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Cocina todos los días para 550 chicos y le queda tiempo para ser modista

María Eva Gallardo es la responsable del servicio de comedor del Hogar Escuela.
Domingo, 20 de agosto de 2017 00:43

Eva transita ya los 67 años y desde los 44 que se dedica -en forma profesional- a la cocina. Antes estuvo 20 años solo preparando platos para su familia: sus cuatro hijas y su esposo. Pero las vueltas de la economía la hicieron buscar trabajo afuera de su casa. 

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Eva transita ya los 67 años y desde los 44 que se dedica -en forma profesional- a la cocina. Antes estuvo 20 años solo preparando platos para su familia: sus cuatro hijas y su esposo. Pero las vueltas de la economía la hicieron buscar trabajo afuera de su casa. 

“Salí a trabajar porque mi esposo había quedado sin empleo. En aquel momento nuestra hija mayor había empezado la universidad en Córdoba. Él me decía: ‘Tendrá que volverse’. Pero yo dije ‘no’. Además, mi hija era buena estudiante. No podíamos hacerle eso”, recuerda María Eva Gallardo, mientras comparte con  El Tribuno un vaso de agua en una de las mesas de la cocina del Hogar Escuela. 

Un salón de 15 metros de ancho por 20 de largo lleno de ollas y cucharones es el espacio donde, de lunes a viernes, trabaja Eva. 

Esta mujer vive en la zona sur y entra a trabajar a las 7. “Salgo de mi casa a las 6.10 y tomo el colectivo de las 6.20. Si se me pasa, llego tarde y a mí me gusta ser puntual. A las 6.55 ya estoy en la puerta”, cuenta, para luego agregar que también es modista.

Eva llegó desde Yacuiba para estudiar en Salta en la escuela Martina de Gurruchaga. De joven cursó corte y confección. “Esa es mi profesión. Y cuando vuelvo a casa a la tarde me doy una ducha, tomo unos mates y agarro la máquina. Hago hasta vestidos de novia”, dice, sin darle demasiada importancia a la cantidad de tareas de las que se ocupa. 

Recetas a ojo

Eva sirve todos los días 550 desayunos y la misma cantidad en almuerzos y meriendas, para los chicos del Hogar Escuela. Si bien el equipo de trabajo está integrado por 10 personas, solo ella y un cocinero más son los encargados de la elaboración de las comidas. El resto atiende el comedor y da una mano con la producción. 

“Estamos organizados los dos. Para el día siguiente dejamos todo listo. Por ejemplo, si vamos a hacer pastel de papa, dejamos el puré listo y las verduras cortadas para el relleno que, junto con la carne, cocinamos en el día”, detalla. 

En el Hogar Escuela las clases son de lunes a viernes hasta las 18. Un grupo de 220 alumnos, de los 550, vive en la institución durante la semana. 

La cocina cuenta con una docena de hornos industriales y dos marmitas a vapor de 500 litros, ollas gigantes en las que se mantiene el agua caliente para la producción de los alimentos.

“Antes de la remodelación de la cocina teníamos una marmita que se inclinaba, fácil de manejar porque entonces hacías la sopa ahí y la volcabas a las ollas para llevar al comedor”, recuerda Eva.

En esas marmitas, Eva mantiene el agua caliente para cargar los termos con té o mate que sirven, alternados con leche chocolatada. La dieta de los chicos está elaborada por una nutricionista, que también incluye los postres en las preparaciones diarias. “Se hacen flanes, gelatinas y anchi”, cuenta la cocinera. 

Acostumbrada a las grandes cantidades, Eva destaca que, por ejemplo, el flan se hace en los tachos de cocina y se sirve en las compoteras para que se enfríe. Consultada sobre las cantidades, Eva no dudó en afirmar: “Mido a ojo y siempre me sale bien”.
 
Caritas que emocionan

Las horas de trabajo de Eva en el Hogar Escuela no solo transcurren en la cocina. Sabe que charlar con los comensales es lo mejor para enterarse de cómo estuvo la comida. Así que Eva siempre se escapa al comedor para hablar con los chicos. “Les pregunto si les gustó y siempre me dicen que estuvo rico, pero enseguida quieren saber qué comemos mañana”, dice Eva.

“Siempre hay alguno que pide repetir y a veces las raciones están justas. Pero les ves la carita y...”, comparte.

El servicio de la cocina en el Hogar Escuela está tercerizado, y se trabaja para servir un determinado número de platos. La tarea de Eva muchas veces se complica cuando los chicos se presentan en la puerta de la cocina pidiendo “un poquito más”. “Mirás esas caritas y te emocionás”, confiesa, para luego acotar que ya es abuela. 

“Hay que perfeccionarse”

Después de más de 20 años en la cocina, esta mujer no duda en asegurar que el perfeccionamiento es muy importante. 

“Hay que hacer los cursos para mantenerse al día. Ahora tengo varios chicos de compañeros de trabajo, a los que les explico todo lo que puedo. No hay que ser egoísta”, afirma Eva, teniendo en cuenta que ella comenzó a trabajar en la cocina solo con la experiencia de haber alimentado a su familia. 

“Freddy Soria y su papá fueron los que me dieron una mano. Yo me retiré con el papá de Freddy y, cuando él se animó a crear Vinolvidable, no dudé en acompañarlo”, expresó Eva, que se ha convertido en la estrella de este emprendimiento. 

En noviembre, junto a un compañero, la mujer viajará a Buenos Aires para participar de un concurso de chef. 

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