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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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¿Quién ganó el debate?

Miércoles, 15 de noviembre de 2023 02:38

No soy sociólogo ni psicólogo ni experto en ciencia alguna de las que auxilian en la interpretación de las contingencias sociales y políticas. Pero no deja de asombrarme la superficial, trivial, apreciación del resultado del debate entre los dos candidatos a la presidencia, por parte de casi la totalidad de los presuntos versados en ese menester.

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No soy sociólogo ni psicólogo ni experto en ciencia alguna de las que auxilian en la interpretación de las contingencias sociales y políticas. Pero no deja de asombrarme la superficial, trivial, apreciación del resultado del debate entre los dos candidatos a la presidencia, por parte de casi la totalidad de los presuntos versados en ese menester.

Su dictamen casi unánime ha sido que el actual ministro de economía, Sergio Massa, ha superado ampliamente a su oponente, el neófito político improvisado, Javier Milei.

Puedo asegurar que, no otra opinión generalizada me permití suponer antes del encuentro, considerando el entrenamiento con que cuenta el señor Massa, en la polémica, los conflictos, los altercados personales, el uso de la diatriba ácida cuando no violenta. La dialéctica sagaz y ladina, dicha con la socarrona mueca humillante de la burla, la cualidad para achacar al contrincante la utilización de una chicana, mientras su discurso está plagado de ese recurso innoble y soez. Toda una maestría en la práctica mañosa de la polémica, frente a la inexperiencia del principiante.

¿Quién podría haber dudado que, en ese ámbito de la polémica y la discrepancia, se enfrentaba David frente a Goliat? Pero ¿es que acaso la utilidad del debate, la ventaja o el provecho que podría suponer para alguno de los dos aspirantes a obtener un triunfo electoral en la próxima y decisiva elección del presidente de la República, está relacionado con la demostración de una destreza en la discusión, con la superioridad en la pericia para la retórica y la controversia?

Pareciera que el objetivo no se encuentre en ese ámbito, que el fruto de ese debate está directamente vinculado con la difícil situación en que se encuentra un ciudadano que, habiéndose decidido a votar en las PASO y en la primera vuelta, a una expresión política que no era ninguna de las dos que resultaron finalistas, como también ese otro que, por dudas sin resolver o quizás por el enojo, la desilusión o la frustración, decidió no participar o votar en blanco o impugnar el voto, se encuentra ahora ante la disyuntiva de decidirse por alguno de los dos postulantes, ninguno de los cuales le parece digno de su apoyo.

Y es entonces donde arribamos a la cuestión de cuál es el fruto que ese debate habrá de brindar a uno de los dos contendientes, que no es otro que la decisión del hasta ahora indeciso, para convencerlo de elegir a quien le ofrezca menos resistencia, disgusto, resquemor, preocupación, temor o asco. Convencerlo de entregarle su voto.

Y en este punto, podemos desde ya advertir, casi sin lugar a dudas que, en esa ciudadanía desorientada, angustiada, atemorizada, recelosa, se pueden revelar dos preocupaciones, y una inquietud o alarma, atribuibles a cada uno de los candidatos.

No es necesario hacer un análisis profundo de las prevenciones y temores que los acosan: Massa es repudiado como autor principal de la calamidad por la que atraviesa el país, angustiado, hambriento de comida, de salud, de libertad, de tranquilidad, de educación, hambriento de una vida en paz digna de ser vivida. Y es censurado por su destreza y habilidad en la mentira y el descarado giro de sus opiniones, como su combativa promesa de otros días, de acabar con La Cámpora, en los que también prometía otro tanto con el kirchnerismo, elevando después loas a ambos.

Milei es temido por su personalidad avasallante, su aparente inestabilidad emocional, sus proyectos que parecen inverosímiles o impracticables.

Massa es rechazado por el daño ya comprobado y soportado. Milei es temido como un salto al vacío, como un futuro riesgoso.

Uno es repudiado y negado como un depredador que podría conducir a la mayor calamidad, a consolidar la hecatombe del país. El otro es motivo de desconfianza y temor. Inquietud que el oficialismo ha exacerbado con una campaña diseñada por expertos en inocular el terror.

El debate ha contribuido, en mi opinión, para ayudar al ciudadano irresoluto, a esclarecer las características personales, inclinaciones, capacidades, sinceridad, carácter, modo de ser, condiciones de firmeza y de equilibrio, convicciones y actitudes que demuestran su grado de confiabilidad o su propensión a la falsedad.

Y entonces, no parece irracional ni disparatado, concluir que el dictamen de los presuntos expertos, recluidos en su apreciación del debate en un ámbito totalmente ajeno a la incidencia de la intervención y actuación de cada uno de los participantes, en el ánimo y la decisión del ciudadano, nada tiene de acertado.

He aquí mi opinión: el desempeño de uno de ellos no logró desvirtuar el parecer del ciudadano, que lo ve como inclinado a persistir en su acción de prolongar el estado de las cosas. Massa mostró que sigue siendo el mismo y las posibilidades que ofrece para el futuro, no se corresponden con la oportunidad que tiene en el presente.

Milei consiguió exhibir una personalidad alejada del excéntrico, el extravagante, el exaltado. Aunque haya habido alguna simulación de su parte, su proclividad a no mentir, invita al ciudadano indeciso, si no a desterrar absolutamente su temor, al menos a atemperar ese miedo que quiso sobrecargar el oponente para inyectarlo en su ánimo, con una campaña astuta, insidiosa y hábilmente diseñada y proclamada por el ministro y sus sabuesos.

¿Quién ganó el debate? Las urnas tienen la palabra.

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