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Verdades que duelen: los abuelos, las personas de la tercera edad, que la familia no quiere ver

Un grupo de profesionales y representantes de la denominada vejez, explican lo que ocurre en este proceso, las reacciones que pueden tener hijos y familiares y la verdad que se vive en los hogares de ancianos. 
Sabado, 16 de marzo de 2024 17:28

“Ver el deterioro de los padres es momento de duelo para los hijos”, explica Anabel Frías, médica psiquiatra. Cada persona vive el proceso de duelo de diferentes maneras, pero existen dentro de la psicología una serie de etapas que detallan el proceso: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. 

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“Ver el deterioro de los padres es momento de duelo para los hijos”, explica Anabel Frías, médica psiquiatra. Cada persona vive el proceso de duelo de diferentes maneras, pero existen dentro de la psicología una serie de etapas que detallan el proceso: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. 

Aún con los padres vivos, su envejecimiento genera estos momentos, y que cada uno resuelve o queda estancado en este proceso. 

Anabel Frías, psiquiatra describe que la situación de ver el envejecimiento de los padres, lleva a hablar nuevamente del duelo. “Uno de los duelos que va a vivir el hijo es la pérdida de esos padres vitales, esos padres que trabajan. Muchas veces el inicio de esta situación comienza con la jubilación de los padres”, advierte.

Frías explica que en este proceso que conocemos como envejecimiento, la vitalidad de algún modo se va perdiendo y van apareciendo algunas enfermedades crónicas.  “Las más comunes como la diabetes, un ACV, cáncer, hipertensión. El primer punto a pensar de estos hijos, es que estos padres fuertes se tornan más frágiles y con mayor necesidad de cuidados”, reflexiona Anabel Frías que además recordó que más allá de una responsabilidad moral hacia los padres hoy existe una responsabilidad legal, que obliga a cuidar de ellos. 

Y cuando se hace uso de esa palabra: “obligar”,  la metodología de cómo se aplica este cuidado corre el riesgo de perder valores tan importantes como el respeto y el amor. 

El cuidado de un adulto mayores una tarea que requiere de mucha paciencia, cariño y respeto. Más si la persona a cuidar presenta algunas dolencias. Hoy se cuenta con una serie de profesionales que se hacen cargo del cuidado de los adultos mayores. Estos acompañantes, que son desconocidos para el adulto, son los que se encargan con el mejor de los talentes, de ayudarlos en su higiene personal, recordarles o darles los remedios, acompañarlos en las tardes solitarias o en las noches, cuando llegan los fantasmas de las dolencias y los recuerdos. 

La verdad en los hogares de ancianos donde casi no reciben visitas

El gobierno de la provincia de Salta cuenta en estos momentos con cuatro hogares de ancianos, que se denominan de larga permanencia. Son el hogar Padre Pedro Borghini, de Tartagal, al que asiste a 40 personas; el hogar San Vicente de Paul, de San Ramón de la Nueva Orán, que alberga a 32 personas, el hogar rural de Las Moras, ubicado en Chicoana, que contiene a 18 personas.  Además, el
el hogar de ancianos Santa Ana, de villa Mitre, en Salta, donde  que asisten a 38 personas.

En todos los hogares se reciben personas de ambos sexos que tengan 60 años o más y se encuentren en situación de vulnerabilidad social. Se les brinda habitación, vestimenta, alimentación y cuidados.

Sobre esta población de personas de las tercera edad que se encuentran alojados en estos espacios de asistencia, casi ninguno recibe la visita de sus familiares. 

Nicolás O`Brien,  director General de Adultos Mayores de la Provincia,  informó que de acuerdo con los resultados del último censo del año 2010, proyectados hasta el año 2024, en Salta habitan 1.493.448 habitantes,  de las cuales, el 12% lo componen las personas mayores de 60 años, “o sea que tenemos cerca de 160.000 adultos mayores de 60 años”.  

Teniendo en cuenta esta población se desprende un análisis subjetivo de que en Salta,  un gran número de sus adultos mayores tiene todavía la posibilidad de vivir en sus casa o en casa de sus hijos, sin la necesidad de recurrir a los hogares de ancianos. 


 
Sin embargo aquellos que viven con un cuidador, que por lo general es un familiar, también experimentan situaciones complejas. 

O`Brien destacó que desde su área de trabajo realizan cursos gratuitos a familiares de personas mayores que están a cargo de su cuidado. “Se llama "cuidando al cuidador" porque existe el  síndrome "Burn Out" o "del cuidador quemado” donde por falta de relevos o por agotamiento el cuidador implosiona, pierde su vida social, llega tarde y dormido al trabajo o consume pastillas”, explica.  

“No lo quiero cuidar, no tengo tiempo, que lo cuide otro”

Tanto la psiquiatra Frías como O´Brien coinciden en que se producen grandes desavenencias entre los propios familiares siendo los que "no están al cuidado" quienes observan y juzgan la labor del cuidador familiar. También están los que “no se hacen cargo o ponen el dinero pero no quieren saber nada del cuidado”.

Frías destacó que en esta etapa de cuidado lo ideal es que se pueda distribuir entre los hermanos, si los hubiera. “Y a veces pese a tener hermanos, los que terminan haciéndose cargo de los padres son los hijos más cercanos, porque además hay que entender que la relación de los padres no es la misma con todos los hijos”, alertó la psiquiatra. 

Anabel Frías explica que no hay que perder de vista que cuidar a los padres es una obligación moral y legal, y ante esto hay que estar dispuesto. “Algunos al cuidado lo hacen a través de la presencia, con ayuda económica. Esos términos los define cada familia. Pero siempre hay uno que se lo lleva a casa, a veces reciben asistencia de otros hermanos y a veces no”, detalló. 

En esta etapa del cuidado de los adultos mayores de la familia es que comienzan a surgir las dificultades familiares, y “son etapas difíciles”. “Hay familias en las que esto fluye de manera natural y cada uno asume un rol y hay familias donde esto cae sobre un solo hijo”, reiteró la profesional. 

La tercera edad con capacidad de decidir

Puede que mucho se romantice sobre la relación que se puede tener con los abuelos de la casa. Sí, es verdad que son los que llevan la carga de las tradiciones de la familia, que son el punto de encuentro para los hijos y nietos, pero esto se mantiene así, mientras que las raíces del árbol familiar cuentan de una buena salud y una situación económica estable. 
Cuando la situación se pone gris y luego negra, la devoción por los abuelos desaparece, y solo quedan aquellos que ven la realidad. 

También existe una negación a aceptar que los años pasan y que llega un momento en que este adulto de hoy, será mayor en un corto tiempo, y que requerirá de cuidados en la alimentación, en la salud, sin que eso reste al disfrute de la vida. 

Lo que ocurre en Estados Unidos

En algunos países, como Estados Unidos, existen las denominadas casas de retiro. Se trata de espacios de convivencia, donde cada uno de los miembros cuenta con un sitio personalizado, que además ofrece una serie de servicios que ayudan a la calidad de vida en la tercera edad. 

Como para dar un ejemplo de estos servicios, podemos nombrar a  Belmont Village, una casa de retiro que tiene su sede en Texas,  y que ofrece, por ejemplo: 24 opciones de alimentos disponibles diariamente  en el menú de cada una de las tres comidas, también cuenta con un gimnasio con equipos especiales para personas mayores, una biblioteca, y un conserje que se ocupa de organizar los traslados de los residentes de Belmont cuando asisten a un centro de compras, eventos sociales o simplemente al médico. 

Lo que sucede en Salta 

En Salta se cuenta con sitios similares, que son privados y gerenciados por ONG. 

Cobran un canon básico. El residente tiene habitación individual y baños compartidos en algunos casos. Pueden entrar y salir cuando quieran. Son San Antonio de Padua, Caseros esquina Juramento, donde actualmente se alojan 9 personas mayores mujeres; Cristo Rey en Catarmarca y La Rioja donde se alojan 14 personas mayores mujeres y el tercero es San Antonio del pan de los Pobres, Sarmiento entre Belgrano y España, que aloja a 80 personas mayores mujeres. 

Otra realidad, que complica la posibilidad de que un adulto mayor viva en una casa de retiro, es los fondos con los que cuenta, los ingresos con los que puede contar cuando ya no es parte del sector productivo, y la cobertura médica que puede solventar. 

En la actualidad la jubilación mínima es $134.445, a lo que suma este mes una bono que será un pago único de 70 mil pesos, alcanzando así un monto de $204.445

Con estos ingresos, la necesidad de los adultos mayores de vivir en su casa (en caso de haberla alcanzando) con algunos de sus hijos o nietos como sostén económico, es para muchos la única salida. 

Abuelas que cuidan a las abuelas

En Salta, la realidad económica, la tradición y la concepción de la familia hace que muchas abuelas hoy estén a cargo de sus nietos y de los hijos ya abuelos también. 

Uno de estos casos, es el de Mabel, que ya transita un poco más allá de los 60. Si bien ya está jubilada como canillita, sigue trabajando en un local de venta de productos de temporada. Además de tómbolas, bingos y demás. Tiene tres hijos y una nieta de 20. “Hoy vengo de acompañar a mi nieta, a su primer día de clases. Va a ser enfermera”, le contó Mabel a El Tribuno, mientras charlaba con unas amigas en las bancas de la plaza 9 de Julio.

Mabel  vive con dos de sus hijos, y se encarga de cuidar a su madre. Es única hija y su mamá tiene 84 años. “Pero vive sola. No quiere que nadie viva con ella. Igual yo la voy a ver todos los días, le hago las compras, y veo que tenga la comida. Bueno, la acompaño pero no vivo con ella”, contó esta mujer, que aseguró que sus hijos “son de fierro”. 

“Los tres están siempre. Trabajan pero la mujer que ya vive sola y es la que me dio la nieta, siempre me está llamando. Y los dos varones que viven conmigo también están para arreglar lo que haga falta”, contó Angélica, mientras seguía tomando el fresco de la noche salteña, disfrutando de la charla con las amigas, antes de volver a casa. 
   
Lita Ortuño, tiene 79 años y si bien es de Salta, su lugar de residencia está en Buenos Aires, o al menos así le dice ella a sus hijos. 

Hace un año y medio que se vino de la ciudad porteña para arreglar la casa que fue de su madre y sus tías, y encantada por su tierra, no regresó todavía. “Mis hijos vinieron en el invierno del año pasado y ahora en el verano, para ver si ya me volvía pero no, todavía no puedo”, contó Lita que está en plena tarea con el albañil y acompañando a una de sus tías. 

“Mi tía ya tiene 97 años y vive sola acá, así que con la excusa de ver la casa y ayudarla con los arreglos me vine a Salta”, contó la mujer que se tomó la tarde para acompañar a hija menor en un par de compras en el paseo del parque San Martín. 

 

 

Lita también tiene tres hijos y varios nietos, pero en su caso sigue siendo muy independiente y le gusta la “visita”. 

“Sí ahora se van. Mañana por en la mañana parten a Buenos Aires, menos mal (dijo entre risas). Es que los chicos te dan vuelta la casa y una ya está grande. Te gusta ver en la tele tus programas favoritos, hacer la siesta, comer tranquila. Ya estoy en otra etapa de la vida”, confesó la mujer que reconoce sus gustos y el porqué prefiere solo la visita de los hijos y nietos y no la convivencia. 

Distinto es el caso de Angélica y Rodrigo. Angélica tiene 63 años y vive en Rosario de Lerma con uno de sus hijos y su nieto, Diego. 

“Ella es todo para mi, me crió y me sigue acompañando. Así que yo hago lo mismo”, confesó Rodrigo mientras compartía unos pochoclos con su abuela en la plaza 9 de Julio. 

Ambos se confesaron compañeros de siempre, y en esta ocasión aprovecharon la tarde para pasear en Salta. 

Angélica ya no trabaja, se encarga de ver la casa, donde vive con uno de sus hijos y su nieto. “Ellos se van a trabajar y yo me encargo de la comida, y las cosas de siempre: la ropa, la limpieza”, contó Angélica que disfruta de un estado de salud excelente, tanto que aprovecha las tardes para salir a caminar y acompañar a su nieto a los partidos de fútbol los fines de semana. “Ella me llevaba cuando era chico. Se encargaba de llevarme a los entrenamientos y buscarme. Así que ahora que juego bien, va a festejar los goles”, contó Rodrigo mirando a su abuela. 

 

 

 

 

 

 

Estas historias son las de los mejores momentos, los del disfrute de los abuelos, de sus recetas de cocina, de la alegría que portan con sus nietos, porque ya no tienen que corregir sino malcriar. 

Los mejores años. Pero también están las otras verdades, la que se viven en los hogares, donde los adultos mayores ya no reciben la visita de la familia, sino de los grupos solidarios que los acompañan, los hacen recordar las viejas épocas, escuchan sus historias y le sacan una sonrisa, que alegra lo que queda del camino.

 

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