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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La niñez desposeída

En Salta hay 250 mil menores de 18 años que viven en hogares con ingresos insuficientes.
Miércoles, 18 de agosto de 2021 02:51

Por Carla Arévalo - Jorge Paz / Economistas (Ielde)

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Por Carla Arévalo - Jorge Paz / Economistas (Ielde)

El domingo 15 de agosto, además de celebrarse los comicios legislativos provinciales y municipales en Salta, se celebró el Día de la Niñez. La Asamblea General de las Naciones Unidas impulsó la celebración de este día para llamar la atención "sobre la situación de los niños más desfavorecidos, dar a conocer los derechos de la infancia y concientizar a las personas de la importancia de trabajar día a día por su bienestar y desarrollo". Naciones Unidas lo celebra el 20 de noviembre de cada año, con el nombre de Día Universal del Niño.

El Día de la Niñez nace reconociendo la diferencia. Todas las niñas y los niños deberían acceder a un bienestar mínimo similar. Sabemos que eso no es así. Considerando pobre solamente a personas sin el dinero necesario para comprar comida, abrigo y otros bienes básicos, en la Argentina hay 7,5 millones de niñas y niños pobres, y en Salta solamente, 250 mil menores de 18 años viven en hogares con ingresos insuficientes.

Decimos "solamente" dado que ser pobre es mucho más que no tener dinero. Una niña o niño pobre, además de no tener dinero, crece en una vivienda que no tiene espacio suficiente para desarrollar sus actividades, carece de servicios básicos de saneamiento, electricidad, gas o agua. Ni qué decir de sus posibilidades educativas, de salud y de trabajo prematuro. En ese sentido Salta está todavía peor que el resto, relativamente hablando. Las privaciones en el ejercicio de derechos básicos tales como el acceso a la protección social, al saneamiento básico (tener un baño en la vivienda, con inodoro y descarga) y residir en un hábitat seguro (lejos de basurales o en una zona segura ante inundaciones) parecen ser los mayores déficits de nuestra niñez.

 

 

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Pero hay otra infancia que no tiene derecho ni siquiera a la vida. Una de cada tres defunciones anuales de niñas y niños menores de un año podrían haberse evitado por prevención, por tratamiento oportuno o por atención adecuada en el parto. Casi 11 mil nacimientos anuales en la provincia provienen de madres con baja educación; se trata en buena medida de niñas y adolescentes en la que no solo se define la suerte del nacimiento, sino la de ellas mismas, que ven truncadas sus posibilidades educativas y laborales futuras.

La sociedad destina recursos a combatir este mal. Organismos internacionales como Unicef y los gobiernos de los distintos niveles hacen ingentes esfuerzos para mitigar este problema, pero el problema persiste. En la Argentina, como en otros países, existe, por ejemplo, un programa nacional de transferencias monetarias focalizado en la población más vulnerable: la AUH. Pese a esa importante inversión fiscal en niñez, casi 6 de cada 10 niñas y niños de nuestro país viven en hogares con ingresos insuficientes. Muchos estudios han mostrado los efectos positivos de este tipo de programas en el bienestar de la niñez como la reducción del trabajo infantil, el incremento en la matrícula escolar, la reducción de la fecundidad temprana; sin embargo, no tiene la fuerza necesaria para erradicar las privaciones de derecho, ni siquiera la pobreza. Es muy probable que ésta fuese mucho más elevada de no estar el Estado amortiguado los efectos de la falta de crecimiento, de la escasez de empleos para madres y padres, y la inflación que corroe los ingresos percibidos por la población adulta.

El futuro de una sociedad no será el mismo con una niñez que crece en la pobreza que con una niñez fuera de la pobreza. Estudios hechos en diferentes lugares del mundo dan cuenta del fuerte impacto negativo de la pobreza de niñas y niños sobre el curso de vida de las personas. Las niñas y niños se encuentran presos en una situación que no eligieron y sin los medios necesarios para salir. Esa situación de pobreza los condena a una trayectoria educativa precaria que condiciona fuertemente su capacidad de generación de ingresos en el futuro, asegurando con alta probabilidad la reproducción de la pobreza durante su vida adulta y en sus generaciones futuras. No solo se hereda riqueza, también pobreza.

A la vez de pensar nuevos dispositivos para atacar este problema y de reforma de los dispositivos existentes, se hace necesario derrumbar ciertos mitos y eslóganes que entorpecen la implementación de políticas públicas serias y eficaces y de largo alcance. Uno de esos mitos es el de la igualdad de oportunidades. No nos engañemos pensando que vacunar y retener a nuestra infancia dentro de una escuela hará una adultez sin pobreza y con pleno ejercicio de derechos. Hay varias argentinas con diferentes niveles de escuelas. La escuela rancho, con plurigrado, y el colegio privado multilingüe con aranceles superlativos; el asentamiento espontáneo sin cloacas, electricidad ni acceso al agua y el barrio cerrado con guardias y acceso restringido; salas de primer nivel de atención sin insumos ni personal, y clínicas con posibilidades de tratamiento sofisticados.

La grieta de la que solemos hablar se expresa duramente en la niñez. Una sociedad segmentada con espacio insuficiente para un trato igualitario a los 13 millones de niñas y niños que habitan nuestro país. Algo tenemos que hacer. Actuar sobre la niñez no solo es un mandato universal, sino una excelente estrategia para derrotar la pobreza de toda la población en un futuro no tan lejano.

 

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