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Producir, en serio

Viernes, 18 de agosto de 2017 00:00

Aunque la campaña política va a continuar hasta fines de octubre, cuando se haga la votación de medio término, los resultados obtenidos en las PASO debieran ser lo suficientemente tranquilizadores para el Gobierno como para que retome, aunque sea en parte, la actividad ejecutiva, muy postergada por la dedicación al proselitismo eleccionario, en muchos casos casi full time, de buena parte de los funcionarios.

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Aunque la campaña política va a continuar hasta fines de octubre, cuando se haga la votación de medio término, los resultados obtenidos en las PASO debieran ser lo suficientemente tranquilizadores para el Gobierno como para que retome, aunque sea en parte, la actividad ejecutiva, muy postergada por la dedicación al proselitismo eleccionario, en muchos casos casi full time, de buena parte de los funcionarios.

Los tiempos políticos no son, muchas veces, los de la sociedad, mucho menos los de la producción, y menos todavía los de la naturaleza. De ahí la importancia de comenzar rápidamente con acciones concretas pues, en el caso del campo, ya hubo dos campañas "jugadas" (la 16/17 y la actual 17/18) que, si bien, mostraron un mejor humor de parte del campo y las ganas de volver a apostar, no representaron grandes avances concretos.

Tampoco hace falta insistir con el retroceso de actividades centrales como la lechería o la fruticultura, ni el estancamiento parcial de la ganadería o la pesca, que tienen un potencial muchísimo mayor que el que vienen manifestando.

Pero lo crucial del tema es que la producción agroindustrial es central a la hora de negociar con otros países. Los alimentos, además de ser los productos más competitivos que tiene la Argentina respecto a las condiciones agroecológicas para su producción, fueron hasta ahora los únicos que habían logrado exportarse sin mayor ayuda, y hasta con impuestos a la exportación, las mal llamadas retenciones. Sin embargo, la inflación, el aumento de costos, la presión fiscal, las cargas laborales, el blanqueo de tarifas y el tipo de cambio, entre otros puntos, vienen deteriorando también la perfomance exportadora de este sector, que siempre constituyó la fuerza de tracción en los mercados externos. Tanto es así que la agroindustria justificó históricamente alrededor de 58%-60% de las divisas que ingresaban al país, porcentaje que en los últimos años llegó a alcanzar un alarmante 70%, debido a la caída de las ventas de otros rubros.

"Ahora sobran los dólares", sostienen algunos cortoplacistas intentando minimizar el rol de las exportaciones y aludiendo a las partidas que ingresan con destino a solventar gastos, muchos de ellos corrientes, pero eso es "deuda", mientras que la producción y las mayores exportaciones constituyen generación de recursos y fuentes de trabajo, tal vez con algún endeudamiento comercial, de corto plazo, y solo en ciertos casos. Para que ocurra el cambio y se revierta el acrecentamiento continuo de pasivos, el país debe ingresar en el círculo virtuoso de la competitividad, con condiciones similares a las que registran los principales países y regiones competidoras, como la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos, o Australia. Y esto implica cambios en la política impositiva, laboral, y cambiaria, además de un fuerte plan de infraestructura que, si bien ya comenzó, todavía dista de alcanzar los niveles que se requieren para acelerar las postergadas obras. El atraso en la corrección de estas cuestiones demorará la baja y/o eliminación del famoso "costo argentino", sin lo cual no hay posibilidades de crecimiento real.

Hoy la Argentina parece estar dispuesta, nuevamente, a insertarse en el mundo y negociar en forma multilateral pero, ¿con qué? ¿cuáles son los productos que están en condiciones de competir?, ¿cuáles pueden crecer en forma sostenida sin ayudas "adicionales", y sostenes arbitrarios?, ¿cuál es la moneda de canje con la que la Argentina pretende negociar? Se descarta que la respuesta, en casi todos los casos, pasa por los alimentos y las tecnologías conexas, pero entonces surge la gran cuestión: ¿y qué va a comprar, que está dispuesta a importar? y, ¿con qué lo va a pagar?, ¿con más deuda?.

 

 

 

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