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¿Qué más vamos a pedirles?

Domingo, 14 de agosto de 2016 01:30
El colega Jorge Sapag apenas terminó el partido entre Brasil y Argentina en el Arena Carioca 1 se pregunto: "¿qué más vamos a pedirles a la Generación Dorada? Ya nada", se autorrespondio. Y tiene razón. Al básquet de alto nivel que despliega el equipo nacional le agrega garra y corazón. Con esta fórmula, en un clima totalmente adverso, pudo forzar dos suplementarios y terminó ganando 111 a 107.

Argentina enmudeció a miles de torcedores que coparon el estadio en un día ideal para estar en la playa de Copacabana con 28 grados y un sol radiante. Nocioni estuvo afilado desde afuera, Scola lucho siempre bajo las tablas, luego Campazzo comando la remontada y en la última jugada de la noche fue Ginóbili quien capturó un rebote, convirtiendo los dos tiros libres. El destino quiso que el mejor argentino de básquet de todos los tiempos, que no había tenido un buen partido, cerrara el trámite.

La victoria se potencia porque se venía de perder con Lituania y así se aseguró el pase a los cuartos.
El básquet argentino sigue dando que hablar e ilusiona. Los hinchas que llegaron a Río de Janeiro cantan y bailan por las inmediaciones de la cancha.

Ganar el oro es la gran sueño como en Atenas 2004 pero en realidad es que ya no le podemos pedir más a este grupo, con los últimos sobrevivientes de la Generación Dorada.

Clima olímpico dispar

Con casi 13.000 kilómetros cuadrados de superficie y 7.000.000 millones de habitantes, es una utopía pensar que Río de Janeiro este totalmente compenetrada en los Juegos Olímpicos. Hay sectores de la ciudad donde ni siquiera hay gigantografia que indique que se está llevando el acontecimiento deportivo más importante del mundo. En el centro, donde funcionan los bancos, financieras y las grandes multinacionales, la gente va y viene, siguiendo su vida cotidiana. Ni siquiera se observan a los voluntarios repartiendo folletería. Increíble. Es como si en Buenos Aires fueran los juegos -por cierto otra utopía- y en la zona circundante al Obelisco no se viera relacionado con las actividades.

Todo cambia en el parque olímpico, en barra de Tijuca, en las adyacencias al Maracaná o en Copacabana, donde se levantaron las canchas de voley playa en medio de la arena que separa al mar a la avenida Atlántica.
Allí sí se siente el clima olímpico, con los brasileños marcando la escena con sus remeras amarillas y a pura samba. Pero también los argentinos nos hacemos sentir y en un tercer escalafón se ubicarían los estadounidenses, entre las aficiones más seguidoras y "bullangueras" de esta cita.
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El colega Jorge Sapag apenas terminó el partido entre Brasil y Argentina en el Arena Carioca 1 se pregunto: "¿qué más vamos a pedirles a la Generación Dorada? Ya nada", se autorrespondio. Y tiene razón. Al básquet de alto nivel que despliega el equipo nacional le agrega garra y corazón. Con esta fórmula, en un clima totalmente adverso, pudo forzar dos suplementarios y terminó ganando 111 a 107.

Argentina enmudeció a miles de torcedores que coparon el estadio en un día ideal para estar en la playa de Copacabana con 28 grados y un sol radiante. Nocioni estuvo afilado desde afuera, Scola lucho siempre bajo las tablas, luego Campazzo comando la remontada y en la última jugada de la noche fue Ginóbili quien capturó un rebote, convirtiendo los dos tiros libres. El destino quiso que el mejor argentino de básquet de todos los tiempos, que no había tenido un buen partido, cerrara el trámite.

La victoria se potencia porque se venía de perder con Lituania y así se aseguró el pase a los cuartos.
El básquet argentino sigue dando que hablar e ilusiona. Los hinchas que llegaron a Río de Janeiro cantan y bailan por las inmediaciones de la cancha.

Ganar el oro es la gran sueño como en Atenas 2004 pero en realidad es que ya no le podemos pedir más a este grupo, con los últimos sobrevivientes de la Generación Dorada.

Clima olímpico dispar

Con casi 13.000 kilómetros cuadrados de superficie y 7.000.000 millones de habitantes, es una utopía pensar que Río de Janeiro este totalmente compenetrada en los Juegos Olímpicos. Hay sectores de la ciudad donde ni siquiera hay gigantografia que indique que se está llevando el acontecimiento deportivo más importante del mundo. En el centro, donde funcionan los bancos, financieras y las grandes multinacionales, la gente va y viene, siguiendo su vida cotidiana. Ni siquiera se observan a los voluntarios repartiendo folletería. Increíble. Es como si en Buenos Aires fueran los juegos -por cierto otra utopía- y en la zona circundante al Obelisco no se viera relacionado con las actividades.

Todo cambia en el parque olímpico, en barra de Tijuca, en las adyacencias al Maracaná o en Copacabana, donde se levantaron las canchas de voley playa en medio de la arena que separa al mar a la avenida Atlántica.
Allí sí se siente el clima olímpico, con los brasileños marcando la escena con sus remeras amarillas y a pura samba. Pero también los argentinos nos hacemos sentir y en un tercer escalafón se ubicarían los estadounidenses, entre las aficiones más seguidoras y "bullangueras" de esta cita.