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13 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El crimen de haber llegado sin opciones

Lunes, 27 de abril de 2020 03:14

Tanto el exceso de información como la información excesiva nos terminan sumiendo en la desinformación. Pero a esta altura de la "cuarentena administrada" podemos tener por cierto que hay dos modelos "teóricos" para enfrentar la situación de pandemia: el del aislamiento extremo (que adoptó nuestro país) y el del aislamiento "cualitativo", en el que solo se segrega a la población de riesgo, en tanto que el resto circula con precauciones y mantiene las actividades normales. Simplificando, en el primer modelo la regla es el aislamiento y la actividad la excepción, y en el segundo al revés: la regla es la actividad y la excepción el aislamiento.

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Tanto el exceso de información como la información excesiva nos terminan sumiendo en la desinformación. Pero a esta altura de la "cuarentena administrada" podemos tener por cierto que hay dos modelos "teóricos" para enfrentar la situación de pandemia: el del aislamiento extremo (que adoptó nuestro país) y el del aislamiento "cualitativo", en el que solo se segrega a la población de riesgo, en tanto que el resto circula con precauciones y mantiene las actividades normales. Simplificando, en el primer modelo la regla es el aislamiento y la actividad la excepción, y en el segundo al revés: la regla es la actividad y la excepción el aislamiento.

Esta última alternativa es más amigable con la creación de riquezas y la preservación de las fuentes de trabajo, pero implica que la población activa se contagie masivamente, desarrollando la llamada "inmunidad de rebaño", en la que solo un porcentaje menor va a sufrir complicaciones, dentro del cual algunos van a morir. Claro está, ambos modelos teóricos admiten una gradación de matices, y en la práctica sus versiones moderadas pueden llegar a parecerse, pero lo decisivo es que pueden ser implementados en cada sociedad con mayor o menor eficiencia, y en esto va a incidir la existencia o no de corrupción.

Los gobernantes que propugnaron el modelo de "la actividad como regla" fueron duramente criticados desde la mayoría de los medios que adhieren al aislamiento extremo, que es la posición sostenida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la mayoría de la las instancias técnicas oficiales.

No obstante, la posición "contracorriente" del aislamiento selectivo tiene calificados defensores que sostienen que todos los años ocurren epidemias de virus, con tasas de morbilidad y mortandad similares a las actuales y que no por ello se pone a hibernar a la sociedad entera, ocasionando un colapso superior al de una guerra. En definitiva, se mueren los que se tienen que morir.

Entiendo que esto debe matizarse. Por cierto, conocemos la recurrencia anual de las pandemias virósicas y de su secuela de muertes, principalmente entre la población más vulnerable. Desconocemos si la mortandad del COVID-19 va a terminar siendo igual a la de todos los años pero, no obstante, tenemos la certeza de que ninguna epidemia anterior ha colapsado los sistemas de salud tal como ha pasado con la presente.

En lugares tan variopintos como China, Italia, Nueva York (Estados Unidos) y Ecuador, las previsiones para el manejo de enfermos graves y hasta de cadáveres se han visto desbordadas. Es evidente que existe una mayor velocidad de contagio. Pero no podemos saber si existe mayor letalidad hasta que se hagan testeos masivos en la población general, para detectar los casos asintomáticos y los leves.

Ineficiencia y corrupción

Sabemos sin embargo que existen países donde el sistema no se desbordó y donde sin demasiada alharaca se mantiene una razonable actividad social y económica, dentro de razonables medidas de prevención. Puede afirmarse que se trata de países que ya tenían un sistema de salud eficiente.

Alemania no solo cuenta con una estructura hospitalaria de primer nivel (lo que era de suponer) sino, fundamentalmente, tiene una importante cobertura de especialistas, tales como neumonólogos, en los distintos niveles de atención, incluso en terapia intensiva. Esto se complementa con testeos masivos, indispensables para preservar a la población vulnerable.

Esta inversión en recursos materiales y humanos en la Argentina brilla por su ausencia. Por eso lo único que se podía hacer, y se hizo, es lo que le corresponde a un país pobre: poner como prioridad evitar el desborde del sistema de salud y ganar tiempo, ergo, abrazar -con intolerancia- la fe del aislamiento extremo. No ha sido una opción sino una necesidad.

Tenemos el sistema de salud de un país pobre, pero no nos olvidemos que estamos empobrecidos por la ineficiencia y la corrupción. La desinversión en recursos técnicos y los salarios indignos de los profesionales de la salud, cuando son una constante histórica, ¿no es corrupción? El gasto ineficiente, cuando es evidente y endémico, ¿no es corrupción? El desvío ideológico de recursos (aborto, etc.) ¿no es corrupción? Sin perjuicio, claro, de la corrupción en las transacciones, conocida en el área de salud como "retorno".

Nos encontramos, pues, ante una verdadera política de Estado, que trasciende a los gobiernos de turno: la de la ineficiencia sistémica de la salud pública. Ineficiencia que los sectores de menores recursos padecen desde hace décadas, pero que hoy está "expuesta" como una desgracia para todos. ¿Servirá la presente crisis, al menos, para que tomemos conciencia y adoptemos la política de conseguir la mejor salud posible?

Toda esperanza de aprovechar el presente sufrimiento para un cambio positivo se perderá si en adelante todas las fuerzas políticas y las mejores inteligencias de los argentinos no se ponen a trabajar en la reforma del sistema de salud pública, en el que deberán integrarse armónicamente tanto los efectores estatales como los privados.

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