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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Victoria decisiva para la independencia

Martes, 20 de febrero de 2024 00:00

La batalla del 20 de febrero de 1813 se convirtió en la victoria que suscitó el mayor entusiasmo en todo el Río de la Plata. Venía precedida por dos hechos notables: uno de carácter militar: la gran victoria de Manuel Belgrano en Tucumán el 24 de setiembre de 1812, y el otro, de carácter institucional: la convocatoria de la Asamblea General Constituyente de 31 de enero de 1813, acontecimientos que fortalecían los ideales de emancipación y organización institucional para las Provincias Unidas.

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La batalla del 20 de febrero de 1813 se convirtió en la victoria que suscitó el mayor entusiasmo en todo el Río de la Plata. Venía precedida por dos hechos notables: uno de carácter militar: la gran victoria de Manuel Belgrano en Tucumán el 24 de setiembre de 1812, y el otro, de carácter institucional: la convocatoria de la Asamblea General Constituyente de 31 de enero de 1813, acontecimientos que fortalecían los ideales de emancipación y organización institucional para las Provincias Unidas.

Después de la batalla de Tucumán, el ejército de Belgrano comenzó a movilizarse a fines de diciembre hacia Salta, ocupada por Pío Tristán. En el camino, Belgrano escribe una misiva en la que da cuenta que "la tropa marcha con el mayor entusiasmo y alegría, de su disciplina y subordinación", expresa Belgrano, "me prometo mediante Dios, los resultados más favorables y, que a su presencia los enemigos abandonarán el puesto".

El triunfo de Tucumán había insuflado el sentimiento patrio en todo el contingente militar. En su derrotero, próximo a vadear el río Pasaje, recibió la noticia de la victoria del Cerrito alcanzada por José Rondeau el 31 de diciembre del año anterior. Esta noticia fue el necesario acicate para enardecer los corazones de la tropa.

El grueso del ejército se reunió en la margen sur del río Pasaje el 9 de febrero y comenzó la difícil operación de cruzarlo con tres mil hombres, animales, carretas, artillería y otros pertrechos. El río era una verdadera barrera natural, en plena estación de lluvias era casi imposible salvarlo, pero hábiles baqueanos pudieron vadearlo en tres días, entre el 9 y el 11.

En su marcha hacia Salta, hizo un alto el 13, en la margen del río Pasaje. Allí recibió la noticia del establecimiento de la Asamblea. Con respecto a esta, Mitre expresa que nunca se había visto una Asamblea política más respetable por sus hombres, ni más homogénea por sus tendencias. Prestamente, nuestro prócer se dedicó a organizar el juramento a la Soberana Asamblea, mandó formar un gran cuadro, pasó revista, arengó a la tropa sobre ese acto, se leyó en alta voz la circular del gobierno que declaraba la supremacía de la Asamblea General, dispuso que todos le jurasen obediencia y se aprestó a tomar juramento a los tres mil hombres que componían el ejército.

En días previos a la batalla, relata la tradición, el general José Apolinario Saravia, disfrazado de vendedor de leña, con poncho y ojotas entró en Salta con una recua de burros. Nadie sospechó que ese modesto vendedor estaba observando las tropas de Tristán. Saravia conocía la zona como la palma de su mano, era dueño de la estancia Castañares.

A su regreso junto al ejército patrio, el general Saravia, instruyó a Belgrano sobre la existencia de una senda oculta más al norte, por lo que se mandó a reconocer la estrecha y fragosa quebrada de Chachapoyas. Este fue el camino que siguió el ejército patrio. Por allí descendió al valle, cruzó esta planicie, el actual campus de la UCASal, y al amanecer del 19, se hallaba en la hacienda de Castañares, a una legua y media de Salta, donde acampó en un potrero rodeado de cercas de piedra, sufriendo el agua que caía a torrentes. Pío Tristán ignoraba la existencia de la ruta de Chachapoyas.

El 20 de febrero , el cielo estaba opaco, encapotado y la mañana lluviosa, pero, luego, se despejó el horizonte y apareció el so. Manuel Belgrano había tenido un ataque de vómitos, que puso en riesgo la operación. Resuelto a dar batalla, se proponía mandarla desde una carreta que hizo equipar para dirigir desde ella a la tropa, pero afortunadamente mejoró y pudo montar a caballo. El ataque por la retaguardia desordenó por completo a las tropas de Tristán, que se replegaron en desorden hacia la ciudad.

Tres horas y media duró la contienda. La batalla estaba terminada, el ejército de las Provincias Unidas había vencido. Expresa el general español Andrés García Camba en sus Memorias que "en la ciudad todo era desorden, confusión e indisciplina, a tal punto que Tristán era apenas obedecido… se vio en la necesidad de capitular con las condiciones que quiso imponerle el vencedor".

Comprobando Tristán la inutilidad de sus esfuerzos, al caer la tarde, se resolvió a pedir capitulación en momentos en que Belgrano se disponía a intimarle a la rendición. La capitulación quedó acordada para el 21, en la mañana, para la entrega de las armas y las banderas. Más tarde, cuando se hubo retirado Tristán y el corto resto de su tropa, en medio del campo de Castañares fueron enterrados los muertos de ambos ejércitos en una fosa común, sobre ella se levantó una gran cruz de madera con la inscripción: "Aquí yacen los vencedores y vencidos el 20 de febrero de 1813".

Es este uno de los momentos más gloriosos en los anales de la historia argentina, un acto de gravedad en un momento solemne. Más tarde, al dar cuenta de esta victoria, Belgrano expresó: "El Dios de los Ejércitos nos ha echado su bendición, la causa de nuestra libertad e independencia se ha asegurado por los esfuerzos de mis bravos compañeros de armas".

La grandeza de alma de Belgrano se puso de manifiesto en esta oportunidad. Los enemigos eran tan americanos como sus vencedores y Belgrano vio en su conducta la posibilidad de inspirar en ellos el espíritu de la Revolución.

La batalla del 20 de febrero representa para nuestra historia, la decisión de una tierra bravía empeñada en liberarse para constituirse como una nueva Nación.

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