¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
8 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Dolarización:¿infierno o paraíso?

Viernes, 28 de abril de 2023 02:46

La economía argentina es un tembladeral, especialmente, porque ni el gobierno ni la oposición terminan por elaborar y publicar un diagnóstico transparente y preciso. Acusar a la oposición, a los medios o a las potencias extranjeras por la disparada del dólar, o hablar de la pandemia, la invasión a Ucrania o la sequía para explicar la inflación, oscurece más aún el horizonte y multiplica la incertidumbre.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La economía argentina es un tembladeral, especialmente, porque ni el gobierno ni la oposición terminan por elaborar y publicar un diagnóstico transparente y preciso. Acusar a la oposición, a los medios o a las potencias extranjeras por la disparada del dólar, o hablar de la pandemia, la invasión a Ucrania o la sequía para explicar la inflación, oscurece más aún el horizonte y multiplica la incertidumbre.

Hoy, los economistas coinciden en proyectar para este año una inflación de entre 110 y 120%; el compromiso de Sergio Massa de llegar a abril con una inflación del 3% mensual no se cumplió ni se cumplirá: este mes oscilará entre el 7 y el 8%. El ministro y precandidato (no lanzado) ya superó los indicadores de sus antecesores, Martín Guzmán y Silvina Batakis, y batió un récord inflacionario de treinta años; es decir, a registros de los años previos a la Convertibilidad. Ni la devaluación encubierta que representan los diversos tipos de dólar cotizados a la medida de un determinado sector alcanza para contener la estampida.

En medio de este clima de desconcierto, vuelve a aparecer el espejismo de la dolarización de la Economía.

Y es justamente en este período preelectoral cuando referentes de distintos partidos políticos se muestran entusiasmados -o más bien, obsesionados- con dolarizar nuestra moneda. Esa idea surgió en 1998, comenzó a discutirse y se prolonga hasta llegar a un contexto de inestabilidad y constantes devaluaciones que permanentemente debilitan a nuestro peso y alimentan desde hace mucho tiempo la "biomonetización" de hecho, utilizada por ahorristas e inversores.

Recientemente en Bariloche los empresarios más poderosos del país escucharon las propuestas de varios precandidatos a la presidencia. Entre los temas más importantes les pidieron sus opiniones sobre la economía que se viene a partir del próximo año con un nuevo gobierno, surgiendo -entre otros- un interrogante que les preocupa: si piensan dolarizar o no la economía.

Ya instalada en la agenda mediática de campaña política, analizaremos las variables económicas que actualmente tenemos para formarnos una idea clara de lo que significa dolarizar nuestra economía.

¿Proyecto o utopía? 

Es un tema altamente complejo desde el punto de vista técnico, social y político. La dolarización de la economía argentina ofrecería una consecuencia positiva: la estabilidad monetaria. Pero existen numerosas decisiones, no solo económicas o de políticas públicas, que deberán ser analizadas y que, si no se implementan, correrían serios riesgos de un gran fracaso.

Esto, sin considerar que una decisión de este tipo, que incluye el cierre del Banco Central y la pérdida de soberanía monetaria, podría ser declarada inconstitucional.

Como punto de partida se debe tener en cuenta el siguiente dato: un informe de la consultora Idesa, que cita como fuente al BCRA, estima que se dolarizaría con una base monetaria a $5 billones y las Leliq -dinero que la gente depositó en los bancos y éstos en el Banco Central- que ascienden a $12 billones. En tanto, las reservas netas de dólares apenas suman US$ 1.800 millones. "Esto implica que la dolarización debería hacerse a un tipo de cambio equivalente a casi $10.000 por dólar", estima Idesa.

Un plan de este tipo, en primer lugar, debería mostrar el programa de políticas que se van a implementar antes de tomar esa medida, para evitar, o al menos moderar, los efectos negativos en el mediano y largo plazo.

El proyecto dolarizador del precandidato libertario Javier Milei generó un mal clima entre los empresarios, ya que tras su discurso en el foro de Llao Llao surgieron demasiadas dudas que, para cualquier empresario, grande o chico, pasan a ser preocupaciones. La idea se les aparece como "salvavidas de plomo".

Ya las turbulencias cambiarias y las contradicciones en el seno del gobierno generan zozobra. La tasa de inflación y el tipo de cambio se han desbocado y las reservas del Banco Central que vienen bajando día a día nos muestran una foto nada optimista de nuestra economía. Y la película es más pesimista todavía.

La dolarización sola no soluciona nada, y la presentación que hace de ella Milei, asesorado por los economistas Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky, no tranquiliza a nadie. Suena a promesa en el vacío o al anticipo de otra catástrofe.

El "Plan Llegar" 

Desde hace cuatro años observamos solamente políticas de corto plazo para que ayuden a llegar a las elecciones, y ninguna norma ni programa para mejorar la macroeconomía fracturada. Se trata de decisiones imprescindibles para evitar, entre otras, el aumento sostenido de los precios y que los pesos en circulación no se sigan volcando a comprar dólares. Hoy se está utilizando la tasa de interés como herramienta alentar el ahorro en pesos, pero para eso, esas tasas deben estar por encima de la inflación. Esto genera un efecto negativo en el corto plazo porque se necesita mayor emisión monetaria para pagar la pesada carga de intereses de las Leliqs y otros títulos públicos, que como se señaló más arriba, ya superan los 12 billones de pesos.

Para empezar a pensar en dolarizar la economía, se debería acomodar la política fiscal (gastar menos o igual a los ingresos) y monetaria, dejar de emitir moneda para cubrir déficits y acabar con la inflación, para de ese modo generar mayor estabilidad y mayor previsibilidad. Estás son ya, las prioridades más urgentes e importantes (que nadie encara con claridad). Dolarizar no es sencillo, y menos aún como política de shock.

El gobierno que venga, sea del signo político que sea, deberá tener poder político para implementar políticas que fortalezcan la economía. Los efectos probables, deseados y no deseados:

Dolarizar puede servir para generar confianza, transparencia y previsibilidad para la toma de decisiones, especialmente entre los inversores internacionales.

Tendría un efecto de cambio en la sociedad y en el ámbito político, en el corto y largo plazo. Habría que precisar cuál sería ese efecto.

El Banco Central no tendría el control de la política monetaria; no podría establecer el tipo de cambio que pueda regular el comercio exterior ni disponer de emisión monetaria. Previo a cualquier decisión se deberán reponer las reservas netas del Banco Central ya que hoy no tenemos reservas de dólares suficientes y hacerlo en estas condiciones restaría más poder adquisitivo al dinero.

Es casi inevitable que en el corto plazo aumenten el desempleo, el empobrecimiento en sectores que dependan de la producción local y que se pierda competitividad.

Podría frenar la inflación, pero no resolvería ningún problema relacionado con la producción.

Dolarizar nuestra economía significaría que dependemos de la política monetaria de los Estados Unidos, cuyas decisiones le sirven a la economía de ese país, pero no al nuestro, que perdería la facultad de apreciar o depreciar nuestra moneda según nuestro criterio.

No se puede improvisar

Tanto desde el punto de vista técnico como del político, dolarizar la economía es un tema muy complejo. Si vemos como ventaja la estabilidad económica, los riesgos que entraña pueden descalabrar al país. Para neutralizar semejante amenaza, quien quiera intentarlo deberá mostrar cómo van a proceder, que políticas y medidas se van a implementar antes de dolarizar y cómo evitaría, a través de políticas de Estado los peligros para el empleo, la calidad de vida y el nivel de ingresos de la sociedad.

Es comprensible que, con recesión, sin crecimiento real en doce años y una inflación endémica, que ya supera el 100% anual, algunos analistas piensen que dolarizando se acaban los problemas inflacionarios sin daños colaterales.

Necesitamos un país normal. Y eso no está garantizado. Pero debemos mirar más allá de la elección de este año. No todo está perdido.

Podemos mejorar nuestra economía sin dolarizar, con hechos concretos como la terminación del gasoducto Néstor Kirchner y la maduración de las inversiones en Vaca Muerta, para exportar hidrocarburos, y el avance del litio y otros minerales. Estas son perspectivas promisorias para el futuro gobierno, pero deberemos llegar a diciembre con una administración realista, que mejore el escenario fiscal y evite dejar bombas de tiempo activadas. Porque el próximo presidente y la ciudadanía argentina deberán cargar con problemas estructurales que exigirán sacrificios, esfuerzos y mucha lucidez, diálogo y transparencia para salir del espiral de decadencia.

 

PUBLICIDAD