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Educación y religión

Jueves, 24 de agosto de 2017 00:00

Estamos transcurriendo un tiempo de inquietud e incertidumbre respecto de la enseñanza religiosa escolar en nuestra provincia de Salta, consagrada en el artículo 49 de la Constitución Provincial. El planteo legal realizado por un grupo de padres de alumnos de escuelas públicas contra el Estado provincial, por permitir el dictado de clases de religión, a las cuales las consideran adoctrinamiento y discriminatorias ha llegado, como se esperaba, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Desnuda por cierto, el avasallamiento de los poderes nacionales sobre la autonomía de las provincias, que existen antes que la Nación, y no deja de ser una bofetada al federalismo tan proclamado por este país. Más allá de lo que se resuelva en la Suprema Corte, la provincia, en su área de educación tendrá que ir implementando la aplicación correcta de la ley que habla de la pluralidad en el ejercicio de la docencia en materia de religión. Considerando siempre, que el Estado es un delegado responsable del derecho original a educar que es propio de los padres sobre sus hijos, y compartido a quienes ellos quieren delegar.

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Estamos transcurriendo un tiempo de inquietud e incertidumbre respecto de la enseñanza religiosa escolar en nuestra provincia de Salta, consagrada en el artículo 49 de la Constitución Provincial. El planteo legal realizado por un grupo de padres de alumnos de escuelas públicas contra el Estado provincial, por permitir el dictado de clases de religión, a las cuales las consideran adoctrinamiento y discriminatorias ha llegado, como se esperaba, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Desnuda por cierto, el avasallamiento de los poderes nacionales sobre la autonomía de las provincias, que existen antes que la Nación, y no deja de ser una bofetada al federalismo tan proclamado por este país. Más allá de lo que se resuelva en la Suprema Corte, la provincia, en su área de educación tendrá que ir implementando la aplicación correcta de la ley que habla de la pluralidad en el ejercicio de la docencia en materia de religión. Considerando siempre, que el Estado es un delegado responsable del derecho original a educar que es propio de los padres sobre sus hijos, y compartido a quienes ellos quieren delegar.

No se puede excluir a Dios de las escuelas, sobre todo porque es un derecho de los padres determinar el tipo de educación que quieren para sus hijos, y prohibir la presencia de estudio del hecho religioso, sea de cualquier religión, constituye un avasallamiento del derecho natural de los padres.

De cualquier manera, quiero comentar una expresión de una señora muy pensante, historiadora e investigadora, que profesa la fe católica y es una gran servidora de la iglesia, cercana a la jerarquía, cuando me dijo: "Estamos peleando por el vuelto chico". Estamos peleando por la educación religiosa de los niños de 6 a 12 años, mientras descuidamos nuestra labor de evangelización frente al resto, compuesto por adolescentes, jóvenes y adultos; familias que se disuelven porque no encuentran el camino del amor y jóvenes que se pierden en el sinsentido de las adicciones, que ni estudian ni trabajan y buscan un horizonte cercano, fácil y vano para su existencia. Esta batalla legal es la punta del iceberg de un nuevo paradigma, la cristiandad ha terminado. El posmodernismo no admite una estructura de poder que condicione su modelo. Me pregunto si la batalla es contra Dios o contra las religiones. Y hay de todo un poco, desde el fanatismo pseudo-ateo que pretende ir por todo, despojando a la sociedad de toda expresión o simbología religiosa, al simplismo de un reaccionario anticlerical.

La Iglesia Católica y en general las otras confesiones religiosas, deberían estar preparando nuevas estrategias de acercamiento a los niños y jóvenes si quedaran excluidas de las escuelas públicas. Es un desafío y una gran oportunidad para poner en marcha un proyecto de evangelización con los pies en la tierra. Replantear sus metodologías de enseñanza y transmisión del mensaje cristiano, porque muchos de nuestros gobernantes son egresados de los colegios religiosos o confesionales, y hay algunos que, al parecer, no les hizo mella la Palabra de Cristo.

Se gane o se pierda "el vuelto chico", es necesario poner a la iglesia en salida, como lo pide el papa Francisco. El Evangelio de Cristo debe actuar transversalmente en toda la historia personal y social del estudiante, incluso en el ámbito profesional. No se trata de dar doctrinas ni aprender dogmas de memoria, se trata de comunicar vida. Y se hace con hechos y palabras, con la pedagogía del Evangelio. No existe un divorcio entre la ciencia y la fe. Un profesional egresado de un centro cristiano de estudio, de cualquier nivel, debe ser ante todo un verdadero discípulo de Cristo, no por rezador, sino por su sentido profundamente humano en su profesión y en la vida.

Un hombre que camina en esperanza y tiene una mirada de misericordia.

En un pueblo donde el hombre es un ser esencialmente religioso, no será fácil quitar a Dios de su vida co tidiana.

 

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