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“La ciencia y la educación son lo más importante que tiene un país”

Julián Bautista es físico y trabajaba en un proyecto internacional que hace un mapa del universo.
Sabado, 12 de agosto de 2017 23:39

Se fue del país cuando tenía dos años. Sin embargo, lleva en su alma la argentinidad: toma mate, juega al fútbol y cree que sus hijos —cuando los tenga— también lo harán. Madruga para ver los partidos de la Selección de fútbol y también los más importantes de su club favorito, Boca Juniors. Le encanta volver a Campo Quijano, en Salta, donde vive gran parte de su familia.
La historia de Julián Bautista no pasa desapercibida. A los 29 años ya ha vivido en cuatro países —en setiembre sumará el quinto—, maneja cuatro idiomas y ha finalizado un posdoctorado en astrofísica y astronomía, trabajando en un proyecto internacional que hace un mapa del universo. En sus andanzas lo acompaña su pareja, Caroline Champougny, de 25 años, quien se formó en neurociencias y lingüística y trabaja como profesora de francés.
En diálogo con El Tribuno, Julián dejó un mensaje a los gobiernos: “Tienen que pensar en la ciencia y en la educación, que son lo más importante que tiene un país para desarrollar todo. Un país educado es uno desarrollado, que va adelante, y la ciencia es un aspecto de esa inversión en educación”.

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Se fue del país cuando tenía dos años. Sin embargo, lleva en su alma la argentinidad: toma mate, juega al fútbol y cree que sus hijos —cuando los tenga— también lo harán. Madruga para ver los partidos de la Selección de fútbol y también los más importantes de su club favorito, Boca Juniors. Le encanta volver a Campo Quijano, en Salta, donde vive gran parte de su familia.
La historia de Julián Bautista no pasa desapercibida. A los 29 años ya ha vivido en cuatro países —en setiembre sumará el quinto—, maneja cuatro idiomas y ha finalizado un posdoctorado en astrofísica y astronomía, trabajando en un proyecto internacional que hace un mapa del universo. En sus andanzas lo acompaña su pareja, Caroline Champougny, de 25 años, quien se formó en neurociencias y lingüística y trabaja como profesora de francés.
En diálogo con El Tribuno, Julián dejó un mensaje a los gobiernos: “Tienen que pensar en la ciencia y en la educación, que son lo más importante que tiene un país para desarrollar todo. Un país educado es uno desarrollado, que va adelante, y la ciencia es un aspecto de esa inversión en educación”.

Una vida andante

La mamá y el papá de Julián se mudaron a Brasil cuando el tenía dos años. Allí creció y llegó a hacer los primeros tres años de la carrera de Física en la Universidad de San Pablo. A los 19 ganó una beca para estudiar en la École Polytechnique de París, Francia, donde terminó la licenciatura. Luego hizo la maestría y el doctorado en la Universidad Diderot, en la que se formó en cosmología, astronomía y astrofísica.
Después de haber estado siete años en París y haber terminado el doctorado, fue a la Universidad de Utah en Salt Lake City, Estados Unidos, con un contrato de tres años para hacer el posdoctorado en el Sloan Digital Sky Survey.
Este proyecto, que nació de la Fundación Sloan en 2000, consiste básicamente en hacer un mapa del universo. Más de 100 universidades e institutos de todo el mundo participan y contribuyen con análisis de datos, infraestructura o dinero. “Se mira el cielo de una manera más o menos automatizada y hay un equipo que se ocupa de observarlo todas las noches. El Survey hizo, por ejemplo, el mapa más grande del universo en tres dimensiones, de las galaxias y también de la nuestra”, relató Julián. 
“Desde chiquito siempre me gustó esto. En San Pablo no se ven las estrellas. Entonces en la televisión siempre miraba documentales del universo, las galaxias, las estrellas y los planetas. Todo eso me encantaba. Como me iba bien en la escuela, quería ser científico, más que jugador de fútbol. Al final me salió bien”, evaluó.

Un futuro prometedor

Antes de que terminara el contrato en Utah, Julián recibió una oferta de trabajo en otro instituto que participa en el mismo proyecto. En septiembre se instalará con Caroline en Portsmouth, que queda en la costa sur de Inglaterra, a dos horas de Londres.
Como su pasión, además de la investigación, es la docencia —mientras hacía el doctorado, enseñaba física en la Diderot—, se postuló en varias universidades. “Mi sueño es ser profesor universitario de física y hacer investigación en astronomía y astrofísica, aunque es muy difícil. La competencia es muy dura y en todos los países hay el mismo problema: no hay dinero para la ciencia en general. Entonces hay muy pocos lugares donde conseguir un trabajo permanente. Hay gente muy buena que no encuentra puestos de profesor y se va a trabajar en un banco, en empresas o hace otra cosa”, lamentó. 
“La educación es muy importante y la gente no se da cuenta. Piensa que a los maestros hay que pagarles nada y que es un trabajo muy malo. No es así. Los maestros sufren mucho y tienen el mejor trabajo que existe en el planeta: pasar a la generación siguiente el conocimiento de todos. No es posible que alguien piense que la educación no es la prioridad”, expresó.

Pros y contras

Julián contó que lo que más le gusta de su vida es la libertad de viajar y conocer un montón de lugares, gracias a la ciencia y al proyecto que lo lleva por el mundo con reuniones y conferencias. Aseguró que lo que más le cuesta es estar lejos de la familia. “Eso es lo más duro: tener que esperar un año para ver a mi mamá y a mi papá y, con suerte, a tíos y primos. Me fui a los 19 años de casa y la mudanza fue drástica. No sabía ni lavar mi ropa. Tuve que aprender todo. Desde el principio eso fue muy difícil”, recordó. 
Para no extrañar tanto, Julián viaja a San Pablo, donde vive su mamá, y a Minas Gerais, donde vive su papá. Cuando puede trata de ir a Buenos Aires y a Campo Quijano, donde tiene hermanos, tíos y primos. Su papá lo visitó dos veces en París y llevó al hermano más chico. A su mamá Julián le compró los pasajes para que lo visitara. “A los jóvenes que salen del país para seguir su vida afuera, yo les digo que nunca se olviden de la familia, de dónde vienen ni de su cultura. Aunque uno salga, vaya a Estados Unidos y consiga mucho dinero, uno no puede olvidar a su familia. Volver a visitarla es muy importante y también que la cultura esté latente y pase a sus hijos. Por ejemplo, mis hijos van a tomar mate y jugar al fútbol, más allá del lugar del mundo en el que esté”. 
Julián dijo que no encontró el país ideal, pero que se siente en su casa cuando vuelve a Campo Quijano. “Lo que más me gusta es ver la alegría y la locura de la familia. Me encanta esa locura, que es parte de mi papá y de mí también. Es lindo saber que están ahí siempre, que mis primos y tíos tienen su hogar y me reciben con mucho cariño. Eso no tiene precio”, dijo.
 

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