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El récord menos deseado:somos un infierno fiscal

Sabado, 24 de junio de 2023 02:06

Nuestro país tiene un récord mundial; sí, estimado lector, está entre los primeros que más cantidad de impuestos acumula y si a esto le sumamos la inflación que padecemos determinamos que tenemos otro impuesto que no se ve y ni siquiera se lo computa, pero ataca especialmente a las familias de trabajadores y jubilados.

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Nuestro país tiene un récord mundial; sí, estimado lector, está entre los primeros que más cantidad de impuestos acumula y si a esto le sumamos la inflación que padecemos determinamos que tenemos otro impuesto que no se ve y ni siquiera se lo computa, pero ataca especialmente a las familias de trabajadores y jubilados.

Nuestro récord es el de ser el tercer "infierno fiscal" después de Bielorrusia y Venezuela, calificación que le dio la consultora 1842 Foundation a fines del pasado año

El vademécum tributario elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) determinó que existen en Argentina 148 tributos diferentes, sumando los nacionales, provinciales y municipales, festejando una reducción de 17 tributos desde la medición del año anterior.

Según este informe, 10 tributos recaudan el 91% de todos los impuestos, tasas, contribuciones y derechos, y el 9% restante recaudan los otros 138. Este es un tema que deberá resolver el próximo gobierno, no solo por la carga burocrática que tienen sino también por la poca y significativa recaudación. Se impone una reforma impositiva.

"El vademécum tributario de Iaraf no es un mero listado de todos los tributos existentes a lo largo y ancho de Argentina, sino una lista de los distintos tipos de tributos identificados según los distintos hechos imponibles. Para la realización del vademécum se hizo un análisis exhaustivo de la normativa tributaria vigente en los diferentes estratos gubernamentales", fue la explicación del Instituto sobre el método y los criterios aplicados en este análisis

El hecho imponible es una situación que origina el nacimiento de una obligación tributaria; esta situación o hecho imponible obliga a la persona física o jurídica a presentar y pagar un determinado tributo, ya sea un impuesto o tasa.

El objeto básico de toda ley tributaria es el hecho imponible que se realiza, razón por la cual siempre debe estar en los primeros artículos de cada ley y no puede estar en ninguna normativa o reglamento accesorio a la ley.

En este mismo estudio se identificaron 45 tributos vigentes a nivel nacional, entre los más importantes están Impuesto a las ganancias, aportes y contribuciones a la seguridad social, derechos de exportación e importación, monotributo, valor agregado (IVA), los débitos y créditos bancarios (al cheque), a los combustibles e impuestos internos

Entre los 25 impuestos provinciales computados se destacan: actividades económicas o ingresos brutos en otros distritos y los impuestos automotor, inmobiliario y de sellos.

Y entre los municipales que cobran tasas retributivas por prestaciones de servicios, con una mayor carga de creatividad y en algunos casos de impuestos, se contabilizaron 78.

Como se puede observar, la cantidad de tributos que gravan a cualquier actividad no mejoran los ingresos del Estado, que siempre está en déficit, sino que generan evasión (no pago de impuestos), elusión (acción realizada por vías legales que persigue evitar o minimizar el pago de impuestos), crecimiento de la economía informal y, fundamentalmente, no incentivan las inversiones, más bien las desalientan, y todo esto cuando en definitiva con solo 10 tributos se obtiene el grueso de la recaudación.

Pero en este período de alta inflación existe un tributo que no se lo menciona y no se ve, pero perjudica a los ciudadanos que tienen sus ingresos fijos porque los incrementos de precios son previos y más frecuentes que las actualizaciones salariales de estos últimos años, concretamente estamos hablando de la escalada generalizada y sostenida de precios, que junto a la falta de inversiones tienen un efecto depredador en la generación de pobreza. Es decir, es un problema impostergable. El Gobierno sabe cómo resolverlo, pero no quiere pagar el enorme costo social y político que demanda, porque la prioridad de los funcionarios está puesta en ganar las elecciones y anteponen sus ambiciones personales a cualquier deber cívico.

"Cuando no tengas ni fe ni yerba de ayer secándose al sol; cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar...". Estos versos los escribió Enrique Santos Discépolo en 1929, en vísperas de la gran crisis financiera mundial. Parecen describir a la Argentina de nuestros días. Claro que la caída de Wall Stret se debió a otras razones.

La inflación es un impuesto no legislado e invisible; está horadando a nuestra economía y, muy especialmente, a los ingresos de trabajadores y jubilados. Pruebas sobre la mesa: en mayo la canasta básica total aumentó 7,2% y cada familia de cuatro integrantes necesitó $217.916 para no ser pobre. Y $99.053 para no caer en la indigencia.

Como consecuencia de la caída del salario real respecto al Índice de Precios al Consumidor (IPC), las familias están agotando su capacidad para hacer frente a la tormenta inflacionaria y para mantener medianamente su calidad de vida. Esto se ve reflejado en el aumento de las fuentes de financiamiento y de acuerdo de las estadísticas de Banco Central observamos que la estructura de la deuda se distribuye de la siguiente manera: las tarjetas de crédito, el 44% del total, seguidas por préstamos personales, el 26%, hipotecarios, 23%, y prendarios 4,4%, y el resto, con el 3,7%

Esta lectura a simple vista nos indica que en Argentina en la mayoría de los casos la deuda se toma para pagar gastos corrientes y de corto plazo, como son las tarjetas de crédito y algunos préstamos personales, caso muy distinto a los países normales, donde la mayoría de los préstamos son otorgados para financiar erogaciones o inversiones a largo plazo, como pueden ser los prendarios o hipotecarios.

Otros estudios recientes confirman la hipótesis. La Cepal reveló que el 64% del financiamiento solicitado por los hogares argentinos entre octubre y noviembre de 2022 se destinó a cubrir gastos en alimentación y medicamentos.

Y como la inflación no cesa y los hogares no pueden equilibrar sus cuentas, al tomar deudas corren el riesgo de no poder afrontar estos compromisos contraídos.

Observamos que nuestras familias, cuando superan su capacidad de endeudamiento con entidades financieras, abandonan los bancos y lo hacen cambiando sus hábitos, disminuyendo el consumo de alimentos, no pagando impuestos, servicios o solicitando préstamos a entidades no bancarias que en muchos casos les cobran intereses significativamente superiores.

Por eso hay tanto malhumor entre los argentinos. La plata no alcanza y las familias soportan un muy alto nivel de endeudamiento, mientras la inflación solo baja en la imaginación de algún funcionario, porque su carrera es imparable desde hace ya más de cuatro años. Con los conflictos que esto acarrea se multiplican los indicadores de preocupación y ansiedad, porque la gran mayoría no la está pasando nada bien.

Las entidades financieras también dan cuenta de una clara tendencia a la baja de las líneas de préstamos personales y de tarjetas de crédito, y que los créditos al consumo a precios constantes acumulan una reducción del 13,9% en los últimos 12 meses.

Salvo casos puntuales como el turismo, la minería y algunas producciones y servicios menores, la inflación ha provocado, entre otras cosas: empobrecimiento de la población, recesión con pérdida de fuentes de trabajo, aumento de la economía informal, evasión, elusión, endeudamiento de muchísimas familias y un clima de incertidumbre de todos los argentinos.

 

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