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22 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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A la búsquedade los lectores

Viernes, 25 de enero de 2019 00:00

La construcción de un lector modelo, según Umberto Eco, aclara aspectos centrales de la producción literaria. ¿Para quién se escribe? ¿Cuál es el público de cada escritura, se trate de un cuento, novela o ensayo? La poesía, cercana a lo real y a la imposibilidad de decir, construye otra lectura en la que se compromete el cuerpo, el deseo, lo indivisible, lo diverso y lo múltiple. La narrativa, a partir de Joyce, Virginia Woolf y Kafka, se apropia también de la lectura poética. Pero, desde la sociología de la literatura, surge la pregunta obligada y pragmática: ¿cómo llegar concretamente a los lectores de ficción? Problema fundamental del novelista: ¿Quién será el receptor del texto?

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La construcción de un lector modelo, según Umberto Eco, aclara aspectos centrales de la producción literaria. ¿Para quién se escribe? ¿Cuál es el público de cada escritura, se trate de un cuento, novela o ensayo? La poesía, cercana a lo real y a la imposibilidad de decir, construye otra lectura en la que se compromete el cuerpo, el deseo, lo indivisible, lo diverso y lo múltiple. La narrativa, a partir de Joyce, Virginia Woolf y Kafka, se apropia también de la lectura poética. Pero, desde la sociología de la literatura, surge la pregunta obligada y pragmática: ¿cómo llegar concretamente a los lectores de ficción? Problema fundamental del novelista: ¿Quién será el receptor del texto?

Novela por entregas

Los medios masivos de comunicación, conscientes de su función social, contribuyeron a la difusión de la literatura a través del folletín, género que no siempre abarca lo narrativo, por lo cual difiere de la "novela por entregas". Con la intención de captar a un receptor amplio, los diarios, periódicos y revistas (luego lo hicieron la radiofonía, la televisión y el cine a través de series, radioteatros, teleteatros, etc.) atendieron los gestos y demandas de los lectores, generalmente encaminados hacia el entretenimiento y el placer estético. La prensa de izquierda, también apeló a esta forma discursiva para orientar al lector dentro de las propuestas revolucionarias y reivindicatorias como ocurrió con las revistas y diarios anarquistas y del grupo de Boedo en Buenos Aires, que marcó la línea social de la literatura en la Argentina. La historia literaria muestra que el público de la modernidad, proveniente en gran medida de la burguesía, demandaba este modo de difusión (el folletín y novela "por entregas"), lo que fue atendido por los escritores. Así, aparecen vinculados al género nombres y obras canónicos como Balzac, Dickens, Stevenson, Salgari, Collodi ("por entregas" se publicó el famoso "Pinocchio"), Dostoievski ("Crimen y castigo"), Tolstoi ("Guerra y Paz"), Flaubert ("Madame Bovary"), Alejandro Dumas, Zola, Musset, Víctor Hugo ("Los miserables"), Allan Poe, etc. En España practican la difusión masiva y popular por entregas Ramón de Campoamor, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós. Una precursora en América Latina del folletín fue la salteña Juana Manuela Gorriti, cuya actividad literaria se realizó mayormente en Lima, La Paz y Buenos Aires. En la Argentina llegaron a los lectores, de modo episódico y periódico, "Juan Moreira" de Eduardo Gutiérrez, novelas cortas y relatos de Fray Mocho y Horacio Quiroga, siempre atentos al requerimiento de los lectores.

Es evidente que esta manera de escribir, ordenar y difundir una obra exige al escritor una posición y un compromiso en el cual la producción literaria es considerada como un trabajo (en la mayoría de los casos remunerado). Nacía de esta manera el escritor profesional.

En Salta

¿Quiénes podrían y querrían leer las novelas de un escritor salteño? Sin duda esa fue la pregunta de los editores de diario El Tribuno a fines de los años 50 y mediados de los 60. La realidad de la época mostró un amplio mapa de intereses, procedencias ideológicas, clases sociales, preferencias estéticas, etc. que configuraban el perfil de un público lector heterogéneo, mayormente urbano, de clase media y obrera. La producción de Néstor Saavedra, le habla a ese receptor, alejado de la vida rural, de las faenas del campo, del lenguaje campesino y gauchesco, habituado ya a los códigos del cine, la radio y las revistas. Esto explica el éxito de la publicación "por entregas" de dos de sus más importantes novelas: "Tartagal Village" (1959) y "El asalto" (1965), cuyos temas giran sobre el amor, el sexo, la aventura y el dinero. Personajes más cercanos a Roberto Arlt que a Juan Carlos Dávalos, los protagonistas de esta narrativa son mujeres y hombres de la pequeña y mediana burguesía, empleados de comercio, bancarios, oficinistas, profesionales, obreros, artistas que se mueven dentro de las exigencias de una época que poco o nada tiene que ver con la sociedad atávica y conservadora del noroeste argentino.

"Tartagal Village" es el anticipo de "En otro tiempo en Tartagal" (1998), novela que mereciera el Primer Premio Provincial en 1998. Las relaciones amorosas fuera de la institución matrimonial, la maternidad frustrada, el deseo femenino, el dinero y los problemas laborales de personajes de la clase media, recuerdan la historia de erotismo y pasión de "Las palmeras salvajes" de Faulkner que los hispanohablantes leímos gracias a la traducción de Jorge Luis Borges.

Tartagal Village

La historia narrada en "Tartagal Village" tiene como escenario el abigarrado norte de la provincia, zona de frontera, con importante población indígena, lugar de encuentro de culturas en la precisa década del 30, llamada por los historiadores "la década infame", cuando la región asiste a la cruenta guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay. La mirada del narrador-protagonista es la mirada de un joven de clase media argentina, Federico, Freddy para los amigos, muchacho de Colegio Nacional, formado en la educación laica y enciclopedista argentina.

Una lectura ingenua tendería a equiparar personaje-narrador con el autor real, ya que la mayoría de las novelas de este escritor se cuentan desde la primera persona. Freddy no es Saavedra, del mismo modo que Vidal Olmos no es Sábato, aunque tengamos siempre presente la dimensión fantasmal de la creación literaria. En el tiempo referenciado, Tartagal era epicentro de la actividad de YPF y la Standard Oil norteamericana para explotar petróleo y gas, de un intenso comercio y de una agitada vida social. Llegaban inmigrantes de todo el mundo. Había gente de Bilbao, de Venecia, empleados de YPF de Buenos Aires y de otras provincias, griegos, norteamericanos como Mr. Herbert Joyce y su hermosísima y seductora esposa, Mrs. Joyce. El narrador-personaje evoca los canales venecianos cuando observa a Sorelli, el italiano; sobre todo, evoca a esa bella ciudad europea por la literatura: recuerda “En busca del tiempo perdido”, concretamente, “La fugitiva” de Proust , cuando el narrador-personaje Marcel recorre Venecia junto a su madre. La vida nocturna, las conversaciones triviales de salidas y amoríos, el cine, Greta Garbo, el ferrocarril, los automóviles, todo, muestra un espacio donde se entrecruzan culturas y lenguas.

El asalto y Taras Bulba 
 
“El asalto” es una novela corta de acción, entre el género policial y el sentimental: un robo, el amor nada convencional de los protagonistas, el peligro y el crimen, prefiguran lo que será “Los aventureros del Hotel Salta” de 1988, donde la economía narrativa de la novela corta se amplía para brindar al lector un fresco de la sociedad salteña durante la filmación de “Taras Bulba”, de Lee Thomson, rodada en Salta en 1962 con Tony Curtis, Yul Brynner, Christine Kaufmann en los papeles del celebérrimo texto de Gogol. 
Los personajes, los espacios, la temática, constituyen en la novelística de Saavedra una suerte de “universo narrativo” en el cual los actuantes se repiten, aparecen y reaparecen, a la manera de Balzac, García Márquez o Proust (un mundo novelesco desacostumbrado en la literatura del noroeste). Las historias se concatenan, se amplían en ese escenario que es el Chaco Boreal, en la frontera con el Paraguay y Bolivia, con sus selvas, ríos caudalosos, soles intensos, petróleo, inmigrantes, aventura, dinero, poder y pasiones, como en “El silencio de los guerrilleros” (1969), novela inspirada en el accionar del Che en Bolivia, a un año de los acontecimientos que recorrieran el mundo. El Che aparece nombrado como el comandante Guevara o el mayor Guevara en una trama que muestra la soledad de los combatientes en un medio hostil que los lleva irremediablemente al aniquilamiento, del cual son conscientes; heroísmo, resignación y desencanto son los sentimientos que prevalecen en los protagonistas, como se señala en la abundante crítica periodística acerca de este libro. Dijo Martín Alberto Noel (La Nación, 26 de mayo de 1991), a propósito de “El reino de los cielos” (1991): “La acción se desarrolla en la capital salteña, mezcla de modernidad y tradición, celosamente defendida esta última por una minoría (...) como subraya el narrador” (...) “El reino de los cielos” revalida los méritos de este veterano de las letras norteñas.”

Literatura y folclore 

En el mismo diario se señala, respecto de “Los aventureros del Hotel Salta”: “A diferencia de la mayoría de los escritores del noroeste argentino, esta novela desecha el ya trillado tratamiento de aspectos folklóricos y costumbristas por demás explotados, para ahondar en cambio en la realidad urbana (...) (La Nación, 10 de febrero de 1989). El crítico hace notar, desde el título, que el libro de Saavedra, es una novela producida en las provincias pero sin folklore. 
Sin duda, El Tribuno, tras un atento relevamiento de los intereses de un público más urbano que rural habituado al cine y a los radioteatros, identificado con las costumbres y hábitos de las grandes ciudades modernas, donde las aspiraciones sociales se igualan entre países y continentes dejando a un lado las marcas de la comarca y lo provinciano, realizó esta inolvidable y valiosa difusión “por entregas” de dos novelas fundamentales, por su calidad literaria y por su condición de precursoras de un nuevo realismo en la narrativa regional y argentina.
 

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