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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Primero de mayo, Día del trabajador ¿De qué trabajador?

Martes, 30 de abril de 2024 01:02

El 1 de mayo se conmemora el Día del Trabajador. Esa jornada recuerda la represión de los obreros de la fábrica McCormick ocurrida en el año 1886, que lucharon por reivindicaciones sociales y laborales a favor de la clase trabajadora. Los hechos tuvieron lugar en la ciudad de Chicago donde cada año llegaban personas desocupadas de distintos lugares del país para conseguir un empleo que mejorara sus condiciones de vida. Fueron los inicios de este período histórico que conocemos como "capitalismo" en el que la jornada de 8 horas diarias era un emblema de lucha y casi una utopía.

Surge una pregunta. Dado que eso ocurrió en el sigo XIX ¿a qué trabajador alude hoy el Día Internacional del Trabajador? ¿Qué es lo que verdaderamente debemos tener en cuenta en esta fecha, ya recorriendo el siglo XXI? Está claro esa conmemoración debería ser universal y no solamente en términos geográficos. Es decir, debería incluir a todas aquellas personas que trabajan, que son muchas más que aquellas que tienen un empleo. El empleo, es decir el trabajo remunerado, es sólo una porción de la gran masa de individuos que crea valor. Pensar el trabajo desde esta perspectiva nos hace solidarios y conscientes de que somos una parte pequeña y concreta pero imprescindible de esa gran gelatina que es el esfuerzo humano orientado a crear bienes.

Dar al trabajo su verdadero significado y relevancia es, a la vez, liberarlo de responsabilidades que no le caben y de logros que en determinadas circunstancias le es imposible alcanzar. A veces cometemos el error de construir en nuestra mente una imagen de trabajo, o un prototipo de trabajador, y de juzgar la actividad de las personas clasificándolas según este patrón: ésta trabaja, este no lo hace. Solemos además incorporar a esa imagen un juicio de valor: como esta persona trabaja se merece lo que tiene. Si bien no está del todo errado el juicio, depende claramente de la idea que tengamos de lo que el trabajo es, y de lo que el trabajo no es.

Ejemplos. Pensemos en una frase que siempre escuchamos: "Yo trabajé durante toda mi vida adulta, en consecuencia merezco una gozar de una jubilación cuando me retire del mercado laboral." Si bien la afirmación es correcta en un sentido económico y ético, contiene un problema no resuelto. Al hablar de "mercado" se refiere a un tipo particular de trabajo; más específicamente al trabajo remunerado. Dicho de otra manera, alude al trabajo mercantil, al esfuerzo gastado por una persona –una parte del cual es recompensado con dinero–. El Censo de 2022, revelaba que sólo el 64% de la población adulta en argentina es "activa", es decir que tiene trabajo o lo busca activamente.

¿Qué hace el resto? Si se deja de lado a personas jubiladas y a las que están estudiando, quedan sin poder clasificarlas 3,4 millones. La enorme mayoría de esas personas "inactivas" son las llamadas "amas de casa", el 92% de las cuales son mujeres que lavan, cocinan, hacen las compras y cuidan, y que según las definiciones mercantiles de trabajo, no trabajan.

Las consecuencias que se derivan de esta definición son muy peligrosas. Pensemos en la afirmación que hacíamos más arriba: "Yo trabajé durante toda mi vida adulta, en consecuencia merezco una gozar de una jubilación cuando me retire del mercado laboral". Estas millones de mujeres no trabajaron y tampoco podrán retirarse de un mercado laboral al que nunca entraron. (En realidad, y para ser justos, estas mujeres no se retiran jamás: a lo largo de su vida siguen haciendo sus tareas domésticas y de cuidado; ni tampoco tienen vacaciones pagas ni fines de semana.)

Pero hay otro tema más sutil quizá  ¿Se cumple en Argentina que todas aquellas personas que trabajaron en el sentido mercantil del término tienen derecho a una jubilación? La respuesta es "no". El Censo 2022 muestra que el 43% de la población ocupada de la Argentina no aporta por su cuenta, ni le hacen aportes al sistema previsional. En términos muy simples hay casi 9 millones de personas ocupadas en la informalidad laboral. Esa población tampoco tendrá derecho a jubilarse cuando su fuerza de trabajo ya no tenga valor de mercado. La tasa de informalidad afecta al 33% de asalariadas y asalariados y al 60% de independientes. El 43% es un promedio entre esas dos cifras. Así que cuidado con aquellos discursos que pregonan el cuentapropismo como la solución al problema del trabajo y que hace de este grupo de trabajadoras y trabajadores héroes de un comics macabro.

Quizá a alguien se le ocurra pensar "por eso es necesaria la reforma laboral". Claro que se necesita una reforma laboral, pero centrada en los problemas que enfrenta el trabajo hoy en Salta, en Argentina y en el mundo. Una reforma laboral centrada en la inclusión de los sectores históricamente excluidos de los derechos que, justamente, se conmemoran los primeros de mayo de todos los años.

Si no es así, nos preguntamos ¿de qué sirve una fecha? Sería muy bueno pensar cómo podemos lograr más inclusión y no menos; cómo lograr más derechos y no menos; salarios más altos y no salarios más bajos. La fecha en sí carece de contenido si no nos invita a pensar en una sociedad con desafíos tales como el trabajo rutinario robotizado y en lo que será la sociedad del futuro.

Afortunadamente, hoy disponemos de mucha información que podemos usar para no cometer errores pasados. Podemos, por ejemplo, repasar la historia reciente para informarnos cómo nos fue en cada etapa de nuestra vida social. Para eso están los censos, las encuestas y la información de diverso tipo que como sociedad nos esforzamos en recolectar.

En 1988, previo a la asunción del presidente Menem a la presidencia de la República, la tasa de desocupación era del 5,7%. Un poco más de diez años después, en 2001, había alcanzado el pico del 18%, reforma laboral mediante. En 2011 fue del 6.7% y en 2023 cerró con el 5,7%. En plena crisis de 2001-2002 la tasa de informalidad laboral se había disparado, llegando a casi la mitad de la población ocupada. En Salta se rompió el techo del 60%. Buena parte de ese aumento se debió a que algunos miembros del hogar tradicionalmente inactivos salieron al mercado laboral a buscar ingresos con consecuencia del altísimo desempleo de jefas y jefes. La calidad del empleo se resintió sensiblemente.

En el año 1998, año en que comenzaba el declive de la Convertibilidad, el entonces ministro de Economía Roque Fernández reconocía que la flexibilización laboral implementada por el gobierno, había servido para legitimar abusos de empresarias y empresarios. La famosa frase "Se prostituyó una idea que era razonable" del entonces ministro, resumía con contundencia a lo que había llevado la implementación de, entre otras barbaridades, los "contratos de promoción", una forma legal autorizaba a las empresas a contratar empleados sin ningún derecho laboral.

Millones de mujeres trabajando 9 horas por día 7 días por semana, millones de personas trabajando por un pago que roza los umbrales de la pobreza y en condiciones laborales de alta inestabilidad, informalidad y precariedad, son "trabajadores". Particularmente a ese grupo de población hay que dirigir los esfuerzos. Como sucede en otros ámbitos de la vida, la cantidad ya no es suficiente. Si bien se deberían redoblar esfuerzos para mantener desocupación baja como la actual, es el momento de pensar en la calidad. Un salto de lo cuantitativo a lo cualitativo: incluir con derechos a grupos que trabajan y que permanecen ocultos tras un velo de "inactividad" puramente estadística, conservar el bajo desempleo y mejorar la calidad del empleo existente. Esa es la dirección, no la contraria.

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