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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Aviones sí; libros no

Jueves, 25 de abril de 2024 01:22

Estamos asistiendo -sin sorpresa- a una discusión boba sobre si los aviones F-16 comprados a Dinamarca son mejores o no que los aviones JF-17 Thunder que ofreció China al gobierno kirchnerista. ¿Es, de veras, la pregunta importante, o deberíamos preguntarnos por qué gastar 650 millones de dólares en aviones militares a Dinamarca; o 143 millones de dólares por la compra de un avión Basler BT-67 a los Estados Unidos; cuando parece haber otras prioridades mucho más acuciantes?

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Estamos asistiendo -sin sorpresa- a una discusión boba sobre si los aviones F-16 comprados a Dinamarca son mejores o no que los aviones JF-17 Thunder que ofreció China al gobierno kirchnerista. ¿Es, de veras, la pregunta importante, o deberíamos preguntarnos por qué gastar 650 millones de dólares en aviones militares a Dinamarca; o 143 millones de dólares por la compra de un avión Basler BT-67 a los Estados Unidos; cuando parece haber otras prioridades mucho más acuciantes?

Estamos atravesando una crisis económica como no hemos vivido nunca. Seis de cada diez argentinos viven por debajo de la línea de la pobreza. Esta cifra sube a siete de cada diez para niños menores de 14 años. El empleo formal es bajo y crece de manera alarmante el empleo informal -ese que no provee la menor red de contención de ninguna clase-, que ya alcanza al 46% de los argentinos. El salario promedio de la población con ingreso formal, según el INDEC es de $262.817 y con un salario de sólo $495.000 por mes se pertenece al 10% más rico de la población; menos de 500 dólares al mes. Y, con la depresión económica que viene, se agudizará la inequidad económica, educativa, sanitaria y social ya existente; así como también crecerá la inseguridad y la tensión social en general. Los engranajes económicos y sociales, lejos de rodar con suavidad, comenzarán a crujir como si se hubiera tirado arena entre ellos.

La única salida para los siete de cada diez chicos por debajo de la línea de pobreza es la educación; sistema que atraviesa una situación de crisis terminal. Pero sabemos que sólo 13 de cada 100 chicos que comienzan la escuela primaria terminan la formación secundaria en tiempo y forma. Casi la mitad de los estudiantes de 6° grado no alcanzan el nivel esperado en matemáticas y uno de cada tres no alcanza el nivel satisfactorio en lengua. Los chicos manejan un vocabulario tan reducido que la mitad de los que llegan a 5° grado no comprenden lo que leen. Y esto es apenas la punta del iceberg de una realidad educativa diseñada para un siglo que se acabó y que no tiene nada que ver con el siglo que debemos enfrentar. Me pregunto a qué clase de trabajo van a poder acceder estos chicos, cuando sean grandes, con capacidades tan limitadas y sin una reforma del sistema educativo entero; tema que no aparece en ninguna agenda gubernamental. Tampoco en el mentado Pacto de Mayo.

Por eso duele, en medio de esta crisis terminal de la educación, que el gobierno -fiel a su estrategia de cortarse la cabeza ante el menor síntoma de dolor-, haya decidido no comprar 14 millones de libros destinados a aulas de todo el país. Argumentando falta de transparencia, la Secretaría de Educación de la Nación, dependiente del Ministerio de Capital Humano de Sandra Pettovello, discontinuó un programa que aportaba más de 14 millones de libros a escuelas de todo el país. Como el proceso de licitación del plan “Libros para Aprender” no era eficiente, estaba demorado, había textos que no se aprovechaban porque no eran los que las gestiones educativas locales requerían, y porque se detectaron sobreprecios en el pago de libros de texto y manuales; nos enfrentamos hoy a la situación de tener que alfabetizar a niños que no saben leer, que no entienden lo que leen y que carecen de vocabulario; sin libros para enseñarles a leer.

Me pregunto cómo se puede enseñar a leer sin libros. Me pregunto cómo se enseña a leer -siguiendo la indicación que reciben del Ministerio- usando las versiones audiovisuales de los cuentos. Me pregunto cómo se supera la crisis de lectoescritura que hiere mortalmente al país; sin libros. Sin leer.

“Alpargatas si, libros no”

La consigna “alpargatas sí, libros no” surgió como una expresión contestataria de quienes se sentían denigrados por cierta intelectualidad de la época, y terminó siendo utilizada como una chicana política ante una supuesta actitud anti cultural del peronismo.

Si bien he titulado la nota “Aviones sí; libros no” para obligarnos a pensar sobre el tema; no quiero reavivar la chicana dirigida ahora contra el libertarismo. Sí quiero que nos detengamos a pensar en dos cosas que me parecen elementales. La primera: si me duele la cabeza tomo una aspirina; no me la corto. Así, si se detectan obsolescencias o incoherencias en el material; si se detectan irregularidades en sus precios o en el proceso de compra; se debe poder plantear algún proceso de excepción que corrija la situación de manera ágil sin arrancar el problema de cuajo creando un problema infinitamente mayor.

El otro tema, es la necesidad de que alguien conteste por qué -en un contexto de “no hay plata” que se recita una y otra vez, ante cada escenario y en cada situación-; sí se cuenta con 793 millones de dólares para la compra de aviones militares de muy cuestionable necesidad; pero no se encuentra el presupuesto necesario para no desfinanciar la educación pública; la investigación científica o -tan elemental como suena-; para la compra de materiales de lectura tan necesarios para enseñar a nuestros chicos a leer y a escribir. Ojalá que la chicana “Aviones sí; libros no” quede en eso, una chicana; y que no se convierta en una trágica y deplorable realidad.

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