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India, la otra gran elección del año.

Miércoles, 24 de abril de 2024 01:35

Unos 969 millones de votantes podrán participar desde el 19 de abril y durante 82 días de unas elecciones en las que India, la democracia más grande del mundo y quinta potencia económica del planeta, decidirá si le da mayoría en el Parlamento y otros cinco años de gobierno al nacionalista hindú Narendra Modi (73).

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Unos 969 millones de votantes podrán participar desde el 19 de abril y durante 82 días de unas elecciones en las que India, la democracia más grande del mundo y quinta potencia económica del planeta, decidirá si le da mayoría en el Parlamento y otros cinco años de gobierno al nacionalista hindú Narendra Modi (73).

La escala política, económica y social de estas elecciones de India impresionan. También su diversidad en todos los sentidos, incluyendo el religioso, que jugará un papel determinante tras la decisión del gobierno de negar la ciudadanía a millones de musulmanes y reponer al hinduismo en el centro de la identidad nacional.

Con la balanza del poder geopolítico inclinándose hacia el Este, y el ascenso de India comparado ya con el de China, esta elección también pone a prueba las profundas reformas económicas encaradas desde 2014 bajo el liderazgo de Modi (del Bharatiya Janata Party - Partido de la Unidad).

El crecimiento logrado durante la última década es récord y puede llevar a India al podio de las potencias mundiales, pero sigue conviviendo con mucha desigualdad y acentúa desequilibrios entre campo y ciudad, el norte y el sur del país, en un país muy joven, en el que casi la mitad de sus habitantes tiene menos de 25 años.

La vitalidad de la democracia india, y no sólo sus dimensiones, quedan demostradas en su nivel de participación: en 2019 votó casi el 67% del padrón.

Modi busca reafirmar su consolidado poder político. Ahora, -con un impresionante 78% de aprobación popular- se fijó la meta de conseguir una mayoría de 370 escaños.

El Partido del Congreso, liderado por Rahul Gandhi (53), el más joven de su antigua dinastía política, necesita mejorar su performance de hace cinco años, cuando logró apenas 52 escaños y sumó en total 91 con su veintena de partidos aliados de la coalición opositora Indian National Developmental Inclusive Alliance (INDIA).

Las encuestas dan por seguro un triunfo oficialista, favorecido por un crecimiento económico formidable de "tasas chinas" (8,4% en el último trimestre de 2023), pero acompañado políticamente por el despliegue de un "populismo hinduista" nacionalista que pone en riesgo la tradición de diversidad étnica y religiosa con la que se formó y creció la India independiente en las últimas ocho décadas.

En ese marco, se inscriben episodios como el arresto de Arvind Kejriwal (Aam Aadmi), uno de los líderes de INDIA, acusado de blanqueo de dinero a sólo tres semanas de las elecciones. El Partido del Congreso también denunció en esos días el congelamiento de sus cuentas bancarias.

Además de promesas a sectores desfavorecidos por las reformas económicas como los agricultores, la oposición prometió un censo de las castas en que se sigue dividiendo la sociedad india (el último se hizo en 1931 bajo control británico) y llevar al 50% la participación en empleos públicos de los miembros de las jerarquías más bajas (casta de los dalits y otras), que son 70% de la población. El propio Modi pertenece a una de las castas bajas.

La ciudadanía se ha vuelto un elemento central del debate político de India, desde que Modi y sus aliados impulsaron en 2019 una ley que, con el argumento de asegurarla para millones de extranjeros perseguidos por razones religiosas, excluyó específicamente a los musulmanes.

Esa Ley de Ciudadanía derogó la prohibición anterior que impedía considerar indios a los inmigrantes indocumentados. El objetivo declamado de la reforma fue incorporar a minorías perseguidas de países vecinos de religión hindú, sij, budista, jainista, parsi y cristiana llegadas desde Afganistán, Bangladesh o Pakistán.

Pero la reforma excluyó a los musulmanes, una minoría religiosa de 200 millones de habitantes en India, lo que alimentó algunos violentos enfrentamientos armados con la mayoría hindú (80 por ciento de la población) y llevó a la oposición a denunciar un riesgoso "populismo hinduísta" de parte de Modi.

En otro fuerte gesto, todavía simbólico pero anticipatorio, Modi ensayó un cambio de nombre de India por el de "Bharat", un antiguo término en sánscrito defendido por el nacionalismo hindú -y considerado alternativo al de India en la propia constitución, como Hindustán- para dejar atrás todo rastro de colonialismo británico.

La economía india, hoy quinta tras dejar atrás a Francia y Reino Unido con un crecimiento anual estimado en 6,5% en 2024 y 2025, superará por primera vez en 2024 los cuatro billones (trillions) de dólares y seguirá creciendo hasta superar a las de Japón y Alemania en 2030, detrás de Estados Unidos y China, según el FMI.

Este impresionante ascenso se recorta, fronteras adentro, sobre ancestrales desigualdades -como las que afectan a las castas más bajas, más de dos tercios de la población- y otras más nuevas, entre el sur más rico y pujante del país con el norte rural, más poblado y pobre. Esto también es determinante en política, porque la fuente de votos de Modi está en el sur, pero necesita también del norte.

De los 1,4 billones de dólares en riqueza creada por el sector bursátil más reconocido entre 2012 y 2022, el 80% fue a parar a 20 empresas, uno de ellos el Grupo Adani, constructor de puertos, autopistas, puentes y granjas solares bajo el gobierno Modi, que llegó a segunda persona más rica del mundo tras Elon Musk y que terminó acusado de fraude en Nueva York.

Modi puede alegar que, en sus 10 años de mandato, el tamaño de la economía de India casi se duplicó y la infraestructura mejoró como nunca.

Un salto gigantesco pero insuficiente para revertir la desigualdad en la distribución de la renta: el 90% de los 1.400 millones de habitantes de la India subsisten con menos de 3.500 dólares al año (unos U$S 10 al día, el umbral fijado por el Banco Mundial es de U$S 2,15), aunque el número de multimillonarios se triplicó en los últimos diez años de Modi.

El gobierno compensa el desequilibrio con programas sociales y distribución gratuita de granos, inodoros, garrafas de gas y materiales de construcción, en especial en zonas rurales pobres. A la vez, avanzó en el cobro de impuestos sobre bienes y servicios como el IVA, que le procura fondos para el gasto público. Según NITI Aayog, un grupo progubernamental, 248 millones de personas han salido de la pobreza multidimensional durante la gestión de Modi, lo que supondría una caída de 18% (de 29% a sólo 11%). La medición es cuestionada en el exterior.

El crecimiento que ha llevado tan alto y rápido a India depende tanto de las inversiones y la tecnología occidentales como del comercio y la energía con China y la Rusia aún en guerra. En ese escenario, Modi busca proteger los intereses nacionales desde un no alineamiento de gran flexibilidad, y sin dejar de afirmar sin complejos su influencia en el Indopacífico, frente a la gigante China.

De ahí su activa participación en el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad o QUAD, una iniciativa que incluye a Japón, Australia, India y Estados Unidos. Allí, nuevamente, Modi ha buscado un equilibrio que impida fijarlo como una alianza militar anti china en el Indo Pacífico y centrarla en los desafíos del cambio climático, ciberseguridad, el desarrollo de infraestructuras y epidemia como el COVID-19.

India articula celosamente con China, con la que comparte una frontera de 3.500 km que ha generado varios conflictos (el presidente Xi Jinping faltó a la cumbre del G20 en Nueva Delhi). Al mismo tiempo aumentó sus compras de defensa a Estados Unidos, que en 2023 desplazó a China como el mayor socio comercial de India.

Un escenario principal de todo ese juego son los BRICS, cuya ampliación a media docena de países más potenció la influencia global del foro desde el Sur Global, pero generó roces con China porque India trata de ralentizar para evitar que Occidente lo interprete como un avance demasiado asertivo de las potencias emergentes.

 

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