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La febrícula que tiene el dólar

Lunes, 24 de julio de 2017 00:00

La febrícula es una fiebre ligera que no supera los 38 grados, pero que al paciente le preocupará si es de larga duración. Algo pasa en su organismo.

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La febrícula es una fiebre ligera que no supera los 38 grados, pero que al paciente le preocupará si es de larga duración. Algo pasa en su organismo.

En Argentina, a esta altura del año, el dólar tenía que subir menos que la febrícula que se le detectó. El viernes pasado llegó casi a $18 y alcanzó hasta ahora una suba de 9,5%, frente a una inflación cercana al 14%. El alza fue en el último mes; saltó 7,6%, desde los $16,42 del 23 de junio pasado, a los casi $18 del último viernes.

En la city explican que el dólar subió porque empresas, inversores y bancos quieren acapararlo como reaseguro ante las expectativas económicas, financieras y políticas de las próximas elecciones y ante previsibles especulaciones. Una causa de la suba es la avaricia de los mercados, y otra la desconfianza en la marcha de la economía. Cada uno hace un programa de dólares para protegerse de próximas tempestades y goza con ese ahorro postergando el consumo en nombre del ser argentino bimonetario.

El dólar funciona como exoesqueleto económico de los argentinos, es un blindaje antiinflacionario del ingreso o la rentabilidad. El exoesqueleto lo usan algunos animales que necesitan cobertura natural para protegerse. ¿El dólar no es acaso como la armadura del cuerpo del bolsillo argentino? El venerado billete verde refugia al valor de todos los valores monetarios.

La memoria histórica del país aconseja mezquinar el dólar, hacerlo escaso para que cueste más, eso es la cultura nacional. En tiempos de privaciones, por la recesión se exacerba esa memoria histórica. El dólar siempre ocupó el pasado, presente y futuro de la economía nacional. Como unidad contable cotiza todo lo que marcha en la vida argentina, lo que no funciona es porque fue arruinado por la pérdida del valor del peso.

Esa febrícula es la representación más simbólica del dólar que salta y puede resultar un aviso para el ahorrista que se satisface con una demanda sin fin. Y como es el único dinero que funciona como pacto social, aceptado por todos, apalanca la pulsión del avaro: seguir acumulándolo para que el activo en moneda extranjera sea más rentable.

En la novela de Balzac, "Eugenia Grandet", la vara del dinero es la única medida de todas las pasiones humanas. Eugenia, hija de un millonario, no podía encontrar un interés sincero del otro que solo la buscaba por su fortuna.

Argentina, igual que ella, ve que en el país solo hay amantes del dinero. Fugan divisas, son reticentes a reinvertir sus utilidades y hasta los empleados más modestos especulan con bicicletas financieras haciendo todas las operaciones posibles que le permitan sus ingresos.

La atracción de Argentina por el color verde del dinero pulverizó el rendimiento de las Lebac en pesos, lo que no alcanzó a parar la obsesión del dólar por subir, pese a que la inflación se redujo.

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, con su parsimonia optimista y su palabra remedida, sostuvo que "Nuestro objetivo es bajar la inflación. Los movimientos del dólar forman parte de un tipo de cambio flotante. Tenemos un Banco Central independiente". Pero la febrícula del dólar se trasladó a los precios con un efecto psicológico en el consumidor: desear el exceso de oferta con su demanda deprimida.

 

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