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Zanchetta, desgastado pastor, dejó en Orán una grieta eclesial

Desmanejo de fondos, presión narco y crisis depresiva, los otros supuestos de su salida.Fuentes del Vaticano y de dos diócesis aportaron respuestas sobre su alejamiento.
Sabado, 12 de agosto de 2017 00:00

El pasado viernes 4, el administrador apostólico Andrés Stanovnik reunió a los sacerdotes de la Diócesis de Orán para animarlos en su misión pastoral. El día anterior, en el primer oficio religioso que celebró en el norte, el prelado había instado a todos a "evitar la disgregación con lecturas e interpretaciones del pasado".

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El pasado viernes 4, el administrador apostólico Andrés Stanovnik reunió a los sacerdotes de la Diócesis de Orán para animarlos en su misión pastoral. El día anterior, en el primer oficio religioso que celebró en el norte, el prelado había instado a todos a "evitar la disgregación con lecturas e interpretaciones del pasado".

El mensaje caló hondo en una comunidad eclesiástica que en los últimos tiempos vio agrandarse una grieta entre el obispo y muchos de los sacerdotes de la extensa diócesis que abarca 55.000 kilómetros de los departamentos Orán, San Martín, Rivadavia, Iruya y Santa Victoria.

"Zanchetta era muy poco accesible, tenía una cuota de soberbia y disfrutaba del poder que le daba el cargo", contaron laicos con activo trabajo en las comunidades parroquiales.

"Con su personalidad tan rígida, alejó de sus parroquias a curas jóvenes, de gran carisma, como el padre Darío Billordo, David Pintos y Rubén Gutiérrez, un cura muy querido por el Papa", aseguraron.

"Quizás por temor a que opacaran su autoridad, a ninguno le permitía hablar con libertad con la prensa, para contar la realidad que vivían las comunidades más olvidadas de Orán, San Martín y Rivadavia", comentaron las fuentes parroquiales.

Otro alejamiento lamentado fue el del misionero José Auletta, quien dejó huellas imborrables y penas por su sentida ausencia en barrios carenciados y comunidades originarias del norte.

El religioso de la orden Madre de la Consolata se desempeñó desde diciembre de 2015 hasta los primeros meses de 2017 en la parroquia San Ramón Nonato, de Tartagal, donde desplegó un notable trabajo social. Una mañana la feligresía de la ciudad cabecera del departamento San Martín despertó con su sorpresivo traslado a Buenos Aires y desde entonces no encontró respuestas ni consuelo a semejante pérdida.

Auletta junto a otros sacerdotes, como el párroco Luis Manco, habían impulsado proyectos que dotaron a barrios humildes y asentamientos aborígenes de agua potable, cloacas y otros servicios esenciales, con donaciones gestionadas ante fundaciones europeas. También había desplegado una comprometida labor de contención de niños y jóvenes de las barriadas más conflictivas de Tartagal. Por eso, aquella feligresía que acompañaba las iniciativas con fervor, nunca terminó de entender la decisión de sus superiores.

"El padre Auletta era una piedra en el zapato de muchos políticos que seguramente influenciaron su inexplicable traslado a Buenos Aires", dijo una fuente cercana que pidió reserva de identidad.

Como delegado para la Cuestión Aborigen del Noroeste Argentino y miembro del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (Endepa), Auletta defendía a capa y espada a las comunidades originarias del norte de Salta y Jujuy, su derecho a la tierra, al agua potable y la educación. Su traslado a Buenos Aires no tuvo argumento alguno que lo justifique.

Desde su exilio, en el barrio porteño de Flores, prometió "hacer lo posible para seguir brindando servicios para la causa indígena".

Su último gran aporte en Tartagal fue un proyecto de agua que encaró en la comunidad wichi de Kilómetro 6 junto al cacique Juan de Dios López.

Félix Calderón, dirigente guaraní de la comunidad 9 de Julio, de 70 años, aún recuerda a Auletta como "una bendición para los barrios más pobres". Aseguró: "Nunca nadie se ocupó tanto de nosotros". Y soltó una pregunta atragantada: "¿Por qué se lo llevaron en tan poco tiempo?".

Ante los cuestionamientos que desataron los traslados de Auletta y otros curas misioneros, Zanchetta respondió que "muchos quieren responsabilizar al obispo, pero eso es injusto".

La explicación episcopal fue que el padre Mauricio Guevara, provincial de la orden de la Consolata, dispuso los cambios porque se fundó una nueva comunidad en Yuto (Jujuy) hacia donde se necesitaba desplazar a algunos misioneros como Manolo García, Antonio Merigo y propio Auletta. El trasladado de este último sacerdote a Buenos Aires, con el mismo cargo, no dejó dudas de la grieta eclesiástica.

El mismo impacto tuvo en la comunidad de la parroquia Nuestra Señora de Luján, de Salvador Mazza, el traslado del cura Merigo a otro destino fuera de la Diócesis de Orán.

 

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