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Mes de julio, prisión y muerte de Yrigoyen

Domingo, 09 de julio de 2023 10:32

En el transcurso de julio, el mes de nuestra Independencia, fallecieron en nuestro país, dos de las personalidades políticas más importantes del siglo XX: Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón. El primero, el día 3 del año 1933 y el segundo, el primero de julio de 1974. Los dos fueron presidentes constitucionales; Yrigoyen por la Unión Cívica Radical y Perón, electo la primera vez por la coalición Unión Cívica Radical "Junta Renovadora" y los partidos Laborista e Independiente. Pero las similitudes continúan, ambos fueron derrocados en septiembre, Yrigoyen el día 6 y Perón el 16. Y por último, uno y otro fueron reelectos y también dieron con sus huesos en la Isla Martín García. Pero lamentablemente, por un problema de espacio hoy solo nos ocuparemos de don Hipólito Yrigoyen.

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En el transcurso de julio, el mes de nuestra Independencia, fallecieron en nuestro país, dos de las personalidades políticas más importantes del siglo XX: Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón. El primero, el día 3 del año 1933 y el segundo, el primero de julio de 1974. Los dos fueron presidentes constitucionales; Yrigoyen por la Unión Cívica Radical y Perón, electo la primera vez por la coalición Unión Cívica Radical "Junta Renovadora" y los partidos Laborista e Independiente. Pero las similitudes continúan, ambos fueron derrocados en septiembre, Yrigoyen el día 6 y Perón el 16. Y por último, uno y otro fueron reelectos y también dieron con sus huesos en la Isla Martín García. Pero lamentablemente, por un problema de espacio hoy solo nos ocuparemos de don Hipólito Yrigoyen.

Revolución

El 6 de septiembre de 1930, don Hipólito Yirigoyen estaba enfermo y en cama. Ese día la gente salió a trabajar como cualquier otro de la semana pero a las 9 de la mañana, cuando las calles de Buenos Aires estaban repletas, el diario "Critica" anuncia en sus pizarras: "Se han sublevado las tropas de Campo de Mayo al mando del general Uriburu". Luego se escuchan las bombas de estruendo que anuncian un nuevo informativo, y a poco comienzan a ulular las sirenas de otros diarios. ¡Revolución!

Aquí en Salta, El Intransigente hace lo mismo. Dispara 300 bombas de estruendo mientras la sirena de La Provincia ulula frente a la plaza 9 de Julio. ¡Revolución!

Cuando Yrigoyen se entera no puede creer. Y como no quiere derramamiento de sangre ni la muerte de nadie, se opone a que su gobierno resista la asonada. De inmediato ordena a su vice Enrique Martínez: que "no se derrame una sola gota de sangre". Y cuando en esa mañana la Marina intenta resistir, Martínez se indigna y dispone el repliegue. A las cuatro de la tarde, la bandera de parlamento al tope del mástil de la Casa Rosada, ofrece la rendición.

A partir de entonces, turbas revolucionarias saquean y queman lo que encuentran a su paso. "Incendian el comité radical -cuenta Manuel Gálvez- y un diario yrigoyenista. Rompen vidrios y muebles y desde el comité radical lanzan a la calle retratos de Yrigoyen y un busto en madera de quebracho del expresidente es arrastrado…". Y mientras esto ocurre en las calles de Buenos Aires, unos amigos sacan a don Hipólito de la ciudad y viajan rumbo a La Plata".

"Anochecía -cuenta Gálvez- cuando dos automóviles detiénense en La Plata frente a la residencia del gobernador (Nereo Crovetto) que también es la Casa de Gobierno provincial. De uno de ellos desciende, ayudado por varias personas, un anciano tembloroso, en quien el guardia no tarda en reconocer a Yrigoyen. Lo recibe el gobernador, pero el viaje lo dejó agotado y en estado de postración. Se recuesta, está con fiebre y a poco se entera que el gobierno provisional lo requiere. Entonces resuelve entregarse preso en el cuartel de La Plata donde presentará su renuncia que él mismo redacta mientras sus amigos lloran: "Al jefe de las fuerzas militares de La Plata. Ante los sucesos ocurridos, presento en absoluto la renuncia del cargo de presidente de la Nación Argentina. Dios guarde a usted".

Detención y amenaza

Yrigoyen, enfermo, permanece por unos días en el cuartel de La Plata y el 10 de septiembre un médico lo examina y diagnostica: "traqueobronquitis sin fiebre y una gran depresión moral", dice el profesional. Al día siguiente lo ayudan a vestir para después embarcarlo en el acorazado "Belgrano" que se aparta y fondea a poca distancia del puerto. Allí le comunican que está preso e incomunicado por los saqueos del día 8 y además, Uriburu le hace decir que: "Será fusilado si se produce un movimiento contra revolucionario". La amenaza agrava su abatimiento y el 26 de septiembre sufre un ataque cardíaco. Llegan médicos y el 1° de octubre, ya mejorado, es trasladado al crucero "Buenos Aires". Se queja por estar en un buque más liviano lo que califica de "temeridad tan injusta como inconsiderada".

El 21 de octubre es trasladado de nuevo al "Belgrano", donde permanece incomunicado. A los 20 días le levantan la incomunicación y entonces recibe a su hija, su secretaria y su abogado. Ahora se entera del incendio de sus papeles y muebles, del encarcelamiento y fuga de colaboradores y ministros, y de las definiciones de Alvear en París. Había declarado ante la prensa francesa "que (la revolución) era un mal necesario"; que Yrigoyen "había jugado con el país"; que "no respetó ni a las leyes ni a los hombres", entre otras frases hirientes que don Hipólito soportó estoicamente.

Martín García

Finalmente y después de 84 días de permanecer detenido y enfermo en un cuartel y dos barcos, el 29 de noviembre de 1930, Yrigoyen es trasladado a la isla Martín García, a cuatro horas de Buenos Aires. Allí permanecerá hasta el 20 de febrero de 1932 ya que el día antes Uriburu lo indulta antes de traspasar el poder a su sucesor, el general Agustín Pedro Justo.

Cuando en nuestra ciudad se celebraba el día de la Batalla de Salta, Yrigoyen llegaba a Buenos Aires en el guardacosta "Independencia" y a pesar que el "operativo retorno" fue reservado, miles de personas lo esperaron en Puerto Nuevo.

Baja del barco y no tiene donde ir pues las hordas le han quemado todo, pero un sobrino salva la situación y lo aloja en su casa donde a poco, una multitud reclama su presencia en el balcón. Luego de una larga espera se asoma Yrigoyen, levanta su mano derecha y saluda. Está afónico, pero los más cercanos escuchan lo que dice: "Hay que empezar de nuevo".

En los meses siguientes don Hipólito ejerce de hecho la jefatura del radicalismo y sobre la presidencia de Justo dice: "Es la restauración del régimen (dictadura), todo régimen tiene su restauración", y de la revolución del 6 de septiembre sentencia: "No ha sido contra mí, sino contra la conquista avanzada".

En diciembre de 1932, el gobierno de Justo descubre una conspiración y la mayoría de los dirigentes radicales son detenidos. A las 10 de la noche la autoridad militar llega a la casa de Yrigoyen con orden de detenerlo. Se cumple la orden y el viejo caudillo es regresado a Martín García en el aviso "Golondrina". En la isla pasa solo y enfermo las fiestas de fin de año. Su salud se agrava y a mediados de enero de 1933 es trasladado a Buenos Aires junto a su hija y su secretaria que lo fueron a buscar. Por dos meses vive de médico en médico y uno de ellos llega a diagnosticar un cáncer. Pero como de pronto su salud mejora, los doctores lo dejan de auscultar por unos días y es entonces que opta por hacerse ver por unos curanderos. Primero, un cura amigo que es capuchino y después con un japonés. Su mejoría es tal, que el 5 de abril viaja con su hija al Uruguay pero semanas después debe regresar por la muerte de su hermana mayor.

Transcurren mayo y junio y la salud de Yrigoyen decae lentamente. Hace reposo casi absoluto, está más afónico y no le permiten visitas. Ahora ha dejado de leer y hacer cosas. Así hasta el 1 de julio de 1933, cuando su mal se agrava rápidamente. Alguien sugiere un sacerdote y él acepta un fraile dominico amigo. Se confiesa, escucha misa desde su lecho y comulga.

Los diarios anuncian la gravedad del ilustre enfermo y a poco comienzan a llegar grupos de gente común a la casa que aloja al "Padre del Pueblo". A la noche pierde la conciencia pero al día siguiente, a las 11 de la mañana, mejora levemente aunque los médicos ya han perdido las esperanzas. A la tarde de nuevo cae en un sopor y ya no reconoce a nadie. Don Hipólito agoniza.

El final

"Son las siete de la tarde -dice Gálvez- de aquel frío y gris 3 de julio (1933). Ya ha anochecido. Frente a la casa asiste a la agonía del Padre del Pueblo, una apretada multitud.... Llovizna por momentos y los ojos de la multitud están en el piso alto de la casa. Pasan 20 minutos de honda, de dolorosa expectativa. Ahora la llovizna arrecia pero nadie deja su lugar. Olas humanas aumentan aquella multitud emocionada. Son ahora las siete y vente de la tarde. Se abren los balcones. La multitud comprende. Miles de ojos se han puesto a llorar. Y entonces, tres o cuatro hombres aparecen a lo largo del balcón. Y uno de ellos, en medio del silencio, invita a la multitud a descubrirse. Todos se quintan los sombreros. Algunos se arrodillan. Y dice: "En este momento acaba de morir el defensor más grande que haya tenido la Democracia en América". Y agrega: "Pero no ha muerto. ¡Vive, ciudadanos! ¡Vivirá siempre!¡Viva el doctor Hipólito Yrigoyen! La muchedumbre contesta con ¡Viva! Unánime y espontáneamente entonan el Himno Nacional: oid, mortales, el grito sagrado, libertad, libertad, libertad"…

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