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Ceferino Reato: “Cada vez que muere alguien trascendente, en la Argentina nace un mito. Somos un país trágico”

Domingo, 27 de agosto de 2017 23:03

El periodista Ceferino Reato se ha convertido en un escritor transgresor, al menos para ciertas miradas de la época. Desde hace una década viene reconstruyendo episodios de los últimos cuarenta años en base a investigaciones sobre fuentes. Operación traviata desmitificó la muerte de José Rucci poniendo nombre y apellido a los ejecutores del crimen. Su reportaje a Jorge Rafael Videla horrorizó a los defensores de los derechos humanos pero lo cierto es que por primera vez el máximo responsable de la represión ilegal admitió la existencia de desaparecidos. 
Su última obra, que será presentada en Salta en noviembre, es “Salvo que me muera antes” -El día que murió Kirchner; la noche que nació el cristinismo-. “Los antikirchneristas acérrimos me reprochan que yo la humanizo a Cristina. Pero yo soy periodista”, dijo Reato al dialogar con El Tribuno sobre el libro.
“Pará de gritar, loco! Fui yo quien les dio la orden; ya no hay nada que hacer. Y mandate a mudar de acá!”, esa frase textual le atribuye el libro a Cristina, pocos minutos después de que le confirmaran la muerte de Néstor. Sus reproches están dirigidos a un desesperado Rudy Ulloa que pedía a los médicos que intentaran algo. Esa misma mujer, que acababa de convertirse en viuda, había estado durante todo el tiempo intentando darle ánimo. La narración aniquila el mito del asesinato del expresidente a manos del edecán o de su hijo Máximo. También contrasta con esa mujer enérgica e imperturbable que mostró la televisión durante las trece horas que duró el funeral.
Claro, desilusiona el morbo.
Reato señala que el misterio que cultivaron los Kirchner alimentó esas fantasías pero también fue convirtiendo la vida de la pareja y los doce años de permanencia en el poder en un capítulo de la mitología argentina.

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El periodista Ceferino Reato se ha convertido en un escritor transgresor, al menos para ciertas miradas de la época. Desde hace una década viene reconstruyendo episodios de los últimos cuarenta años en base a investigaciones sobre fuentes. Operación traviata desmitificó la muerte de José Rucci poniendo nombre y apellido a los ejecutores del crimen. Su reportaje a Jorge Rafael Videla horrorizó a los defensores de los derechos humanos pero lo cierto es que por primera vez el máximo responsable de la represión ilegal admitió la existencia de desaparecidos. 
Su última obra, que será presentada en Salta en noviembre, es “Salvo que me muera antes” -El día que murió Kirchner; la noche que nació el cristinismo-. “Los antikirchneristas acérrimos me reprochan que yo la humanizo a Cristina. Pero yo soy periodista”, dijo Reato al dialogar con El Tribuno sobre el libro.
“Pará de gritar, loco! Fui yo quien les dio la orden; ya no hay nada que hacer. Y mandate a mudar de acá!”, esa frase textual le atribuye el libro a Cristina, pocos minutos después de que le confirmaran la muerte de Néstor. Sus reproches están dirigidos a un desesperado Rudy Ulloa que pedía a los médicos que intentaran algo. Esa misma mujer, que acababa de convertirse en viuda, había estado durante todo el tiempo intentando darle ánimo. La narración aniquila el mito del asesinato del expresidente a manos del edecán o de su hijo Máximo. También contrasta con esa mujer enérgica e imperturbable que mostró la televisión durante las trece horas que duró el funeral.
Claro, desilusiona el morbo.
Reato señala que el misterio que cultivaron los Kirchner alimentó esas fantasías pero también fue convirtiendo la vida de la pareja y los doce años de permanencia en el poder en un capítulo de la mitología argentina.

Los argentinos nunca terminamos de enterrar a nuestros muertos...
El nuestro es un país enamorado de la muerte. Un país trágico. Cada vez que muere alguien trascendente, se genera un mito. En el caso de Néstor Kirchner, además, las circunstancias ayudan. Ellos nunca fueron muy proclives a las precisiones y en el caso de la muerte de Néstor lo resolvieron con un comunicado donde fallan en dos temas importantes: el lugar y la hora de la muerte. Néstor no murió en el hospital sino en el dormitorio, y una hora antes de lo que dice el comunicado. El hecho de que haya sido velado a cajón cerrado disparó muchas versiones; algunas disparatadas. Que no murió, que lo mató el edecán o el hijo, que se lo llevó Chávez en su avión... 

¿Qué pudo chequear usted?
Yo hice lo que hace un periodista. Fui al lugar de los hechos, a Calafate y a Río Gallegos; hablé con las enfermeras, los médicos, el funebrero... Cada cual cuenta su versión. Ninguno vio rastros de balazos. No hubo autopsia, por lo que no se puede saber a ciencia cierta si lo envenenaron, como dicen algunas versiones. Tenía, sí, un raspón en la frente, producto de la caída en el dormitorio. No había razón alguna para velarlo a cajón cerrado.

¿Por qué nunca desmintieron las versiones?
Versiones truculentas, por cierto. Algunos liderazgos manejan la truculencia para alimentar el mito del héroe que lucha contra el mal. Para demostrar que “el enemigo es capaz de cualquier cosa”.
Pero todas esas versiones ocultan el dato que Néstor había tenido dos episodios cardíacos en siete meses...
Un mes y medio antes le habían colocado un stend, pero él mismo exigió que le dieran el alta al día siguiente y de ahí en más hizo todo lo que no correspondía: ir a actos públicos, viajar en avión... Fue al Luna Park, con la Cámpora; fue a un acto de Moyano en el Monumental.

¿Por qué?
Él quería volver a ser presidente y tenía que demostrar que estaba sano. El título del libro corresponde a una frase suya: “El próximo presidente voy a ser yo, salvo que me muera antes”. Tanto no se cuidaba, que en la casa no había ningún instrumental para atender a un paciente cardiológico. Incluso en el hospital no sabían que ellos estaban en Cafayate.

¿Por qué fue velado a cajón cerrado?
Todo contribuye a la tragedia, y la tragedia deriva en mitos. Un mito no se logra con una muerte simple. La foto de tapa muestra un féretro tapado y un rostro, el de Cristina. Allí nació el cristinismo. Allí se convirtió una tragedia personal en una puesta en escena.
La escenografía del velatorio era muy estudiada. Parecía preparada.
Ellos ya tenían un marco teórico. Javier Grosman, el exdirector de la Unidad del Bicentenario, y su equipo habían elaborado la estética del Bicentenario. Las decisiones fundamentales ese día las tomó Cristina, que se comunicaba a través de Parrilli. El cajón cerrado, el velatorio en la Casa Rosada, la sala de los héroes latinoamericanos... Ella fue autora e impulsora del cambio en la simbología peronista. El kirchnerismo, especialmente tras el conflicto del campo, perdió sectores del peronismo y conquistó otros, ajenos al peronismo. Cuando llegó el funeral ellos ya sabían bien lo que querían contar. Y la campaña empieza al día siguiente del funeral. La lanza Hebe de Bonafini que el jueves 28 da a conocer su “Carta a Néstor, mi hijo”. Y allí menciona el reclamo de la reelección de Cristina.

La política a partir de la tragedia...
Hubo una puesta en escena muy fuerte. Cristina permaneció trece horas junto al féretro y hay una gran controversia sobre cuánta gente concurrió. 

La imagen de la expresidenta saltó veinte puntos ese día. Y en la zona núcleo del país, un 80 por ciento del público dijo haber visto al menos una parte del funeral por televisión. El impacto fue tan grande que muchos candidatos presidenciales se fueron bajando. Durán Barba le dijo a Macri que era imposible competir con una viuda. Una viuda que además hablaba del expresidente como “él”, sin mencionarlo... 

Una viuda que, además, tenía el poder del Estado... 
Sí, pero ella utilizaba su memoria, sin nombre, haciendo referencia a su presencia en el aire, en el viento. Hablaba con la gente y aseguraba con naturalidad que “él está aquí”; o cuando el viento golpeaba la ventana, decía: “¿Lo ven, lo escucharon?”.

Algo así como el “pajarico” de Nicolás Maduro...

Mucho más sutil y creíble. El luto duró más de tres años.

Como candidata, a la viuda de Néstor le tocó competir con “el huérfano de Raúl Alfonsín”.
Una locura total! Hasta los sacos le quedaban grandes a Ricardo! 

La política, a veces, se convierte en danza macabra. La historia del féretro de Evita (1955), el secuestro del ataúd de Aramburu por los montoneros (en 1974, para exigir la repatriación de los restos de Eva Perón)... El robo de las manos de Perón (1987, cuya autoría y móviles son aún un misterio) 
Los griegos inventaron el drama y la comedia, para huir de la tragedia. Nosotros no logramos salir de la tragedia, porque no podemos procesar los conflictos. Hay algo con la tragedia y con la necesidad de construir mitos. Volviendo al sepelio de Néstor. Fuera de escena, Cristina estaba obsesionada por la seguridad. El intendente de Río Gallegos, Roberto Giubetich, le preguntó a Lázaro Báez a qué se debía, y él le respondió que tenía miedo que le cortaran las manos, como a Perón.

Néstor Kirchner, en 2003, recibió un país convulsionado, con cortes de calle, en ese momento espontáneos. Sin embargo, hasta 2003, salvo los casos de Julio López y de Mariano Ferreyra, que son muy puntuales y el del profesor neuquino Fuentealba, no hubo episodios represivos. Pero en diciembre de 2010 comienza una seguidilla de muertes por conflictos sociales. Ocupaciones de tierras, los qom, los saqueos... 
Un fenómeno digno de ser analizado. En principio, con la muerte de Néstor desaparece el vértice del poder y comienza el cristinismo. Hay una mutación. No solo cambia la estética, sino que la presidenta se aleja del peronismo; del “pejotismo”, como dice ella. Cristina es buena candidata y mala gestora. Pero la política es espectáculo y representación. Y ella es una buena actriz. Sabe cómo manejar la escena; es notable su capacidad para percibir el ánimo de la platea. Tene plasticidad escénica y puede adoptar distintos discursos, colocarse en el lugar de la gente de acuerdo con la circunsatncias.

Pero en todas la campañas le aconsejan callarse la boca.
Ella, cuando actúa naturalmente, es tal y como se mostró en Calafate, ese 27 de octubre, frente al féretro abierto de su esposo. Fue ella. La Cristina natural. La misma que aparece en las grabaciones donde pudimos escuchar cómo lo trata a Parrilli. Te guste o no te guste, es una personalidad escénica. Algunos antikircneristas sostienen que mi libro humaniza a Cristina. Yo no lo creo. Creo que la humanidad se pone de manifiesto incluso en el poder. Lo muestra el médico que reflexiona sobre la sorpresa que le produce que alguien tan poderoso, tan rico y con semejante personalidad pudiera yacer muerto, en un pueblo lejano, como cualquiera.

Un año antes, el sepelio de Alfonsín, cuyo rol en la historia probablemente sea más trascendente que el kirchnerismo, fue sobrio, natural, sin escenografías...
Los radicales son distintos. Alfonsín fue muy valorado en su muerte, y después. Hay una valoración creciente de su rol como héroe cívico.

Bueno, él logró un viraje hacia la democracia y juzgó a los comandantes cuando aún tenían influencia y poder...
Ellos, en 1983, estaban en otra posición y le reprochaban a Bittel por haber dado la espalda a Isabelita. Alfonsín aplicaba su criterio por propia convicción, y desoyó a los asesores de imagen, que le aconsejaban más prudencia. Él hizo juzgar a los miembros de la juntas y a algunos líderes guerrilleros. Se atrevió a cosas muy importantes y riegosas. La Conadep fue un trabajo de documentación tan rotundo y contundente que permitió sustanciar el juicio a las juntas. Néstor, en cambio, era muy astuto y pragmático. Se apoyó en los derechos humanos y en Hebe, a la que llamaba “madre de todas las madres”. Alfonsín actuó por convicción y Kirchner por conveniencia. Alfonsín tomó la concepción social demócrata que sostiene la universalidad de los derechos humanos. Los kirchneristas fueron influidos por dirigentes guerrilleros sobrevivientes, que buscan reivindicar a la guerrilla sin importar si fueron víctimas de terrorismo de Estado o murieron en enfrentamientos, incluso antes de 1076. El concepto de “morir por la revolución” es fundamental y está en la base de los desaguisados que vemos hoy. No se defienden derechos sino un proyecto de poder.

 

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