En tiempos en donde las pantallas parecen que van ganando la batalla. Sentir el olor a un libro nuevo es una sensación única. Y lo mejor es ver a un niño inmerso en la lectura y luego intercambiando opiniones sobre lo que leyó. Eso ocurrió ayer durante los talleres de lectura y comprensión que se hicieron en lo que fue "La noche de las librerías", una actividad contemplada en el cierre del Abril Cultural.
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En tiempos en donde las pantallas parecen que van ganando la batalla. Sentir el olor a un libro nuevo es una sensación única. Y lo mejor es ver a un niño inmerso en la lectura y luego intercambiando opiniones sobre lo que leyó. Eso ocurrió ayer durante los talleres de lectura y comprensión que se hicieron en lo que fue "La noche de las librerías", una actividad contemplada en el cierre del Abril Cultural.
El Tribuno recorrió los salones de librería Rayuela, donde se realizaron las actividades. Graciela Toledo, una de las referentes de la librería dijo que la llenaba de alegría un encuentro cultural de este tipo. "La cultura no debe caducar. Estos talleres son un éxito", dijo.
En uno de los talleres estaba Candela. Una niña que se muestra muy segura a la hora de hablar. Se concentra, mira el micrófono y le cuenta al periodista que el último libro que leyó es Cien noches de cristal, de Tiffany Caligari. La pequeña de pelo lacio renegrido asegura que ella elige sola los textos que leerá.
Al instante interviene Samary. Y dice que su última lectura fue Vamos a calentar el sol. "Es la segunda parte de Mi planta de naranja lima", asegura. La pequeña, que no tiene más de 9 años, cuenta que empezó a leerlo en la escuela y que le gustó bastante, porque le pareció divertido.
Mirina es otra de las niñas que participa del taller de lectura. El último libro que leyó fue Matilda. Y mientras lo describe se viene a la memoria la película que tiene el mismo nombre. "Se trata de una niña que lee mucho y va a una escuela que tiene una directora muy mala. Tronchatoro se llama", dice la niña. No puede falta un clásico, Yoali cuenta que últimamente leyó El principito. Esa genial obra de Antoine de Saint-Exupéry. "Lo leí varias veces. En mi casa tenemos un mueble y en las noches agarro un libro de ahí para leer. En la escuela leo en las horas libres".
En la punta de la mesa estaba una mujer. Callada. Solo escuchaba las intervenciones de las niñas. Y al ser consultada contó que se llamaba Mariela y que estaba ahí acompañándolas a sus hijas. "Aman leer", dice con una sonrisa inmensa que le ilumina la cara. Al tiempo que cuenta que también leen libros virtuales. "En casa le medimos los tiempos en las pantallas. Nosotros incentivamos mucho la lectura. Cada libro es un mundo", repite.