como objetivo ganar una beca para el curso técnico de formación de artista de ballet, que dura ocho años y está recomendado para niños de entre 9 y 11 años.

De hecho, la oportunidad de ser alumna de la Escola es única, porque recibe enseñanza, uniforme, transporte, asistencia médica y alimentos gratis. La familia de Julia, papá, mamá y sus hermanos Benjamín (13) y Tomás (3), se radicaron en Brasil. Analía es diseñadora de interiores y trabajaba en una clínica como secretaria administrativa. Nicolás es analista de sistemas y estaba empleado en el Hospital Público Materno Infantil. Lo dejaron todo por el sueño de su hija. 

“Yo le decía a mi hija: ‘Mirá, mamita, todo lo que estamos cambiando por tu carrera en la danza y espero que lo valorés’, y hoy en día le digo: ‘Gracias, Juli, por habernos traído acá y por confiar en mí’ porque por ahí la gente habla que es la madre la que la lleva y decide y claro que es así. Pero esto fue haber llegado a un lugar mejor, sano para ellos”, definió Analía, en diálogo con El Tribuno. 

Como muchas otras ciudades brasileñas, Joinville está ligada a la colonización europea. En 1851 llegaron a esa zona inmigrantes suizos, alemanes y noruegos. El nombre resulta curioso para una ciudad de un país lusohablante. La Colônia Dona Francisca fue fundada donde hoy se localiza la ciudad, debido a que la princesa doña Francisca, hija de don Pedro I (el primer emperador de Brasil durante 1822 e 1831 y que proclamó la independencia de este país de Portugal), recibió esas tierras como regalo por su enlace matrimonial con François Ferdinand Philippe, el príncipe de Joinville.

“Mi primera apreciación cuando llegamos es que no había basura en las calles. También que los chicos andan con sus bicicletas. Luego supe que se puede dejar la puerta abierta porque nadie te va a entrar a robar”, destacó Analía.

De hecho, en esta ciudad que ofrece un inusual aspecto de colonia rural alemana y campiña suiza, los Matioli-Delgado volvieron a experimentar la calidez del encuentro humano con los vecinos y el valor de la palabra empeñada. 

“La gente te saluda siempre, son muy respetuosos. Acá, por ejemplo,la carrera de Julia es muy respetada y eso fue sorpresivo para nosotros, el que en general acá le den una gran importancia a la cultura y a la danza”, señaló. Joinville es el tercer mayor polo industrial del sur de Brasil. También la Ciudad de las Bicicletas, por la red de ciclovías y la conciencia sobre los beneficios de emplear este tipo de transporte y Ciudad de las Flores, por la dedicación a la manutención de espacios verdes. Aunque plena de industrias y fábricas y con grandes demandas hacia el sector informático, aún Nicolás no encontró un trabajo formal. 

Ven en su migración solo puntos positivos

El hecho de ser argentino, no tener cartera de trabajo, tampoco experiencia laboral en Brasil ni estar bancarizado en ese país le jugó en contra a Nicolás para conseguir un empleo en el sector formal, aunque sí trabaja en forma particular. “La gente acá tiene palabra. El primer trabajo de Nicolás fue así: le dejaron que trajera a nuestra casa una máquina, sin saber el domicilio y solo con el dato del número de teléfono”, recordó Analía.

Añadió que sus inseguridades giraban en torno de si sus hijos se adaptarían a la escolarización en una lengua e inmersos en una cultura que no era la de origen. “A los tres les encantó la escuela. A todos, que los docentes se involucren mucho en la enseñanza y en la relación con los alumnos. Les tuvieron mucha consideración”, destacó Analía.

Lejos del pago

Analía le contó a El Tribuno que en su hogar siguen reinando los aromas de la culinaria salteña, sin embargo hizo algunas concesiones. “Aprendí a hacer feijão porque mis amigas brasileñas me dicen que no puede faltar en ninguna casa”, acotó. Añadió que “se extraña el fin de semana tan animado de Salta, el folclore que se escucha desde el viernes, los asados de los domingos. Acá la gente se acuesta temprano y sale poco, pero todo es positivo y para crecer, así es que uno se adapta”. También valoró que sus niños se eduquen en una sociedad más abierta de mente e inclusiva. 

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