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El seguro, de Belgrano a Alberto Fernández

Sabado, 06 de abril de 2024 02:35

En estos días los medios de comunicación informan de un nuevo hecho ilícito, de una nueva forma de corrupción que anidó en el Estado, esta vez referido al área de seguros.

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En estos días los medios de comunicación informan de un nuevo hecho ilícito, de una nueva forma de corrupción que anidó en el Estado, esta vez referido al área de seguros.

El escándalo de los seguros del Estado, que involucra al expresidente Alberto Fernández y a varios productores, entre ellos Héctor Martínez Sosa y brokers que respondían a su empresa como administradora, empieza a transitar por un terreno judicial. El Gobierno remitió al juez Julián Ercolini el listado completo de las aseguradoras y los montos que cobraron los principales productores. El documento contiene todos los nombres propios, las entidades aseguradas, los montos que cobraron año tras año, la secuencia de la intermediación, y finalmente los miles de millones que se llevaron por estampar su nombre en el contrato, en 95 áreas públicas.

El listado confeccionado por los síndicos internos de Nación Seguros, quienes responden a la Sindicatura General de la Nación, devela el entramado del negociado con la totalidad de las ganancias desmesuradas percibidas por los brokers, y ahora a disposición de Ercolini.

Pero, cabe preguntarse: ¿cuáles son los antecedentes del seguro en nuestra historia?

El seguro en nuestra historia

La organización económica del Río de la Plata durante la época de la colonia se caracterizó por una desmedida política de centralización emanada del gobierno peninsular. El derecho mercantil era una cosa sui generis.

El autor de Le Mariage de Figaro y de tantas otras obras interesantes ridiculizó esta costumbre de la España centralista en unos párrafos que luego dieron la vuelta al mundo: "Con tal de que no se hable en sus escritos de la autoridad ni del culto ni de la política ni de la moral ni de los otros espectáculos, de persona que se refiera a cosa alguna, se puede imprimir todo libremente bajo la inspección de tres censores", escribió Pierre - Augustin Caron de Beaumarchais.

"Con tal que la mercancía sea española y no sea de otra parte, que salga de puerto español habilitado por ley, y vaya a puerto americano legalmente habilitado; que vaya en navío habilitado especialmente y a cargo de persona habilitada para ese tráfico, previa información de sangre, conducta, creencias, etc., es libre el comercio de América, según sus leyes".

Con este régimen no podían prosperar las iniciativas individuales. Y está probado que la falta de libertad bajo el imperio del monopolio tiende a paralizar toda actividad y anular el progreso. Recién a mediados del siglo XVIII, la España de Carlos III reacciona e inicia una ordenada revisión de los valores económicos. Sabios economistas como el genial Campomanes y el no menos ponderable Gaspar Melchor de Jovellanos. Todo ello confluyó en la creación del Virreinato del Río de la Plata y su correlato económico con la sanción de la Real Cédula de Libre Comercio de 12 de octubre de 1778.

Muchas opiniones se explicitaron en torno al impulso de la actividad económica en tierras americanas, a las que habría que añadir otras no menos interesantes, como las de Antonio de Ulloa, Larra, Uztariz y Costa, que trataron distintamente el comercio colonial, fácil resulta percibir las consecuencias derivadas de estas modalidades que impulsaban la implantación de muchas iniciativas que pudieran dar mayor giro económico a estas colonias. Una de ellas es la del Seguro Marítimo que en España tuvo gran desarrollo, como lo demuestra el hecho de haberse dictado en Barcelona en 1435 la primera ordenanza sobre la materia dedicada a extirpar los fraudes, daños, discusiones y debates que podrían tener lugar en dicha ciudad con ocasión de los seguros sobre buques, mercancías, efectos y bienes, y también en beneficio de las asegurados y aseguradores".

Guy de Maniellá, autor del "Tratado sobre seguros marítimos", afirma que "es de todo punto de vista indiscutible que Barcelona fue la cuna de la primera ordenanza en materia de seguros marítimos". Otros documentos históricos como "Breviario de Aniano", "Fuero juzgo", "Fuero Real", develan las leyes sobre el mismo punto.

Pero donde se encuentra un antecedente de importancia es en la célebre "Recopilación de las leyes de Indias", la que demuestra palmariamente que el seguro era una institución perfectamente conocida en estas tierras, por cuanto trata el tema con una amplitud notable.

En estas leyes se destaca una particularidad originalísima, cuando revela la obligación de adoptar lo que hoy en día conocemos como el nombre de "póliza uniforme". Ya entonces existía un modelo especial del texto y condiciones que debían firmar los aseguradores, debiendo agregar que diversas leyes posteriores han aclarado y pulido los términos de estos contratos, los que, a simple título informativo, leemos que se iniciaban con la invocación de: "In Nomine Dei. Amén".

Empero, estas disposiciones que fueron sucesivamente perfeccionadas, con particularidad en las ordenanzas de Bilbao en 1725, como así también las contenidas en otros documentos, han constituido la base del progreso comercial de las colonias americanas, en todos sus aspectos, progreso que trajo involucrada la organización de empresas y sociedades de toda índole que extendieron sus actividades a las tierras de América.

Como se aprecia, varios siglos antes de nuestra emancipación existía en estas tierras la institución del seguro, imperfectamente organizado si se quiere, pero con ordenanzas que delimitaban su posición en la sociedad, lo que indica por otra parte su gran predicamento y su importancia social como un medio de previsión. De esta suerte, se encontrará

muy justificado que en Buenos Aires se gestione ya en 1796 la organización de la primera compañía colonial de seguros.

El seguro de Belgrano

Establecido el Real Consulado de Buenos Aires, del cual fue secretario el ilustre Manuel Belgrano, gran economista, militar y gobernante, y a quien se debe la primera idea, el propósito de establecer en Buenos Aires una compañía de seguros terrestres y marítimos.

Los documentos históricos, como las Actas del Real Consulado de Buenos Aires (1796) y en la memoria titulada: "Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio de un país agricultor", leída por el licenciado don Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y secretario por S. M. del Real Consulado de esta capital, en la sesión que celebró la Junta de Gobierno a 15 de junio del presente de 1796".

Estableciendo conceptos definidos y claros, don Manuel Belgrano se ocupa del comercio y se declara partidario entusiasta del libre cambio, tesis en favor de la cual ha trabajado como nadie en Sudamérica, después de sostener la necesidad de dignificar los métodos comerciales elevando el concepto y la misión de quienes lo ejercen, formula como conclusiones la necesidad de fundar una Escuela de Comercio y además que se establezca una compañía de seguros marítimos y terrestres.

Una notable concepción educadora y previsora: Belgrano señala dos caminos para tener un comercio inteligente, culto y honesto, una escuela de comercio donde se enseñen las materias y tópicos afines a esta actividad y una compañía de seguros, que es el complemento indispensable para el comercio razonablemente organizado. Y así lo confirma Belgrano, cuando para explicar su pensamiento al Consulado manifiesta: "Otro de los medios para proteger al comercio es establecer una compañía de seguros, tanto para el comercio marítimo como para el terrestre, sus utilidades son bien conocidas, tanto a los aseguradores como a los asegurados, y deberían empeñarse en semejante compañía al principio, todos aquellos hombres pudientes de esta Capital y demás ciudades del Virreinato, a fin de que desde sus principios tuviesen grandes fondos, dispensándole este cuerpo toda protección posible".

Solamente un patriota de alma como Belgrano, divisó el programa de la futura Nación, que debía surgir y desenvolverse por el impulso de las fuerzas vivas de la producción, del intercambio, del mejoramiento industrial y de la educación pública.

Nace La Confianza

A dos meses de haber presentado Belgrano al Consulado su iniciativa de propiciar la fundación de una compañía de seguros, don Julián del Molino Torres, hombre de gran prestigio comercial, se propuso llevar a la práctica un propósito análogo, tendiente a crear una empresa de esta índole. Con el fin de realizar su iniciativa, el señor Molino Torres dirigió una carta-circular a las personas de más reconocida solvencia, interesándolas en el asunto. Con esta carta invitación se acompañaba un plan, el que constituye un interesantísimo documento por la época en que fue elaborado, y con él se acompañó también un proyecto de reglas, es decir un estatuto que debía regir a la compañía proyectada.

Es de destacar que en el artículo XVI de su estatuto expresaba: "Como el carácter que ha de distinguir esta compañía ha de ser la buena fe con que ha de obrar, deberá otorgar sus pólizas de los seguros que hiciera, en términos claros y significativos, sin dejar lugar a interpretaciones cavilosas para que en ningún caso se haga de estar más que a su sentido literal: siendo su principal condición que la compañía ha de responder de la cosa que se asegure, desde tierra a tierra, por todos los riesgos vistas e imprevistos".

Con estos requisitos que denotan un estudio serio se celebró la primera junta de accionistas el 3 de noviembre de 1796 en la casa particular del alcalde de segundo voto, don Jaime Alsina. La compañía quedó definitivamente constituida el 7 de noviembre de 1796, llamándosela "La Confianza". Integraron esta entidad además de Molino Torres, Casimiro Francisco de Necochea, Tomás Antonio Romero, Juan Antonio Lezica y Juan Antonio Aguirre.

Tal fue a grandes trazos la organización de la primera empresa colonial de seguros que se constituyó en Buenos Aires. Este primer ensayo asegurador tuvo indudablemente una importancia significativa y traduce un esfuerzo poco común en la época en que fue realizado.

 

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