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“No hay fe más grande que la de los salteños”

Milagro en el paraje Osma. 
Miércoles, 13 de septiembre de 2017 22:25

Los caminos del Milagro traen historias que son dignas de ser escritas para que queden impresas con tinta perenne por los relatos de los verdaderos protagonistas de este fenómeno inexplicable que son los peregrinos.
En Salta, en la multitud, son un grano más en la arena humana que se congrega en torno de la Catedral.
En la ruta, en la eternidad de una noche de luna menguante, en la soledad de la distancia, los relatos se hacen lágrimas y los silencios se convierten en explicaciones.
La Agrupación Gauchos Peregrinos del Milagro dormía la noche del martes en el paraje Osma, sobre la ruta nacional 68, a unos 60 km de Salta.
Son 12 muchachos que vienen cabalgando desde el paraje Cerrito, departamento Santa María, provincia de Catamarca.
De pronto, los gauchos resucitan ante el llamado de Isabel Valdez, más conocida como “Chavela”. Despierta a los changos para servirles un plato de locro bien caliente.
Ella es la propietaria de la carpa “El Osmeño” y brinda todo lo que tiene a los peregrinos que vienen desde todos los parajes de los Valles Calchaquíes.
Esta es la séptima peregrinación de los gauchos catamarqueños que pasan por ahí y se sienten como en su casa. Allí dialogaron con El Tribuno.
“No hay fe más grande que la del salteño”, dijo Aníbal Marcelo Suáres; “las dos con eses”, confirmó. “Nosotros, un grupo de 12 personas que venimos en representación de muchos. La gente nos hace encargos de las peticiones que le venimos a traer a nuestros santos patronos. Viene un tío, una prima o un vecinos y nos dice que cuando estemos frente a las imágenes le pidamos por ellos, y nosotros nos acordamos. También agradecemos más de lo que pedimos, porque venimos desde hace unos cuantos años y el Señor y la Virgen de Milagro siempre nos cumplieron”, dijo.
En la continuidad del relato el gaucho se rompe en llanto. Brotan sus lágrimas y mantiene la mirada como si se estuviera mordiendo. “No hay explicación para la fe. Yo soy un agradecido de esta peregrinación, pero este año vengo por mi hijo Sebastián, de 11 años. Él es sietemesino y con el tiempo se le fue complicando la pierna. Esta peregrinación yo la hago por él, quiero llegar por mi hijo”, dijo totalmente quebrado en llanto y lo argumenta: “Si no llego, no le habré cumplido a mis patronos y a mi hijo tampoco. Nosotros venimos con un solo animal y no tenemos recambio. Mi caballo es mis piernas y toda la peregrinación exige una logística en donde nada tiene que fallar, porque si algo pasa me tengo que volver y así no habré cumplido con mi promesa que es con mi sangre”, contó soltando algo que tenía muy guardado.
Al lado de Aníbal está Sergio Moreno, que es el coordinador del grupo. El gaucho está sentado en una silla de plástico con las piernas abiertas, las manos apretadas entre medio y acompañando el relato de su compañero inundado en llanto silencioso. Se mece de emoción en esa silla fija.
“Yo fui uno de los primeros que vine hace siete años. En ese tiempo solo me pasaron cosas buenas. Le pedí por trabajo y lo conseguí; luego vine por mi mujer y al tiempo nos casamos; al año siguiente vine a agradecer y pedir por un hijo y mi mujer quedó embarazada. Soy un hombre feliz. Cuando vine a Salta el 29 de agosto a anotarnos como delegación de peregrinos entré a la Catedral a tomar gracia y pedí ante las imágenes por un trabajo para mi mujer. Cuando volví a casa ella me estaba esperando con la noticia de que tenía un puesto”, relató Sergio.
“Ahora, este año, estoy acá, en esta ruta, en esta noche fría, cansado pero feliz, en camino para llegar a peticionar por mi hermano. Él no tiene trabajo, con todas las complicaciones de esa situación y yo vengo en su nombre”, dijo quebrado.
Más allá de todas las emociones que portan en sus caballos saben que lo que se viene ahora es lo más fuerte. En el relato dicen a coro que “lo más emocionante es cuando llegamos a la rotonda de los peregrinos. Siempre se dice de los gauchos que somos valientes, más hombres, más rudos; lo que quieran. Nosotros pasamos el puente sobre la rotonda de Limache y no paramos de llorar hasta la Catedral. Ahí, en la plaza sobre calle España, ya lloramos como niños. La gente nos aplaude, nos saluda y no hay forma de explicar lo que sentimos”, relataron.
“Cuando estamos ahí, el cuerpo se relaja, las tensiones desaparecen y la felicidad es grande porque es otro año que cumplimos con esta promesa que mantendremos, con el Señor y la Virgen del Milagro, mientras vivamos”, concluyeron.

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Los caminos del Milagro traen historias que son dignas de ser escritas para que queden impresas con tinta perenne por los relatos de los verdaderos protagonistas de este fenómeno inexplicable que son los peregrinos.
En Salta, en la multitud, son un grano más en la arena humana que se congrega en torno de la Catedral.
En la ruta, en la eternidad de una noche de luna menguante, en la soledad de la distancia, los relatos se hacen lágrimas y los silencios se convierten en explicaciones.
La Agrupación Gauchos Peregrinos del Milagro dormía la noche del martes en el paraje Osma, sobre la ruta nacional 68, a unos 60 km de Salta.
Son 12 muchachos que vienen cabalgando desde el paraje Cerrito, departamento Santa María, provincia de Catamarca.
De pronto, los gauchos resucitan ante el llamado de Isabel Valdez, más conocida como “Chavela”. Despierta a los changos para servirles un plato de locro bien caliente.
Ella es la propietaria de la carpa “El Osmeño” y brinda todo lo que tiene a los peregrinos que vienen desde todos los parajes de los Valles Calchaquíes.
Esta es la séptima peregrinación de los gauchos catamarqueños que pasan por ahí y se sienten como en su casa. Allí dialogaron con El Tribuno.
“No hay fe más grande que la del salteño”, dijo Aníbal Marcelo Suáres; “las dos con eses”, confirmó. “Nosotros, un grupo de 12 personas que venimos en representación de muchos. La gente nos hace encargos de las peticiones que le venimos a traer a nuestros santos patronos. Viene un tío, una prima o un vecinos y nos dice que cuando estemos frente a las imágenes le pidamos por ellos, y nosotros nos acordamos. También agradecemos más de lo que pedimos, porque venimos desde hace unos cuantos años y el Señor y la Virgen de Milagro siempre nos cumplieron”, dijo.
En la continuidad del relato el gaucho se rompe en llanto. Brotan sus lágrimas y mantiene la mirada como si se estuviera mordiendo. “No hay explicación para la fe. Yo soy un agradecido de esta peregrinación, pero este año vengo por mi hijo Sebastián, de 11 años. Él es sietemesino y con el tiempo se le fue complicando la pierna. Esta peregrinación yo la hago por él, quiero llegar por mi hijo”, dijo totalmente quebrado en llanto y lo argumenta: “Si no llego, no le habré cumplido a mis patronos y a mi hijo tampoco. Nosotros venimos con un solo animal y no tenemos recambio. Mi caballo es mis piernas y toda la peregrinación exige una logística en donde nada tiene que fallar, porque si algo pasa me tengo que volver y así no habré cumplido con mi promesa que es con mi sangre”, contó soltando algo que tenía muy guardado.
Al lado de Aníbal está Sergio Moreno, que es el coordinador del grupo. El gaucho está sentado en una silla de plástico con las piernas abiertas, las manos apretadas entre medio y acompañando el relato de su compañero inundado en llanto silencioso. Se mece de emoción en esa silla fija.
“Yo fui uno de los primeros que vine hace siete años. En ese tiempo solo me pasaron cosas buenas. Le pedí por trabajo y lo conseguí; luego vine por mi mujer y al tiempo nos casamos; al año siguiente vine a agradecer y pedir por un hijo y mi mujer quedó embarazada. Soy un hombre feliz. Cuando vine a Salta el 29 de agosto a anotarnos como delegación de peregrinos entré a la Catedral a tomar gracia y pedí ante las imágenes por un trabajo para mi mujer. Cuando volví a casa ella me estaba esperando con la noticia de que tenía un puesto”, relató Sergio.
“Ahora, este año, estoy acá, en esta ruta, en esta noche fría, cansado pero feliz, en camino para llegar a peticionar por mi hermano. Él no tiene trabajo, con todas las complicaciones de esa situación y yo vengo en su nombre”, dijo quebrado.
Más allá de todas las emociones que portan en sus caballos saben que lo que se viene ahora es lo más fuerte. En el relato dicen a coro que “lo más emocionante es cuando llegamos a la rotonda de los peregrinos. Siempre se dice de los gauchos que somos valientes, más hombres, más rudos; lo que quieran. Nosotros pasamos el puente sobre la rotonda de Limache y no paramos de llorar hasta la Catedral. Ahí, en la plaza sobre calle España, ya lloramos como niños. La gente nos aplaude, nos saluda y no hay forma de explicar lo que sentimos”, relataron.
“Cuando estamos ahí, el cuerpo se relaja, las tensiones desaparecen y la felicidad es grande porque es otro año que cumplimos con esta promesa que mantendremos, con el Señor y la Virgen del Milagro, mientras vivamos”, concluyeron.

Agradecimientos
La Agrupación Gauchos Peregrinos del Milagro le entregó un presente a la familia Valdez-Tolaba en agradecimiento por sus servicios. Una foto y un abrazo fueron suficientes para que a Chavela se le emocione el alma.
Y los gauchos quisieron publicar sus apodos y apellidos, porque así son conocidos. Ellos son “Pato” Moreno, “Oreja” Cruz, el “General” Altamirano, Machilo Suáres, Hugo Altamirano, “Huevín” Suáres, “Mocha “ Mamaní, “William” Olarte, “Juanchila” Suáres, “Drogba” Rioja que tiene 19 años y “Yangui” Ramírez, que con solo 9 años está demostrándole al mundo que nunca se bajó de su caballo.
 

 

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