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San Antonio de los Cobres le rindió homenaje a la Pachamama

Del 1 al 31 de agosto se celebrará en todo el mundo andino el Mes de la Pachamama. La apertura fue ayer en San Antonio de los Cobres, con el tradicional convite, en la Plaza de la Cultura Andina. El cierre del mes se llevará a cabo en la localidad de Tolar Grande. 
Martes, 01 de agosto de 2017 14:47
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla
Foto: Andrés Mansilla

En San Antonio de los Cobres lo agreste de su tierra se quiebra con la calidez de sus pobladores, que junto a la fe, hace eclosión en agosto con los homenajes a la Pachamama.
Ayer fue una de las jornadas más especiales del año para los habitantes de la Puna. El Tribuno viajó hasta San Antonio para presenciar el inicio del Mes de la Pachamama, cuyos convites finalizarán el 31 de agosto en Tolar Grande.
En San Antonio, la jornada comenzó bien temprano, con el tradicional sahumado de los hogares, con la llamada “chacha”, una hierba típica de la zona que, según dicen, sirve para ahuyentar las energías negativas. 
Muchos empezaron su trajín la noche anterior, preparando las comidas típicas que no solo serían parte de la ofrenda, sino también como agasajo a los visitantes.
En los municipios de la Puna el 1 de agosto se da asueto. Todas las actividades giran en torno a la Madre Tierra. Y no solo eso. En la comuna local todos los empleados se reunieron para realizar el sahumado del establecimiento y el convite con bebidas y comidas tradicionales, como las tistincha, empanadas y papines, entre otros. 
La ofrenda fue encabezada por el intendente Leopoldo Salva, acompañado de funcionarios locales y legisladores del departamento Los Andes y de Cachi. “Cada año hay mucha algarabía e ilusión. Queremos a la Tierra y ella a nosotros también, porque nos brinda toda su riqueza. Hay que cuidarla porque es nuestra vida”, sostuvo a El Tribuno el jefe comunal.
Ya al mediodía, partieron en procesión con una imagen de cerámica representativa de la Pachamama hasta la plaza de la Cultura Andina, donde aguardaban decenas de turistas de distintas nacionalidades. Según datos de la comuna local, hubo lleno total y se duplicó la cifra de visitantes del año anterior. “Ya no teníamos alojamiento y debimos recurrir a las casas de familia”, informó el intendente. En la plaza, niños y jóvenes del grupo Phukuna, que en quechua significa soplido, hicieron bailar a todos los presentes con sus sikus, bombos y guitarras. 
El momento más esperado llegó con la ofrenda a la Madre Tierra. Abuelos y nietos, viejos y jóvenes, en todos se veía la fe y la devoción hacia la querida “Pachita”, como la llaman cariñosamente. El maestro ceremonial, junto a su pequeño nieto de cuatro años, pidió por la paz, el cuidado del medio ambiente, el pan, el trabajo que “da dignidad a las personas” y porque “los jóvenes sepan valorar el esfuerzo de los padres y su cultura”. 
Muchos de los visitantes se emocionaron hasta las lágrimas. La atmósfera creada en el lugar era, simplemente, mágica. “Es la primera vez que venimos. No conocíamos este rito. Estoy muy orgullosa como argentina”, contó Marta, una turista de Buenos Aires, una de las tantas visitantes que no paraban de sacar fotos, filmar y bailar carnavalitos. Todos, sin excepción, realizaron su convite a la Madre Tierra.
“La Pachamama siempre me ayudó, con mis hijos, mi familia y mis sembradíos. Hoy ya no le pido nada, le doy gracias por todo lo que tengo”, señaló Simona Taritolay (64), que aprendió a honrar a la Madre Tierra de sus padres y hoy continúa con la tradición, pero acompañada por sus hijos y nietos. 
El encanto de esta costumbre andina, la única que sobrevivió a la colonia, renace hoy no solo a través de valores como el cuidado del medio ambiente y la conciencia ecológica, sino también en el espíritu comunitario, ya que los convites tienen un marcado matiz social. Se hacen entre todos, sea la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Lo cierto es que año tras año este rito prehispánico, que se combina con rezos a Dios y a la Virgen María, se expresa con mayor intensidad y un profundo respeto y orgullo de las propias tradiciones.

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En San Antonio de los Cobres lo agreste de su tierra se quiebra con la calidez de sus pobladores, que junto a la fe, hace eclosión en agosto con los homenajes a la Pachamama.
Ayer fue una de las jornadas más especiales del año para los habitantes de la Puna. El Tribuno viajó hasta San Antonio para presenciar el inicio del Mes de la Pachamama, cuyos convites finalizarán el 31 de agosto en Tolar Grande.
En San Antonio, la jornada comenzó bien temprano, con el tradicional sahumado de los hogares, con la llamada “chacha”, una hierba típica de la zona que, según dicen, sirve para ahuyentar las energías negativas. 
Muchos empezaron su trajín la noche anterior, preparando las comidas típicas que no solo serían parte de la ofrenda, sino también como agasajo a los visitantes.
En los municipios de la Puna el 1 de agosto se da asueto. Todas las actividades giran en torno a la Madre Tierra. Y no solo eso. En la comuna local todos los empleados se reunieron para realizar el sahumado del establecimiento y el convite con bebidas y comidas tradicionales, como las tistincha, empanadas y papines, entre otros. 
La ofrenda fue encabezada por el intendente Leopoldo Salva, acompañado de funcionarios locales y legisladores del departamento Los Andes y de Cachi. “Cada año hay mucha algarabía e ilusión. Queremos a la Tierra y ella a nosotros también, porque nos brinda toda su riqueza. Hay que cuidarla porque es nuestra vida”, sostuvo a El Tribuno el jefe comunal.
Ya al mediodía, partieron en procesión con una imagen de cerámica representativa de la Pachamama hasta la plaza de la Cultura Andina, donde aguardaban decenas de turistas de distintas nacionalidades. Según datos de la comuna local, hubo lleno total y se duplicó la cifra de visitantes del año anterior. “Ya no teníamos alojamiento y debimos recurrir a las casas de familia”, informó el intendente. En la plaza, niños y jóvenes del grupo Phukuna, que en quechua significa soplido, hicieron bailar a todos los presentes con sus sikus, bombos y guitarras. 
El momento más esperado llegó con la ofrenda a la Madre Tierra. Abuelos y nietos, viejos y jóvenes, en todos se veía la fe y la devoción hacia la querida “Pachita”, como la llaman cariñosamente. El maestro ceremonial, junto a su pequeño nieto de cuatro años, pidió por la paz, el cuidado del medio ambiente, el pan, el trabajo que “da dignidad a las personas” y porque “los jóvenes sepan valorar el esfuerzo de los padres y su cultura”. 
Muchos de los visitantes se emocionaron hasta las lágrimas. La atmósfera creada en el lugar era, simplemente, mágica. “Es la primera vez que venimos. No conocíamos este rito. Estoy muy orgullosa como argentina”, contó Marta, una turista de Buenos Aires, una de las tantas visitantes que no paraban de sacar fotos, filmar y bailar carnavalitos. Todos, sin excepción, realizaron su convite a la Madre Tierra.
“La Pachamama siempre me ayudó, con mis hijos, mi familia y mis sembradíos. Hoy ya no le pido nada, le doy gracias por todo lo que tengo”, señaló Simona Taritolay (64), que aprendió a honrar a la Madre Tierra de sus padres y hoy continúa con la tradición, pero acompañada por sus hijos y nietos. 
El encanto de esta costumbre andina, la única que sobrevivió a la colonia, renace hoy no solo a través de valores como el cuidado del medio ambiente y la conciencia ecológica, sino también en el espíritu comunitario, ya que los convites tienen un marcado matiz social. Se hacen entre todos, sea la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Lo cierto es que año tras año este rito prehispánico, que se combina con rezos a Dios y a la Virgen María, se expresa con mayor intensidad y un profundo respeto y orgullo de las propias tradiciones.

 

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