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Su infancia le enseñó de valores y hoy trabaja por los niños

Desde pequeña, Itatí Ávalos recibió su alimento en un comedor donde aprendió a ayudar al prójimo.
Miércoles, 13 de marzo de 2024 01:00
ITATÍ ÁVALOS | PREPARANDO JUEGOS PARA COMPARTIR CON LOS NIÑOS.

Cuando la vocación de servicio se lleva en el alma y sale a la luz a través de pequeñas acciones, se hace inmenso el brillo que se comparte desde la calidez humana.

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Cuando la vocación de servicio se lleva en el alma y sale a la luz a través de pequeñas acciones, se hace inmenso el brillo que se comparte desde la calidez humana.

Destinada a la solidaridad, la vida de Noelia Itatí Ávalos se llena de emoción y satisfacciones al recordar cómo las enseñanzas de sus abuelos y padres fueron cimientos fundamentales para realizar su deber cotidiano, ese que cumple hoy colaborando con las personas que precisan ayuda.

Con una infancia llena de gratos momentos, compartió en su relato cómo a través del juego y de la asistencia a un espacio de contención ubicado en distrito El Chingo, tuvo su primer acercamiento a la labor social con tan solo doce años. "Mi niñez fue hermosa, con mis amigos asistíamos a un comedor en la iglesia San Francisco donde daban cena. Íbamos en grupo y nos servían la cena en mesones y luego volvíamos cada uno a su casa con la pancita llena", rememoró Itatí Ávalos. Los jóvenes del barrio se organizaban y celebraban el Día del Niño y Reyes. Pero mientras, los pequeños disfrutaban del compartir jugando. "Yo era feliz tomando mi chocolate con mignón", afirmó.

Los tiempos de la infancia son inolvidables en la vida de toda persona. En la historia de Ávalos, son sinónimos de risas y sana diversión. "Competíamos por premios. En los juegos del embolsado, carreras y baile. Después estaba el de llevar el huevo en la cuchara, morder la manzana y buscar el caramelo en el plato de harina", guarda en su memoria la referente vecinal.

CON SU ALIMENTO | PEQUEÑOS QUE RETIRAN Y DISFRUTAN SU RACIÓN DEL COMEDOR.

Como un juego del destino, la vida le demostraría que lo que ella elegía de niña se concretaría años después y con más fuerza. Por eso, desde ya tenía la mente puesta en hacer lo posible para lograr la alegría en los pequeños.

A pesar de su corta edad, ella sabía que en El Chingo la situación estaba marcada por la desigualdad social. Y aunque el panorama económico era complicado ya que su papá trabajaba en la construcción, mientras que su mamá limpiaba casas, ambos luchaban por el bienestar de la familia.

Ellos le inculcaron el amor y el respeto al prójimo. En tanto que de sus abuelos aprendió a dar sin esperar nada a cambio, sólo las bendiciones de Dios. "Fui al comedor del centro vecinal. Significaba mucho porque para nosotros recibir un plato de comida era una felicidad tremenda. Recuerdo siempre venir riendo con María, Nancy, Alicia y Cristina", dijo Ávalos orgullosa de haber recibido su porción nutritiva cuando la necesitaba. "Buscar el alimento en el merendero me enseñó a hacer lo mismo por otras personas. Cuando fui madre y me quedé sola con mi hijo me vine a un asentamiento", explicó.

SONRIENTES | JUNTO A LA NONA JACINTA DE QUIEN HEREDÓ EL SABER COCINAR.

Y es que pasaron los años y ya en Alto Comedero, la desalojaron. Sin dudas, esa etapa fue muy difícil pues sucedió en un día de lluvia y todas sus pertenencias se mojaron. Tuvo que vivir un año en las veredas de los vecinos hasta que consiguió -junto a otros residentes- que se le otorgue un terreno. Pero ahí no terminaba todo, porque aún desalojados, Ávalos y sus vecinos celebraron un Día del Niño en la calle.

"Eso no nos impidió organizarnos y cada vecino ponía un aporte para organizamos en el festejo. Los premios eran bolsas de golosinas y a mí me tocó competir por mi hijo en una carrera. Ya era gordita y todos pensaban que me iban a ganar. Pero no, yo debía ganar algo para mi hijo. Aún hoy en día mis amigas se acuerdan de ese día y que les gané así gordita como era", resaltó. "Había otras familias a las que debía ayudar y gracias a Dios, recibieron sus terrenos en las 30 Hectáreas", aseguró.

Como en aquél momento el intendente capitalino era Hugo Conde, había inaugurado obras cercanas al sector y supo de la situación de inmediato. "Él vio todo y dijo que nos ayudaría. Al día siguiente, fui a la Municipalidad y me dieron ollas, verduras y carne para cocinar. Y ahí empezó todo el hermoso trabajo social", contó en detalle. Los hechos volverían a demostrarle sobre la importancia de la solidaridad y el poder del trabajo conjunto. Con sus amigas realizó la coordinación de la labor, donde cada una colaboró con 5 pesos para las facturas y golosinas. "Nos donaban leche los negocios del barrio y el padre Mariano nos traía panes de la iglesia en ocasiones. Eso fue entre el año 2003 hasta el 2010 aproximadamente", comentó.

INFANCIA ADORADA | UN GRATO RECUERDO CON SUS PADRES Y HERMANOS.

La lección más linda que logró comprender fue que ayudar de corazón abre muchos caminos. "Nos unimos en una organización social y comenzamos con la merienda en el barrio", indicó Itatí Ávalos quien pasó por circunstancias que marcaron su vida desde diferentes perspectivas.

"Tuve problemas de depresión y los niños del comedor me hacían mensajes de amor y venían a mi casa, les hacía mate y cantaban. Eso me hacía bien. Luego, se me dio la posibilidad del merendero y al año, el comedor con la ayuda de una fundación. Eso terminó de sacarme de ese pozo donde me sentía", aseguró Ávalos cuya vida cambió a colores más bonitos.

Porque el servicio llena su alma de una manera que no tiene explicación; reúne fuerzas día a día con Roberto Palavecino para lograr un presente digno y un futuro promisorio para las familias del Sector B2, con la meta puesta en brindar en cada plato un poco de su corazón. Es así que para ella, realizar esta tarea solidaria es verdaderamente emocionante ya que no tiene precio ver la sonrisa en los niños durante cada actividad, sea almuerzo, merienda o cualquier celebración. "Esa carita de felicidad me lleva a mi niñez y a recordar el agradecimiento", comentó la referente de "Granito de Arena" que pide a Dios por la vida de todos sus comensales.

Y es que motivada por sembrar la semilla de amor al prójimo, anhela ser -el día de mañana- una abuela que busque su platito de comida en un comedor de alguno de los niños que cobija y sentirse orgullosa de que su labor haya dado frutos.