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Laberintos humanos. La fruta rara

Domingo, 23 de abril de 2017 21:30

La ficción

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La ficción

 

 

 

Por Ricardo Dubín

 

 

 

El Puerco Gómez se me puso a la par y me saludó como si recién me viera, pero ya no llevaba en la mano esa fruta marrón con pintas verdes que, me había asegurado mientras me la mostraba de incógnito, le había crecido en la huerta. ¿Dónde puso esa fruta rara?, le pregunté.

Ante mi consulta inocente, el Puerco se llevó el índice a los labios y, con gesto desesperado, me hizo señas de que callara. No sea inconsciente, Dubin. Podemos tener problemas, me dijo. Algunos problemas tengo sin necesidad de callarme, le dije. Será, me dijo, pero no me involucre que tengo familia.

Yo le recordaba una tía mayor, pero en el pueblo se decía que era adoptado. De todos modos le hice caso y no hablé del tema hasta que él lo hizo, diciéndome al oído que debía tratarse de una droga. Hace unos días vi gente acampando en mi huerta y quien le dice, cuando los eché ya era tarde.

¿Usted cree que le plantaron drogas en la huerta?, le pregunté asombrado. Quién sabe, me respondió, pasan tantas cosas raras en estos tiempos. En cualquier momento aparecemos en los noticieros, denunciados como un cartel narcotraficante, y sólo por levantar frutas desconocidas, y no terminaba de decirlo cuando un tercero, que no reconocí porque llevaba gafas negras, chulo y piloto de detective, le arrebató la fruta, dejó en su mano un billete de diez euros y huyó corriendo.

¿No le dije?, me dijo y yo le dije que no sé si se la compró porque la conocía o porque él había dicho lo que dijo, que aunque intentara secretearlo, todo se sabe en pueblo chico.