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El gran clásico salteño, más vivo que nunca

Sabado, 12 de mayo de 2018 23:15

Ni el más fanático ni el mejor de los optimistas lo hubiera imaginado: Juventud Antoniana y Central Norte reeditaron el gran clásico salteño el viernes con una muy buena cantidad de hinchas, entre 6 mil y 7 mil personas, ¡qué tal! Y no había nada, pero nada más importante en juego que el honor. 
El marco del clásico amistoso entre los dos clubes más populares de Salta estuvo por arriba de las expectativas y de la media que ambos equipos llevaron en sus partidos oficiales de la última temporada. Un par de lecturas se puede hacer de lo que sucedió de manera inesperada, todo un fenómeno. 
Primero: la rivalidad está intacta, motiva y convoca casi sin importar el torneo, la categoría o la clase de encuentro. Solo los “ultras” saben lo que significa competir con el canto permanente y el aliento constante, a esos colores ajenos que se observan al frente.
Segundo, la concurrencia del viernes también nos marca la necesidad de ver siempre un poco de fútbol genuino.
El último partido serio e importante para los hinchas de Central Norte fue la final por el ascenso en diciembre pasado frente a Racing de Córdoba. Esperaron cinco meses para volver a quemarse las gargantas. Y se fueron del estadio sin saber cuándo volverán. Quizá esta incertidumbre, de campeonatos y fechas inciertas, los motivó de otra manera.
Desde el 22 de marzo que los simpatizantes de Juventud no veían a su equipo de manera oficial. Incluso la media de seguidores antonianos en el último tramo de la mala campaña pasada en el Federal A fue muy inferior a la que se vio en la noche del viernes.
El clásico entre santos y cuervos no parecía despertar interés y se dudó de si la gente iba a concurrir. 
La jugada -o decisión- de Rafael Del Carlo, el dirigente de Juventud que había anunciado la postergación del partido pronosticando lluvia y siendo objetivo de burlas en las redes, terminó saliendo perfecta. No fueron pocos los que pensaron que el dirigente solo intentó tapar el fiasco en la venta anticipada de entradas entre los hinchas antonianos. La realidad en el Martearena fue otra.
De Francesco, el presidente de Central, había adelantado el entusiasmo de los cuervos con más de mil entradas vendidas anticipadamente. Tampoco estaba mintiendo. Los fanas del cuervo fueron a la cancha aún sabiendo que su equipo está un escalón por debajo del nivel del rival de toda la vida. No les importó nada, fueron igual. 
Juventud y Central representan lo más pasional del fútbol de Salta, es el Boca-River nuestro que sigue más vivo que nunca y que convoca más allá de los años y los torneos. Fue realmente grato ver cómo se poblaron las tribunas de estos gigantes a pesar de tanta pobreza futbolística dando vuelta. El viernes quedó demostrado que, aunque sus equipos esten bajo tierra, ellos, los hinchas siempre estarán ahí, esperando verlos jugar otra vez. No importa cómo ni cuando, ellos no fallarán.    
 

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Ni el más fanático ni el mejor de los optimistas lo hubiera imaginado: Juventud Antoniana y Central Norte reeditaron el gran clásico salteño el viernes con una muy buena cantidad de hinchas, entre 6 mil y 7 mil personas, ¡qué tal! Y no había nada, pero nada más importante en juego que el honor. 
El marco del clásico amistoso entre los dos clubes más populares de Salta estuvo por arriba de las expectativas y de la media que ambos equipos llevaron en sus partidos oficiales de la última temporada. Un par de lecturas se puede hacer de lo que sucedió de manera inesperada, todo un fenómeno. 
Primero: la rivalidad está intacta, motiva y convoca casi sin importar el torneo, la categoría o la clase de encuentro. Solo los “ultras” saben lo que significa competir con el canto permanente y el aliento constante, a esos colores ajenos que se observan al frente.
Segundo, la concurrencia del viernes también nos marca la necesidad de ver siempre un poco de fútbol genuino.
El último partido serio e importante para los hinchas de Central Norte fue la final por el ascenso en diciembre pasado frente a Racing de Córdoba. Esperaron cinco meses para volver a quemarse las gargantas. Y se fueron del estadio sin saber cuándo volverán. Quizá esta incertidumbre, de campeonatos y fechas inciertas, los motivó de otra manera.
Desde el 22 de marzo que los simpatizantes de Juventud no veían a su equipo de manera oficial. Incluso la media de seguidores antonianos en el último tramo de la mala campaña pasada en el Federal A fue muy inferior a la que se vio en la noche del viernes.
El clásico entre santos y cuervos no parecía despertar interés y se dudó de si la gente iba a concurrir. 
La jugada -o decisión- de Rafael Del Carlo, el dirigente de Juventud que había anunciado la postergación del partido pronosticando lluvia y siendo objetivo de burlas en las redes, terminó saliendo perfecta. No fueron pocos los que pensaron que el dirigente solo intentó tapar el fiasco en la venta anticipada de entradas entre los hinchas antonianos. La realidad en el Martearena fue otra.
De Francesco, el presidente de Central, había adelantado el entusiasmo de los cuervos con más de mil entradas vendidas anticipadamente. Tampoco estaba mintiendo. Los fanas del cuervo fueron a la cancha aún sabiendo que su equipo está un escalón por debajo del nivel del rival de toda la vida. No les importó nada, fueron igual. 
Juventud y Central representan lo más pasional del fútbol de Salta, es el Boca-River nuestro que sigue más vivo que nunca y que convoca más allá de los años y los torneos. Fue realmente grato ver cómo se poblaron las tribunas de estos gigantes a pesar de tanta pobreza futbolística dando vuelta. El viernes quedó demostrado que, aunque sus equipos esten bajo tierra, ellos, los hinchas siempre estarán ahí, esperando verlos jugar otra vez. No importa cómo ni cuando, ellos no fallarán.    
 

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