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Yésica Bopp: "Muchos deportistas llenaron vacíos con drogas o alcohol”

La campeona mundial presentó, en Salta, su libro "La novia del boxeo". El Tribuno tuvo un imperdible mano a mano con "La Tuti".  
Lunes, 15 de abril de 2019 01:56

Apenas unas horas después de cumplir 35 años, Yésica Yolanda “la Tuti” Bopp se embarcó con destino a Salta. En su bolso no llevaba guantes de boxeo ni vendas, sino una pila de libros, porque en esta provincia presentó, el pasado viernes, su biografía titulada “La novia del boxeo”, escrita por Yésica Palmetta. De una mujer a otra, en un hecho histórico para el mundo de los puños.
El viernes fue recibida por el intendente capitalino Gustavo Sáenz y, antes de recorrer las escuelas municipales de boxeo, visitó la planta editorial de El Tribuno, para un mano a mano, pero por suerte en la sala de entrevistas y no en el ring.
Sus inicios, el extenso recorrido por el amateurismo antes de llegar a ser profesional, sus títulos (uno obtenido en el microestadio Delmi) y su carrera profesional fuera del ámbito deportivo fueron algunos de los temas que tocó. Y dejó un claro mensaje para quienes terminan “en la lona” después de colgar los guantes.
¿Cómo se dio la posibilidad de presentar el libro en Salta?
Fue a través de Romina Arroyo (concejal salteña y árbitro internacional de boxeo), por eso pudimos hacer esta presentación que es histórica para nuestro deporte y estoy muy contenta de estar la ciudad. 
Los salteños no tomamos dimensión de lo que significa alguien como Arroyo, ¿es una de las grandes referentes de las mujeres en el boxeo nacional?
Totalmente. Marcó un antes y un después. Ella fue una de las primeras. Me di cuenta en 2012, cuando la encontré en una pelea que hice en Puerto Rico ante Marisol Miranda. Le dije: “¡¿Qué hacés acá?!”
Imagino que tu conexión con Salta va más allá de ella, ¿qué recordás del título que lograste acá?
Así es. De hecho este año va cumplirse diez años del día que me consagré campeona mundial OMB minimosca. Tengo los mejores recuerdos de Salta porque siempre me mostraron amor y cariño. Aquella vez, la gente estuvo emocionada al recibir el boxeo femenino. 
Aparecí yo con dos trenzas, con una zurda (la mexicana Ana Arrazola) que no se quedó atrás. Dimos un espectáculo muy lindo. Los salteños también quedaron dentro de la historia de mi libro.
¿No llevabas mucho tiempo como profesional?
No, recién un poco más de un año. La pelea en Salta fue en noviembre de 2009 y yo había debutando en 2008. A fines de ese año me consagré campeona mundial AMB en el Luna Park.
Desde entonces, ¿en qué cambió el boxeo femenino?
Ha crecido y evolucionado bastante. En 2001 empecé como amateur. Creo que con Marcela “la Tigresa” Acuña comenzamos a marcar un camino, vimos la evolución del boxeo femenino. Que haya sido deporte olímpico fue un paso muy importante. La mujer quería su lugar y estar en los Juegos fue realmente increíble.
¿Ya presentaste el libro?
Sí. Nos recibió el intendente Gustavo Sáenz y lo presentamos en el Centro Cívico Municipal.
Le agradecí porque él y su equipo hicieron posible que estemos acá. Le comenté que estoy a disposición para colaborar desde mi conocimiento. Hay que trabajar para que haya más deportistas y sé que puedo aportar con mi presencia.
Recientemente cumpliste 35 años, ¿creés que todavía tenés un largo camino por recorrer?
Mi sueño pendiente es pelear en Estados Unidos. No salió antes porque no tenía rivales de competencia, pero ahora hay dos o tres, así que ahora estoy haciendo fuerzas para que puedan hacer ese combate. Estamos trabajando en eso. Me queda este año y otro más en el boxeo.
¿Después continuarás con tu otra profesión?
Seguramente. Soy psicóloga social y decidí hacer esta carrera justamente con ese fin. En un momento, yo había llegado a lo máximo del boxeo y entendía que tenía que haber algo después de eso. Había que llenar la otra parte, porque en algún momento se acaba la profesión.
Muchos deportistas llenaron vacíos con alcohol o drogas y yo pude recibirme de psicóloga social. Hay que estar completo tanto en lo personal como en lo profesional. Mi psicóloga me ayudó a elegir esta profesión.
¿Qué opinó tu familia en tus inicios como boxeadora?
No fue fácil porque socialmente, 20 años atrás, no se veía al boxeo como se lo ve hoy. Ellos solo veían golpes, moretones y no querían que eso me suceda.
Había que romper paradigmas, les expliqué que no iba a ir boxear para que me peguen, era un deporte como otro. Era algo que elegí yo, iba cambiando hábitos, fumaba e iba a bailar como cualquier adolescente. Cuando comencé a alejarme de eso, ahí entendieron que me gustaba de verdad este deporte.
Obviamente después me acompañaron, me vieron boxear con protección y se quedaron más tranquilos. También desarrollé la habilidad para que no me peguen y eso es muy importante. Fue un largo camino desde el amateurismo hasta convertirme en profesional.

 

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Apenas unas horas después de cumplir 35 años, Yésica Yolanda “la Tuti” Bopp se embarcó con destino a Salta. En su bolso no llevaba guantes de boxeo ni vendas, sino una pila de libros, porque en esta provincia presentó, el pasado viernes, su biografía titulada “La novia del boxeo”, escrita por Yésica Palmetta. De una mujer a otra, en un hecho histórico para el mundo de los puños.
El viernes fue recibida por el intendente capitalino Gustavo Sáenz y, antes de recorrer las escuelas municipales de boxeo, visitó la planta editorial de El Tribuno, para un mano a mano, pero por suerte en la sala de entrevistas y no en el ring.
Sus inicios, el extenso recorrido por el amateurismo antes de llegar a ser profesional, sus títulos (uno obtenido en el microestadio Delmi) y su carrera profesional fuera del ámbito deportivo fueron algunos de los temas que tocó. Y dejó un claro mensaje para quienes terminan “en la lona” después de colgar los guantes.
¿Cómo se dio la posibilidad de presentar el libro en Salta?
Fue a través de Romina Arroyo (concejal salteña y árbitro internacional de boxeo), por eso pudimos hacer esta presentación que es histórica para nuestro deporte y estoy muy contenta de estar la ciudad. 
Los salteños no tomamos dimensión de lo que significa alguien como Arroyo, ¿es una de las grandes referentes de las mujeres en el boxeo nacional?
Totalmente. Marcó un antes y un después. Ella fue una de las primeras. Me di cuenta en 2012, cuando la encontré en una pelea que hice en Puerto Rico ante Marisol Miranda. Le dije: “¡¿Qué hacés acá?!”
Imagino que tu conexión con Salta va más allá de ella, ¿qué recordás del título que lograste acá?
Así es. De hecho este año va cumplirse diez años del día que me consagré campeona mundial OMB minimosca. Tengo los mejores recuerdos de Salta porque siempre me mostraron amor y cariño. Aquella vez, la gente estuvo emocionada al recibir el boxeo femenino. 
Aparecí yo con dos trenzas, con una zurda (la mexicana Ana Arrazola) que no se quedó atrás. Dimos un espectáculo muy lindo. Los salteños también quedaron dentro de la historia de mi libro.
¿No llevabas mucho tiempo como profesional?
No, recién un poco más de un año. La pelea en Salta fue en noviembre de 2009 y yo había debutando en 2008. A fines de ese año me consagré campeona mundial AMB en el Luna Park.
Desde entonces, ¿en qué cambió el boxeo femenino?
Ha crecido y evolucionado bastante. En 2001 empecé como amateur. Creo que con Marcela “la Tigresa” Acuña comenzamos a marcar un camino, vimos la evolución del boxeo femenino. Que haya sido deporte olímpico fue un paso muy importante. La mujer quería su lugar y estar en los Juegos fue realmente increíble.
¿Ya presentaste el libro?
Sí. Nos recibió el intendente Gustavo Sáenz y lo presentamos en el Centro Cívico Municipal.
Le agradecí porque él y su equipo hicieron posible que estemos acá. Le comenté que estoy a disposición para colaborar desde mi conocimiento. Hay que trabajar para que haya más deportistas y sé que puedo aportar con mi presencia.
Recientemente cumpliste 35 años, ¿creés que todavía tenés un largo camino por recorrer?
Mi sueño pendiente es pelear en Estados Unidos. No salió antes porque no tenía rivales de competencia, pero ahora hay dos o tres, así que ahora estoy haciendo fuerzas para que puedan hacer ese combate. Estamos trabajando en eso. Me queda este año y otro más en el boxeo.
¿Después continuarás con tu otra profesión?
Seguramente. Soy psicóloga social y decidí hacer esta carrera justamente con ese fin. En un momento, yo había llegado a lo máximo del boxeo y entendía que tenía que haber algo después de eso. Había que llenar la otra parte, porque en algún momento se acaba la profesión.
Muchos deportistas llenaron vacíos con alcohol o drogas y yo pude recibirme de psicóloga social. Hay que estar completo tanto en lo personal como en lo profesional. Mi psicóloga me ayudó a elegir esta profesión.
¿Qué opinó tu familia en tus inicios como boxeadora?
No fue fácil porque socialmente, 20 años atrás, no se veía al boxeo como se lo ve hoy. Ellos solo veían golpes, moretones y no querían que eso me suceda.
Había que romper paradigmas, les expliqué que no iba a ir boxear para que me peguen, era un deporte como otro. Era algo que elegí yo, iba cambiando hábitos, fumaba e iba a bailar como cualquier adolescente. Cuando comencé a alejarme de eso, ahí entendieron que me gustaba de verdad este deporte.
Obviamente después me acompañaron, me vieron boxear con protección y se quedaron más tranquilos. También desarrollé la habilidad para que no me peguen y eso es muy importante. Fue un largo camino desde el amateurismo hasta convertirme en profesional.

 

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