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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Femicidio y culpa en las letras de Salta

La tragedia, los celos y la imposición están presentes en las historias de Juana Figueroa, la López Pereyra y el Pozo de Yoci, evocado por Juana Manuela de Gorriti. 
Martes, 21 de agosto de 2018 00:00

Si recorremos el cancionero popular salteño, encontramos que algunas de sus más importantes expresiones surgieron de actos de crueldad como lo son los femicidios. Basta pensar en la famosa zamba "La López Pereyra" (1901) de Artidorio Cresseri, motivada por el remordimiento de quien ha perdido un amor. Sabemos que el músico Artidorio Cresseri había dado muerte a su amante y que de algún modo sublima su culpa. No se sabe exactamente quién es el autor de la letra pero se infiere que es el mismo Cresseri. Desde la culpa se evoca a la amada: "Yo quisiera olvidarte - me es imposible - mi bien, mi bien, -tu imagen me persigue - tuya es mi vida - mi amor también." Sabemos también que Cresseri, quien confesó su crimen, fue liberado por el juez Carlos López Pereyra por "emoción violenta".

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Si recorremos el cancionero popular salteño, encontramos que algunas de sus más importantes expresiones surgieron de actos de crueldad como lo son los femicidios. Basta pensar en la famosa zamba "La López Pereyra" (1901) de Artidorio Cresseri, motivada por el remordimiento de quien ha perdido un amor. Sabemos que el músico Artidorio Cresseri había dado muerte a su amante y que de algún modo sublima su culpa. No se sabe exactamente quién es el autor de la letra pero se infiere que es el mismo Cresseri. Desde la culpa se evoca a la amada: "Yo quisiera olvidarte - me es imposible - mi bien, mi bien, -tu imagen me persigue - tuya es mi vida - mi amor también." Sabemos también que Cresseri, quien confesó su crimen, fue liberado por el juez Carlos López Pereyra por "emoción violenta".

El amor, las promesas que llegan tarde, retornan implacables desde el espectro: "tu imagen me persigue...". Lo real se torna imaginario, el rostro amado se torna el rostro acosador de la culpa, el rostro siniestro...

Fantasma, espectro, lugar del amor pasión caro al romanticismo. Amor, celos, muerte. Elementos de una literatura que remite a "Las historias que terminan mal" del "Decamerón" o al "Otelo" de Shakespeare o a la novela romántica.

La Juana Figueroa

También la zamba "Juana Figueroa" (1961) con letra de José Ríos y música de José Juan Botelli se construye sobre el recuerdo de un femicidio. La voz del poeta evoca la tragedia y se dirige comprensiva a la víctima, con piedad y dolor, cercana a la mirada que constituye a Juana como la figura legendaria y mística, en la que la han convertido los salteños de las primeras décadas del siglo XX que se apiadaron del calvario de la joven mujer y la elevaron al sitial de mártir.

De esa particular mirada surge la leyenda: la Juana Figueroa, devenida en santa, denuncia la violencia de su marido quien la mató a golpes con un hierro en el llamado Puente Blanco, en la zona del canal, en la intersección de la actual avenida Yrigoyen y Pedro Pardo de la ciudad de Salta.

Los detalles macabros del hecho otorgaron a la sociedad de la época una terrible certeza: la violencia que engendran la pasión y los celos no tiene retorno y es mortífera.

En una tierra marcada precisamente por la violencia (escenario de la contiendas sangrientas de la lucha por la independencia, lo que tan bien describe Juana Manuela Gorriti, de la pugna constante con los pueblos originarios como los calchaquíes, violencia acompañada de la agresividad de la naturaleza con sus pantanos, plagas y alimañas), el femicidio venía a corroborar precisamente la presencia de "eso" ingobernable, o sea la pulsión, lo que se sitúa más allá de la ley y del acuerdo con "el otro".

Leyenda y poesía se reúnen para construir un marco simbólico a tan aberrantes sucesos. También Juan Carlos Dávalos, en su relato "La Juana Figueroa", narra este femicidio, no sin dejar en claro, dentro de una escritura en la cual se filtra cierto desprecio por las clases populares, que "la Juana" era proclive a una vida nada acorde con la moral que debe regir los actos de una mujer, reglas explícitamente enunciadas dentro de la moral cristiana que produjera libros célebres como "La perfecta casada" de Fray Luis de León.

Lo que se desprende de la versión literaria de Dávalos es: ella provocó al marido, le fue infiel, no respetó sus deberes de esposa, era presumida y coqueta ("mulatilla", la llama), seductora con los demás hombres, por eso él la mató. El marido, Isidoro Heredia, carpintero, es descripto por Dávalos como un hombre honesto y trabajador, víctima de las infidelidades de la mujer. O sea, algo así como: el pobre hombre se fue a prisión a causa de una mujer ingrata.

El pozo de Yocci

Pero hay también una obra maestra, surgida de la pluma de una mujer: "El pozo de Yocci" (1869), de Juana Manuela Gorriti, la primera novelista argentina, la peregrina del sur, comparable a la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, ya que ambas escritoras denuncian lo que lo discursos hegemónicos ocultaban en el siglo XIX en América: la situación de los esclavos en Cuba, de los indios en el Perú, el costo de las guerras por la emancipación (familias desmembradas, odio, humillación, pobreza), el lugar subalterno de las mujeres, negros e indios en una sociedad conservadora y patriarcal. "El pozo de Yocci" toma su título del pozo arcediano que estaba situado en la manzana que ocupa hoy un edificio público, entre Belgrano, Juramento, España y Vicente López en la ciudad de Salta. Era el sitio donde los salteños solían aprovisionarse de agua potable.

Contaba la leyenda que allí un militar había matado a su novia, confundido, pues pensaba que el joven a quien ella despedía de modo tan cariñoso era su amante. En realidad era su hermano (un hermano nunca visto pues los enfrentamientos sucesivos de la guerra de la emancipación, las guerrillas y las guerras civiles habían causado el alejamiento y aun la enemistad entre padres, hijos y hermanos). Con estos elementos (donde la culpa, el fantasma, la obsesión y el incesto atraviesan la narración), Juana Manuela compone una magnífica novela romántica con visos fantásticos (sin duda nuestra escritora es una de las primeras de Hispanoamérica en trabajar ese género).

Los celos paranoicos desembocan en la catástrofe: la muerte de la inocente mujer (al modo de la Desdémona de Shakespeare). El abismo del asesinato se recubre entonces con la culpa que no alcanza y el personaje cae en la alucinación y la locura. Aguilar, que había asesinado a Aurelia y la había arrojado al pozo, regresa en lo real de la locura a buscarla y el espectro de la amada lo precipita al abismo, para morar allí por los siglos de los siglos en un abrazo mortal.

La culpa

Estas construcciones artísticas a partir de femicidios muestran lo que podríamos llamar tramitación simbólica, pues en ellas la culpa se sublima y puede hablar, decir, contar, dolerse, en suma, el mecanismo del arte y la neurosis. Pero, ¿qué ocurre cuando la culpa no puede tramitarse, no puede decirse, porque no existe y queda solamente la pulsión, en carne viva, ama y señora del ímpetu de exterminar al “otro”, al semejante, en este caso a “la otra”, la igual y a la vez la diferente? El odio primigenio suelta amarras, la ley de la jungla y de la bestia gana su espacio. Matar o morir, destruir al “otro”, la imagen del “otro” o la “otra”, anular la culpa y seguir viviendo en la maleza de la sangre, sin límites, sin instancia pacificadora, sin un abrochamiento que permita simbolizar...
¿Es el retorno a la horda primitiva, a la caverna, en la que los débiles podían ser anulados, muertos o devorados? ¿O tal vez sea una instancia dialéctica y tensa que permitirá finalmente el advenimiento de una sociedad ya no regida por la indiferenciación que le conviene al mercado, por el individualismo atroz de la posmodernidad, sino configurada por valores más humanos e igualitarios?
El trabajo por la palabra y el arte tal vez sea un camino que marca el amor pues implica la palabra, el acuerdo, el abrochamiento, eso que Dante Alighieiri pondera (“el amor que al sol mueve y las estrellas”). La locura forcluye (“deja por fuera”, en lenguaje lacaniano (N.delE.), la palabra, el encuentro, el espacio para la pérdida, para el deseo y para la culpa. ¿Queremos acaso una sociedad enloquecida, paranoica o esquizofrénica? En este caso, en una sociedad sin amor, aguarda solamente la muerte, que será la dueña absoluta de las existencias.
 

 

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