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Grandezas y miserias de las victorias parciales

Sabado, 19 de agosto de 2017 00:00

Dicen que Marcos Peña tiene una idea fija. La disolución, dispersión o insignificancia del radicalismo y el peronismo y la construcción de un nuevo sistema político que gire en torno del Sol PRO. Los números de la Gran Encuesta Nacional, las PASO del domingo 13 de agosto, ¿dan alas a ese sueño?.

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Dicen que Marcos Peña tiene una idea fija. La disolución, dispersión o insignificancia del radicalismo y el peronismo y la construcción de un nuevo sistema político que gire en torno del Sol PRO. Los números de la Gran Encuesta Nacional, las PASO del domingo 13 de agosto, ¿dan alas a ese sueño?.

­Tenga mano, tallador! El macrismo ciertamente está demostrando fortaleza electoral. Le ha asestado algunas derrotas sangrantes al peronismo. Y ha logrado enmudecer al radicalismo en Provincia de Buenos Aires y Capital. Pero la apabullante victoria en la Capital fue de la mano de Lilita Carrió. El cerco sobre Lousteau fue exitoso. El anhelo de Rodríguez Larreta de sacárselo de encima para el 2019 logra hasta hoy un resonante respaldo. Muchos felicitan a Durán Barba. Le atribuyen la candidatura de Bullrich y otras precisiones de la campaña, seguramente certeras. Pero el consultor, se sabe, no quiere a Lilita ni a los radicales. Sin Carrió no hubiese arañado el cincuenta por ciento de los votos porteños. Sin los radicales era impensable la victoria en Córdoba, por hablar de los triunfos de mayor impacto. Sin contar las docenas de intendentes bonaerenses que ayudaron a la votación de Bullrich (aunque otros radicales siguieran enojados).

Los radicales aún discuten si les fue bien o mal. Veamos.

En Jujuy Morales ganó bien, pero con menos votos de los que esperaba. En Mendoza, la provincia más grande en manos radicales, el triunfo también fue claro pero también con menos luz de la esperada. En la provincia de Buenos Aires los amigos del vicegobernador Daniel Salvador rescatan el aumento de radicales en la legislatura provincial y la Cámara de Diputados. Sus objetores marcan el ninguneo de los candidatos radicales, que no aparecieron en ningún evento relevante; fuera de los pequeños distritos, el gran público no recibió mensaje alguno de la UCR. Como suele ocurrir, todo el mundo tiene razón.

En Córdoba, quedó dicho, los radicales fueron clave en la victoria sobre un peso pesado como el gobernador Schiaretti. Ni hablar de Costa, el radical que apabulló a Alicia Kirchner. Y la coalición UCR-PRO que venció en Entre Ríos, La Pampa y San Luis.

En Chaco, acaso Cambiemos habría ganado si en lugar de incorporar una lista limitada a Aída Ayala seguida de la Coalición Cívica y el PRO, dos fuerzas fantasmagóricas en la provincia, hubiera convergido con el aún potente Angel Rozas.

Córdoba y Santa Fe son dos provincias que en 2019 puede ganar cualquiera. Peronistas, macristas, socialistas, incluso dos radicales.

Las derrotas de Tucumán, Catamarca y La Rioja golpean a los radicales en tres distritos que aspiran a disputar en 2019 y hoy parecen demasiado lejanos. En la victoria de La Pampa la torpeza internista dejó dos listas radicales enfrentadas; por el medio, con menos votos, se filtró el PRO y les ganó a ambas. Las campañas fueron pobres, el debate inexistente, las propuestas irrisorias (tener confianza vs. qué mal estamos). El nivel periodístico resultó alarmante, sobre todo al final, cuando experimentados profesionales hacían preguntas de aprendices. Y nunca exigieron a funcionarios y mandatarios, al revés de lo ordenado en los manuales de estilo, la academia y las prácticas aceptadas. Las encuestas volvieron a fallar. No hay caso, cada elección es como la Argentina. Desigual y combinada.

 

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