Todos juegan para él en el Barcelona. Eso decían desde los tiempos de Guardiola. Era la explicación que lo eximía de culpas cuando se ponía la celeste y blanca. Pero aquello nunca fue tan cierto. Era solo una forma de graficar el respaldo que tenía Messi a sus espaldas. Una estructura que hoy parece estar debilitada. Digamos “parece” porque, aún en crisis, el 90% de los rivales que tendrá Barcelona en la liga son inferiores. Pero ya sin sus compinches Neymar -que no volverá más- y Luis Suárez -lesionado- y con un proceso que está llegando al punto máximo de su propia parábola, el escenario para el crack ha cambiado. Una prueba que en su club pocas veces se la ha presentado. O nunca. En cambio, en el seleccionado, las ha tenido siempre. Y por lo general, Messi los aprueba aún cuando el resultado colectivo no terminaba siendo el mejor. En hechos concretos, si no hubiera sido por Messi en el último mundial, Argentina hubiera tenido que rezar para sortear la primera fase. Y sus pinceladas siguientes fueron esenciales (el pase gol a Di María frente a Suiza y su participación previa en el golazo del Pipa Higuaín contra Bélgica). Después hay otra historia que lo condena.
Pero está claro que Messi sí puede. Los mejores siempre pueden. Maradona condujo a un Nápoli con escasas figuras y México 86 es otro ejemplo. El Diego era más cerebral y conductor; Messi, con su estilo más frontal y veloz, también puede lograrlo. El crack saldrá a jugar hoy sin las estrellas que siempre supo tener a su lado en al Barça (no olvidar a Ronaldinho, Samuel Eto’o, Villa, Ibrahimovic y Alexis Sánchez). Hoy, sus socios más cercanos serán Paco Alcácer (reemplazará a Suárez) y Gerard Deulofeu (volvió del Milan y hará de Neymar). Tras la MSN, la MAD, por decirlo de algún modo, no tiene rodaje y demandará mucho más del crack argentino, hasta que vuelva el uruguayo o hasta que se acomode Paulinho.
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Todos juegan para él en el Barcelona. Eso decían desde los tiempos de Guardiola. Era la explicación que lo eximía de culpas cuando se ponía la celeste y blanca. Pero aquello nunca fue tan cierto. Era solo una forma de graficar el respaldo que tenía Messi a sus espaldas. Una estructura que hoy parece estar debilitada. Digamos “parece” porque, aún en crisis, el 90% de los rivales que tendrá Barcelona en la liga son inferiores. Pero ya sin sus compinches Neymar -que no volverá más- y Luis Suárez -lesionado- y con un proceso que está llegando al punto máximo de su propia parábola, el escenario para el crack ha cambiado. Una prueba que en su club pocas veces se la ha presentado. O nunca. En cambio, en el seleccionado, las ha tenido siempre. Y por lo general, Messi los aprueba aún cuando el resultado colectivo no terminaba siendo el mejor. En hechos concretos, si no hubiera sido por Messi en el último mundial, Argentina hubiera tenido que rezar para sortear la primera fase. Y sus pinceladas siguientes fueron esenciales (el pase gol a Di María frente a Suiza y su participación previa en el golazo del Pipa Higuaín contra Bélgica). Después hay otra historia que lo condena.
Pero está claro que Messi sí puede. Los mejores siempre pueden. Maradona condujo a un Nápoli con escasas figuras y México 86 es otro ejemplo. El Diego era más cerebral y conductor; Messi, con su estilo más frontal y veloz, también puede lograrlo. El crack saldrá a jugar hoy sin las estrellas que siempre supo tener a su lado en al Barça (no olvidar a Ronaldinho, Samuel Eto’o, Villa, Ibrahimovic y Alexis Sánchez). Hoy, sus socios más cercanos serán Paco Alcácer (reemplazará a Suárez) y Gerard Deulofeu (volvió del Milan y hará de Neymar). Tras la MSN, la MAD, por decirlo de algún modo, no tiene rodaje y demandará mucho más del crack argentino, hasta que vuelva el uruguayo o hasta que se acomode Paulinho.