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Joe Biden, un presidente para el deshielo de EEUU con el mundo

Ex senador demócrata por Delaware, ex vicepresidente y actual presidente electo
Sabado, 07 de noviembre de 2020 13:50

Joe Biden es el primogénito de Joseph Biden y Catherine Eugenia Finnegan, de origen irlandés. Nació en 1942 en un pequeño pueblo de Pensilvania llamado Scranton, donde vivió hasta los 11 años, cuando la familia se mudó a Delaware. Como Donald Trump, nunca destacó como alumno aplicado, aunque consiguió graduarse en Historia y Ciencias Políticas en 1965.

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Joe Biden es el primogénito de Joseph Biden y Catherine Eugenia Finnegan, de origen irlandés. Nació en 1942 en un pequeño pueblo de Pensilvania llamado Scranton, donde vivió hasta los 11 años, cuando la familia se mudó a Delaware. Como Donald Trump, nunca destacó como alumno aplicado, aunque consiguió graduarse en Historia y Ciencias Políticas en 1965.

En 1969 se casó con Neilia Hunter, con la que tuvo tres hijos, Beau, Hunter y Naomi. Dos años después cursó una especialización en la Universidad de Syracuse y consiguió unas prácticas como abogado, lo que le llevará a vivir en Wilmington y a entrar en contacto con la política local. Un año después, a sus 27 años, se hizo con un puesto de concejal en el condado de New Castle.

1972 fue el año que cambió para siempre la vida de Joe Biden para lo bueno y para lo malo. En noviembre, y por una diferencia de 3.000 votos a su favor, Biden consiguió su cargo de senador por primera vez, en un puesto en el que repetiría en seis ocasiones hasta el año 2008. Sólo unas semanas después, en un trágico accidente vial murió su esposa Neilia y su hija Naomi, mientras que sus hijos Beau y Hunter sobrevivieron. Biden pensó en abandonar su carrera política y si no lo hizo fue porque el Partido Demócrata lo convenció de lo contrario. Un año después, ya en el juramento de su cargo, se convirtió en el sexto senador más joven de la Historia de EEUU.

En su rutina diaria hacía tres horas de tren hasta Wilmington, donde trabajaba, para poder estar con sus dos hijos supervivientes. Cuatro años después, en 1977, rehizo su vida y se casó con Jill Jacobs, su actual esposa, con la que tuvo otra niña llamada Ashley, que nació en 1981. Participó en la polémica Ley de Control Integral del Crimen, de la que luego ha ido renegando con los años porque sirvió para encarcelar mayoritariamente a delincuentes de raza negra.

Igual que sucedió con Trump, Joe Biden ha pensado varias veces durante su vida en presentarse a las elecciones como candidato a la presidencia. La primera vez para Biden fue en 1984, aunque pronto abandonó la idea o la pospuso. El caso es que consiguió paralelamente el cargo de jefe de la comisión de Justicia del Senado, que mantuvo hasta 1995. Votó en contra de la Guerra del Golfo que inició George Bush (padre) contra el dictador iraquí Sadam Husein, que acababa de invadir Kuwait. En 2001 apoyó la intervención en Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre y, dos años después, la invasión de Irak propuesta por George Bush (hijo).

En 2007 se volvió a presentar a las primarias sin éxito, pero poco después Barack Obama lo rescataría para acompañarlo en su tícket presidencial. La pareja ganó las elecciones en 2008 y repitió triunfo cuatro años después. Tras 7.000 viajes en tren de Washington a Wilmington, las autoridades locales bautizaron la estación con su nombre. En 2016 decidió no presentarse y dejar paso a Hillary Clinton. Fue tras la victoria de Trump frente a Clinton cuando acarició la posibilidad de cumplir su sueño de ser presidente, y más derrotando al magnate de Nueva York, al que odia profundamente.

En la vertiente política, una presidencia de Joe Biden supondría en buena medida el retorno a la de Barack Obama. En política exterior, Biden volvería inmediatamente a la que fue ha sido la política de Estados Unidos hacia Europa desde 1948: el apoyo a la integración europea y la colaboración trasatlántica, lo que acercaría a EEUU a Emmanuel Macron y Angela Merkel. La defensa que Biden ha hecho del Acuerdo de Viernes Santo que garantiza la paz en Irlanda del Norte elevaría considerablemente el coste político y económico del Brexit sin acuerdo entre Gran Bretaña y la UE con que ha amenazado Boris Johnson.

En China, continuarían las tensiones, pero de manera más limitada. EEUU trataría de coordinarse de nuevo con sus aliados en la región -Australia, Corea del Sur, Japón, Vietnam, y Taiwan- para estructurar una respuesta al expansionismo chino en Hong Kong y en el Mar de Sur de China. El resultado de esas políticas es incierto, sobre todo porque la base de la respuesta a Pekín organizada por Barack Obama era el Tratado de Asocación Transpacifico (TPP, según sus siglas en inglés), del que Trump salió en 2017 y que duerme el sueño de los justos desde entonces.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha plegado a todas las exigencias de Trump, por lo que no hay mucho que cambiar, aunque Biden, para consolidar su apoyo entre los sindicatos y los obreros blancos a los que debe la victoria, probablemente use las disposiciones del nuevo Tratado de Libre Comercio entre ambos países negociado, precisamente, por Donald Trump, para exigir a ese país una mejora de las condiciones de trabajo en sus empresas. Biden probablemente reanudaría la apertura de Barack Obama a Cuba. Colombia seguirá, previsiblemente, siendo el gran ancla de EEUU en la región. Y el equipo de Biden ha dicho poco en relación a Venezuela, donde muchos observadores creen que mantendrá la presión, aunque abriendo la puerta a una solución negociada. En todo caso, la opinión generalizada es que la solución -si la hay- a la crisis de Venezuela pasa por Cuba.

Pero las relaciones personales también son importantes, y ahí muchas cosas pueden cambiar. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ya ha dicho que "la esperanza es lo último que se pierde", en alusión a las dificultades que Trump afronta para ganar, así que la relación entre Washington y Brasilia no sería buena. La conexión de Trump con otros líderes de tendencias populistas y autoritarias -como el saudí Mohamed bin Salman, el israelí Benjamin Netanyahu, el turco Recep Tayyip Erdogan, y el ruso Vladimir Putin- sería considerablemente peor con Biden que con Trump. Con Irán habría deshielo, pero el retorno de EEUU al acuerdo nuclear con ese país, que Trump rompió, es una incógnita.

Fuente: El Mundo

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