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AUDIO. La historia de una maestra feliz en una escuela invisible

Descubrimos a María Eugenia Sánchez y a la escuela que dirige en el paraje Sala Esculla de Iruya, a través de un emotivo posteo de su hijo Emanuel.
Sabado, 22 de mayo de 2021 02:58

La maestra ríe al hablar, siente el privilegio de transcurrir la vida en un paraje del interior de Iruya que le restaura la salud y el buen humor, donde disfruta de la magia del silencio, del cielo azul al alcance de la mano, de los niños que la quieren como a una madre protectora que los mima, los educa y los alimenta. Ahí se siente útil, se siente viva.

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La maestra ríe al hablar, siente el privilegio de transcurrir la vida en un paraje del interior de Iruya que le restaura la salud y el buen humor, donde disfruta de la magia del silencio, del cielo azul al alcance de la mano, de los niños que la quieren como a una madre protectora que los mima, los educa y los alimenta. Ahí se siente útil, se siente viva.

"Los chicos duermen sobre colchonetas muy viejas, que además fueron nido de ratas durante el 2020 porque nadie vino a la escuela. Nosotros los limpiamos, los dimos vuelta y ahí duermen los chicos. Necesitamos al menos 12 colchones, almohadas, sábanas, frazadas, toallas”.

Maria Eugenia Sánchez es la directora de la escuela N´4236 "Fray Bartolomé de las Casas" del paraje Sala Esculla, de Iruya. Eso queda a más de 300 kilometros de Salta, pero el problema no es la distancia, sino el terreno en ascenso y descenso permanente para llegar a ese paraje sin camino, entre muchas otras carencias. Pero lo que sí tiene Sala Esculla es una escuelita rancho y docentes con una incansable vocación y un compromiso profundo con los niños y su futuro.

  Tareas bajo el sol, en Sala Esculla.

Supimos de la existencia de esta escuela y de su directora, María Eugenia, a través de un posteo que hizo en las redes sociales Emanuel, uno de sus cuatro hijos, expresando el inmenso orgullo que siente por su madre. Y ese gesto de amor, tan filial, tan humano, no tardó en replicarse a nivel nacional.

El Tribuno tuvo una larga charla con la docente a través de un teléfono satelital, que para ser usado requirió de toda la energía de uno de los paneles solares de la escuela. Por suerte, ayer fue un día de sol pleno y hubo carga completa.

Para mejorar la vida en la escuela se necesita un camino. “Eso hará que esta escuela deje de ser invisible"...

"Hace 20 años, cuando yo vine a trabajar por primera vez a esta escuela, comunicarse era más difícil. A través de una radio de Salud Pública nos podíamos comunicar los viernes a las 4 de la tarde con mis hijos. Toda la provincia escuchaba lo que hablábamos", cuenta entre risas y agrega: "Fue duro al principio pero yo quería darles un futuro en la universidad a los chicos. Mis hijos estudiaron en la Universidad Católica y es un gran costo que si yo fuese maestra en Salta capital no podría pagar. Amo tanto a mis hijos, me emociona pensar en ellos..." (y se le quiebra la voz).

  Los alumnos en el recreo, sentados al sol en el mástil.

Eugenia contó cómo hacen los docentes para llegar hasta la escuela de Sala Esculla, que tiene una sede principal con 8 alumnos y un anexo con otros tres, a 5 horas de caminata: "Hay que hacer noche en un poblado que se llama Río Grande para salir muy temprano caminando hasta El Abra. Hay corniza, lugares donde se forma hielo. En 2019 tuve un accidente porque se desprendió un bloque de hielo y me tiró para atrás y me quebré la muñeca. También hace 20 años, cuando me inicié acá, tuve un accidente al caer del caballo. Me esguincé el tobillo y me curó la gente del lugar. Lo de la fractura de muñeca fue distinto, tuve que irme a Salta para que me curen. Ese año ya no pude volver y después vino la pandemia".

   Los burros con las provisiones, listos para partir.

Sobre cómo fue la enseñanza en 2020, Eugenia dijo: "Nadie vino a la escuela, ni maestros ni alumnos. Y como la virtualidad acá es imposible, se puede decir que perdieron por completo el año de aprendizaje y lo peor es que tampoco se alimentaron bien porque los chicos comen en la escuela. Intentamos enviar cartillas, pero cuando llegó un paquete a la escuela, un papá lo guardó bien cerrado creyendo que era documentación. La virtualidad acá es imposible, el único lugar que tiene energía es la escuela. Tampoco tienen poder adquisitivo para celulares ni computadoras".

En la escuela de Sala Esculla no hubo ningún caso de Covid-19. "Es una bendición estar lejos de todo eso que angustia tanto. Los chicos conocen de la Covid porque en marzo cuando iniciamos las clases les enseñamos a limpiar las mesas con alcohol, a lavarse bien las manos, a mantener el protocolo en lo posible porque no tenemos agua dentro de la escuela es entrar y salir con baldes para el baño todo el tiempo", y planteó así otro drama de la escuelita: "Cuando no hay agua, que es casi siempre, la traemos del río que queda "abajito", como decimos acá. Pero cuando hay agua en una canilla de la escuela, es la que viene de una vertiente que está a 2.000 metros de manguera".

  El baño de la tarde, con baldes y agua calentada al fuego.

Cocinan en el fogón porque la escuela no tiene otras posibilidades para ese fin, fuera del fuego. Tampoco tienen agua adentro de la escuela. Para la energía cuentan con dos paneles solares, uno para tener internet y otro para dar luz a las instalaciones. "Cuando está nublado no se completa la carga y hay días que a las 20 comen y todos a la cama porque no hay más luz. Necesitamos otro panel, así que quiero gestionarlo con Edesa", dijo.

Y contó: "Tenemos una cocina a gas, pero es tan difícil conseguir que llegue una garrafa, que terminamos cocinando a leña y también así calentamos agua para el baño de todos". Pero lo que más necesita la escuela, para que lleguen los beneficios, es un camino. Ojalá alguien lo haga.

   En la soledad, la escuela “Fray Bartolomé de las Casas”.

Lo que más necesitan

Para mejorar la vida en la escuela, se necesita un camino. “Eso hará que esta escuela deje de ser invisible, a quién corresponda le suplicamos un camino, para que lleguen las mejoras, las donaciones, todo”, dijo la directora Eugenia Sánchez. Agregó: “El Ministerio de Educación tiene competencia en todo lo que es mejorar las instalaciones de la escuela, así que les pedimos ayuda desde acá para gestionar agua, energía y por ejemplo colchones nuevos para los chicos que ya duermen sobre colchonetas muy viejas, que además fueron nido de ratas durante el 2020 porque nadie vino a la escuela. Nosotros los limpiamos, los dimos vuelta y ahí duermen los chicos. Necesitamos al menos 12 colchones, almohadas, sábanas, frazadas, toallas”. En la escuela duermen 8 alumnos, y 5 docentes, entre los que se cuentan los maestros especiales de Inglés, Arte y Educación Física que hacen el circuito entre el anexo y la escuela. 
 

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