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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Pellegrini, piloto en una tormenta con reflejos de la realidad actual

Problemas hubo siempre en la Argentina; la revolución de 1890 dejó al país en una crisis política y financiera que parecía insalvable, pero el joven vicepresidente de Juárez Celman tomó el timón con firmeza y marcó un rumbo que aún hoy sirve como punto de referencia.
Sabado, 13 de enero de 2024 01:22

Como consecuencia de la revolución de julio de 1890, el presidente de la Nación Miguel Juárez Celman renunció. Fue sustituido, de acuerdo con la Constitución Nacional, por el vicepresidente Carlos Pellegrini. Tenía cuarenta y cuatro años y había participado durante veinte en la política activa, como diputado y ministro nacional, donde logró experiencia, acreditó capacidad, demostró carácter y participó en la solución de los principales asuntos institucionales del país; en todas las circunstancias reveló condiciones y aptitudes de un hombre de Estado.

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Como consecuencia de la revolución de julio de 1890, el presidente de la Nación Miguel Juárez Celman renunció. Fue sustituido, de acuerdo con la Constitución Nacional, por el vicepresidente Carlos Pellegrini. Tenía cuarenta y cuatro años y había participado durante veinte en la política activa, como diputado y ministro nacional, donde logró experiencia, acreditó capacidad, demostró carácter y participó en la solución de los principales asuntos institucionales del país; en todas las circunstancias reveló condiciones y aptitudes de un hombre de Estado.

Estudió derecho, y en su tesis universitaria sobre Derecho Electoral sostenía que había que "velar por la verdad del sufragio nacional".

Enérgico, sensible, apasionado, hablaba sin eufemismos, con elocuente realismo, con crudeza, y con franqueza.

Estadista pragmático y realista, sensible a las necesidades urgentes del país. Su inteligencia trabajaba en función de soluciones prácticas. Se sintió atraído por el progreso y la riqueza, por forjar el poderío del país. Sostenía que el progreso institucional debía ser el producto de una pacífica evolución de las ideas respetando las autoridades constituidas y el precepto legal.

Cuando accedió a la presidencia, nunca la ciudadanía había concebido tantas esperanzas en el porvenir del país como las que inspiró Pellegrini al asumir el gobierno.

Apoyado en su gabinete, Pellegrini se dispuso a reparar las finanzas descalabradas, la crisis comercial, la desvalorización de la moneda, la moral quebrantada y la agitación política que amenazaba la estabilidad del gobierno y la autoridad del poder ejecutivo. Se requería de prudencia, se requería de valentía para gobernar después de la revolución de 1890 que terminó con el gobierno de Miguel Juárez Celman.

La crisis respondía a complejas causas: la inconversión de la moneda y el curso forzoso existían desde 1885. A este estado anormal se agregó el abuso de los préstamos, la exagerada especulación, la confianza ilimitada en los recursos del Estado, el déficit de los presupuestos, la balanza comercial y la desvalorización de la moneda.

Ahondando el estudio de la situación del país en 1890, se descubre que además de la crisis económica y financiera, fueron los factores políticos los que determinaron los violentos sucesos de la Revolución de julio y sus consecuencias. Intensos y permanentes, los problemas políticos amenazaban la estabilidad de la Nación. La apasionada disputa por el poder, la controversia de intereses entre el interior y la capital, la lucha del gobierno con la oposición, la aspiración por depurar los comicios controlados por la autoridad, la incorporación de nuevos núcleos sociales, eran elementos que requerían un tratamiento adecuado para ajustarlos a las instituciones democráticas que había establecido la Constitución.

El presidente actuó con rapidez para disminuir la tensión política, detener el derrumbe financiero y preparar los elementos que debían lentamente restablecer la confianza. Se propuso desarmar a la oposición, evitar las disensiones y aplacar las pasiones, mantener la paz, predicar la concordia y respetar la libertad electoral, encaminar al país en la vía de las instituciones y salvar el orden público seriamente conmovido y amenazado. Procuró mejorar las deficiencias y suprimir los abusos en la administración pública.

Mi primer deber

Pellegrini y su ministro de Hacienda Vicente López se dedicaron con urgencia a remediar la bancarrota financiera del Estado y restablecer los estímulos para el trabajo nacional. "Mi primer deber" dijo el presidente, "es levantar a nuestro país de la postración inmensa que lo abate, lo consume y lo desacredita, salvemos al país de la bancarrota primero, habrá tiempo mañana para corregir todos los vicios y defectos que lo afean". Cabe considerar que la crisis económica asolaba al país. El crédito personal había desaparecido, aumentaban las quiebras de las sociedades anónimas, los valores de la Bolsa no tenían precio, el medio circulante era escasísimo, la propiedad se había depreciado, el Banco Hipotecario Nacional suspendió el pago del interés de sus cédulas y el valor del oro subió a $ 446.

Pellegrini reunió a un grupo de comerciantes, estancieros y banqueros para pedirles la suscripción de un empréstito a corto plazo de $15.000.000 para abonar el primer pago de la deuda externa que vencía en una semana desde su asunción. Acuciados por la apremiante situación, el empréstito se cubrió rápidamente.

Antes de un mes de constituido el nuevo gobierno, envió al Senado "un plan completo de finanzas", en el cual proponía "los medios más adecuados y prácticos para salir del desorden económico en que se halla y abrir una vía en que se pueda reparar hasta llegar a la solución de sus dificultades, y de los sacrificios que la misma situación le impone".

Un proyecto creó la Caja de Conversión y la comisión liquidadora de la deuda nacional. El ministro de Hacienda prometía un presupuesto equilibrado y declaraba su optimismo en los recursos del país, su confianza en la disminución del valor de las importaciones y el aumento de las exportaciones en el próximo ejercicio. Esta institución, con las modificaciones posteriores, fue el instrumento más eficaz para estabilizar y convertir la moneda de curso legal. (Funcionó con regularidad casi cincuenta años). Con ella se detuvo el derrumbe de la moneda, infundió confianza a los capitalistas extranjeros para realizar inversiones en el país y contribuyó a su desarrollo, con una eficacia que no superaron las instituciones que la reemplazaron.

Para equilibrar el presupuesto el ministro de Hacienda propuso la creación de nuevos impuestos y la elevación de los existentes. Fueron gravados los alcoholes, cervezas y fósforos (impuestos internos). El ministro López alegó el estado de urgente necesidad y la amenaza de suspender todos los servicios de la deuda o buscar recursos en los derechos aduaneros, rebajándolos y abandonando la industria nacional a su propia suerte.

El Congreso ante esta disyuntiva, aceptó la política del ministro. Impuso el 7% sobre las utilidades y dividendos de los bancos particulares, sociedades anónimas y de capital limitado cuya dirección y capital no estuvieran radicados en el país, exceptuando las fábricas de carnes conservadas, frigoríficos y ferrocarriles. Esta iniciativa dio lugar a un debate, en el cual el senador Gerónimo Cortés objetó el impuesto porque consideraba que hostilizaba al capital extranjero y lesionaba los principios constitucionales. El ministro respondió que era necesario defenderse de los capitales ingleses, alemanes y belgas, que con un simple consignatario obtendrían pingües beneficios sin radicarse en el país.

También aumentó otros derechos en la ley de Aduana que el Congreso discutió ampliamente y, finalmente, aprobó. El ministro de Hacienda los reclamaba como un recurso exclusivamente fiscal. Gravitaban principalmente los artículos de lujo. Las clases menos acomodadas se beneficiaban con una reducción considerable en los percales y las fariñas. Estableció el pago de los derechos aduaneros en oro, aumentó el derecho de los sellos y gravó con un impuesto del 2% a la exportación.

El plan del gobierno no operaba con suficiente rapidez. La crisis continuaba asolando el país. Ante la crítica situación, el presidente reunió en la Casa de Gobierno a los notables donde estuvieron representados todos los sectores de la economía, el comercio, la industria, la ganadería y la agricultura. Se analizaron con la mayor libertad las posibles soluciones. Pellegrini participó en los debates. Una solución fue un corto empréstito interno de $100.000.000 que debía enviarse a la Caja de Conversión y evitar la quiebra de los bancos. El empréstito no fue cubierto y algunos bancos fueron a la quiebra.

Otra solución fue crear el Banco de la Nación Argentina. Este se creaba para atender las necesidades del comercio y de la producción nacional: "un gran banco que abarque en su giro a la República entera". Le estaba prohibido realizar operaciones con gobiernos y municipalidades, a excepción del gobierno nacional, al cual no le podía acordar más de $2.000.000. Su encaje debía representar el 25% de los depósitos.

En el balance final de su tormentosa presidencia, Pellegrini, a pesar de algunos tropiezos y desfallecimientos, demostró condiciones excepcionales de hombre de gobierno. Para dominar la doble crisis (económica y política) y apartar los obstáculos sólo disponía de escasos elementos. Obligado a escoger entre el orden y la anarquía, prefirió el orden y no vaciló en sacrificar en beneficio del país, sus propias convicciones y promesas. El presidente consolidó su prestigio fundado en sus indiscutibles cualidades.

En el transcurso de nuestra historia hemos tenido varias crisis las que se pudieron revertir merced a la generosidad de la tierra, con buenas cosechas y altos precios internacionales. Más el quebranto en la presidencia de Pellegrini tenía una base económica y política. Los tiempos actuales signan para la Patria una crisis multidimensional: económica, política, social, pero esencialmente cultural. Todos los órdenes se han subvertido. De allí la dificultad de atender a tantos frentes y resolver una infinidad de problemáticas.

En nuestra democracia arrebatada y tumultuosa, emergió un presidente que impone en la tribuna la fuerza del argumento, capaz de desafiar a múltiples actores hostiles con su arrojo de guerrero civil enarbolando un frondoso plan de gobierno. Los tiempos por venir nos dirán si estamos ante el piloto que arremete contra el diluvio universal en el que nos encontramos. Final abierto para esta columna.

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