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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Una brisa de esperanza

Martes, 05 de marzo de 2024 01:54

Las opiniones sobre las circunstancias políticas y las acciones de gobierno pueden ser, y en los hechos lo son, diversas, divergentes o antagónicas. Sin embargo, existe hoy en la Argentina un juicio generalizado, una opinión que consideramos unánime sobre el actual presidente de la nación: él no es un político.

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Las opiniones sobre las circunstancias políticas y las acciones de gobierno pueden ser, y en los hechos lo son, diversas, divergentes o antagónicas. Sin embargo, existe hoy en la Argentina un juicio generalizado, una opinión que consideramos unánime sobre el actual presidente de la nación: él no es un político.

La referida expresión corre por dos vertientes en las consecuencias y la trascendencia de tal diagnóstico: por un lado para quienes, después de haber recibido durante años el mensaje de un estilo de gobierno fundado en el ejercicio del poder para el lucro y el privilegio de quienes lo ejercían, que recibieron la designación y equívoca de política y de políticos a los ejecutores de la farsa y el latrocinio, al hecho de no ser político, lo aprecian como el máximo mérito de un personaje, que profetiza la aniquilación de una caterva de malhechores, a quienes amenaza con extirpar con una motosierra. Y no limita su calificación a quienes ejercieron esos gobiernos ruinosos, sino que incorpora a todo aspirante a la participación en los asuntos públicos, en la categoría de "casta".

En el otro extremo, una minoría que abreva en el conocimiento de esa actividad consistente en la tarea de administrar los bienes, los derechos y los intereses de la sociedad en su conjunto, revelan una preocupación que nace en su convicción de que la política es una ciencia de las más relevantes para la vida del hombre en comunidad. Más aún, consideran que no es sólo una ciencia sino un arte, que exige, por lo tanto, no sólo un conocimiento técnico, sino una habilidad personal para ejercerla. Y ahondan todavía en su valoración cuando, siguiendo las ideas de Platón y Aristóteles, la consideran una ciencia ligada a la ética, de la que deriva un gobernante virtuoso, que procura el bien público y no el bien particular. De este modo, la presunción de un gobernante de no ser político y escuchar de su boca, denostar a la política como la actividad desplegada por una ralea de delincuentes, a quienes le asigna otros calificativos, tales como ratas, corruptos, y los asocia en una "casta" parasitaria de ladrones "ensobrados", afirmando además que el Estado (la "polis") es un enemigo, emerge en su conciencia como una señal de alarma y de preocupación.

Y es, precisamente ese ciudadano que, habiendo votado en la primera vuelta de las elecciones por otro candidato -probablemente por Patricia Bullrich- por sospechar que este extraño ser de rasgos personales extravagantes y afirmaciones inauditas, cuando no absurdas, siempre chocantes, representaría un verdadero peligro en el ejercicio responsable, racional del poder, poniendo en riesgo la posibilidad de realizar los cambios trascendentes que demanda la nación, para desterrar de una vez para siempre un populismo nefasto que condujo al país entero a una decadencia insospechada y a una condición miserable de millones de argentinos, al llegar la oportunidad del balotaje, y encontrarse ante la única alternativa de lograr ese cambio, votando al único de los dos candidatos que ofrecía esa posibilidad, con recóndita desconfianza le tributó su voto, junto a millones de análogos ciudadanos, que lo condujeron no sólo al triunfo, sino a alcanzar un porcentaje inédito en elecciones presidenciales.

Y es ese ciudadano, con millones de rostros, el que hoy ratifica ese voto con su disposición y su afán por acompañar a ese presidente insólito, para que tenga éxito en la refundación de una nación próspera, pacífica, sin pobres ni hambrientos, respetuosa de la ley y de las libertades.

Un ciudadano que ahora se abate en el temor a este gobernante que, con su temperamento provocador, su genio irónico y agresivo, que descarga indiscriminadamente sobre todos los políticos, incorporando en su ataque no sólo a quienes han sido los autores de la hecatombe nacional, sino también a fuerzas políticas que se han manifestado abiertamente dispuestas a acompañarlo en su propósito de cambios estructurales, conduzca a la frustración de una oportunidad histórica de realizar ese país soñado.

En medio de su azorado temor ante la repetición de cada ofensa, de cada provocación, que acrecienta el debilitamiento de una gobernabilidad que ya presenta un carácter de fragilidad, con precario apoyo político y una minoría parlamentaria, este ciudadano que eligió un presidente sin preferirlo como el mejor candidato, sino como el último recurso para lograr el codiciado cambio, ha recibido el 1° de marzo, una ráfaga de esperanza, una brisa de serenidad, cuando ese ser irascible, luego de reiterar sus arrebatos consabidos en su discurso ante el Congreso nacional, pareció poner un freno a [MB1] su hostigamiento y llamó, sorpresivamente, a un acuerdo general que denominó Pacto de Mayo, convocando -y he ahí el germen de la ilusión- a todo el arco político, a gobernadores y a ex presidentes, sin que hubiera sugerido exclusión alguna.

Parece haberse percibido luego en la ciudadanía, un ambiente de incipiente confianza en el mejoramiento de la difícil situación que soporta, y el nacimiento, en ese ciudadano, de un afán de expresarse, preocupado y anhelante, para decirle a su presidente, con su misma frontalidad y franqueza, alguna exhortación espontánea y amistosa del estilo: "Javier, con el respeto que tenemos a tu investidura te pedimos, por favor no sigas tirando de la cuerda a quienes te apoyamos, sé un poco más prudente, no seas estúpido. Es nuestra forma de compartir tu Viva la libertad, carajo".

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