La casa nueva, la ilusión de tapiar el patio, hacer las rejas y cerrar el lavadero impulsan algunas de las primeras obras. La mayoría de los que tiene casa propia sabe cómo cuesta cada paso que se da y cada cambio que, por lo general, está relacionado con hacer más segura la vivienda.
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La casa nueva, la ilusión de tapiar el patio, hacer las rejas y cerrar el lavadero impulsan algunas de las primeras obras. La mayoría de los que tiene casa propia sabe cómo cuesta cada paso que se da y cada cambio que, por lo general, está relacionado con hacer más segura la vivienda.
En el barrio Cielos del Sur, sobre la ruta a San Agustín, los vecinos disfrutan durante la semana de la tranquilidad de estar en una zona rural, pero con todas las comodidades de la ciudad. Sin embargo, los fines de semana, ninguno se anima a irse. "Yo vivo hace dos años en esta casa. Antes viví en una que me prestaban hasta que cerrara la mía", contó Lucía a El Tribuno, mientras regabas las macetas.
Lucía trabaja todo el día y comparte su casa con una prima. Pero admite en diálogo con este medio que la vivienda nunca queda sola. "Hace una semana le desvalijaron la casa a un vecino del fondo, y encima vinieron dos días seguidos", contó. La modalidad de robo, como en la mayoría de los barrios nuevos, es la "técnica mudanza".
"Llegan en camionetas y hacen como que descargan pero suben todo lo que tiene la casa y se van", explica la mujer. Así fue que varios vecinos se dieron con la novedad de que sus casas estaban vacías.
Alberto tiene una panadería y un quiosco en el barrio. "Hubo días en que desvalijaban las casas de a tres, pero ahora está más tranquilo", reconoce, mientras acomoda las galletas dulces y les pone precio.
Cielos del Sur se ubica sobre la ruta 21, pasando la circunvalación sureste y cuenta con 11 manzanas. Todo el predio está cercado con postes y alambre olímpico. Los efectivos recorren el barrio tanto a pie como en un móvil, según declararon los vecinos.
Sin embargo, esto no evitó que los asaltantes se lleven cocinas, calefones y artefactos del baño de las casas que todavía no fueron habitadas.
Fines de semana terribles
A partir del jueves, los vecinos se ponen en alerta. Se mantienen en contacto, avisan si salen y las casas no quedan nunca solas. Los perros guardianes recorren los frentes cerrados y los patios con tapias que superan los 2,30 metros.
Alberto advierte que desde que la Policía recorre el barrio, los robos disminuyeron pero siguen existiendo. "Ahora se da uno a la semana, no como cuando nos mudamos. Es una pena porque acá vivimos tranquilos", afirmó el hombre, sin dudar de que lejos de la ciudad, sin ruidos, la vida le es más apacible.
Analía trabaja en su casa atendiendo una despensa. Cierra en la tarde para ir a buscar a sus dos hijas a la escuela.
"La verdad es que es retranquilo, no tenemos patotas, gente tomando ni asaltantes en la vereda pero a algunos vecinos les pasó que les vaciaron las casas", contó.