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Laberintos humanos. Se dice de mí

Jueves, 06 de abril de 2017 18:02

La ficción

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La ficción


 

por Ricardo Dubín

 

 

Luego doña Aurelia dijo cosas sobre mí que acaso sean ciertas, pero que de todos modos son asunto mío, secreto al que tengo derecho por el hecho de ser el autor de esta columna, tras lo que nos aseguró que de joven fue más bonita de como la vemos. Armando aseguró que todos fuimos más lindos de jóvenes y algo de razón tenía.

Agua, que no era una niña aunque lo parecía al lado nuestro, le aseguró que lo seguía siendo, pero doña Aurelia se dio cuenta en el acto de que lo decía para que siguiera contando su historia. Cualquiera de estos dos mozos, dijo de todos modos, se hubiera peleado por mí cuarenta años atrás.

Tuve varios pretendientes, pero el que más me arrastró el ala fue el doctor Tosario Peñaloza, médico de esos de curar enfermedades, y pudimos habernos casado de no ser porque sabía medio sospechoso eso de que un curador letrado formara familia con una curandera de coca leer.

Lo que es el amor, dijo Agua pero Matías, que parecía estar pensando en otra cosa, agregó que acaso no fuera mal negocio. Si no cura la ciencia cura la paciencia, dijo como recurriendo a un dicho viejo que tal vez no lo haya dicho nadie, y además que nadie le había dicho que doña Aurelia fuera una mujer paciente.

Pacientes son los que se van a atender, sugirió Edmundo como si alguien se lo preguntara y Armando, que llevaba mucho tiempo callado, opinó que el ambiente académico no vería bien ese romance. El académico no sé, pero el brujeril me tenía cansada con tantos dimes y diretes, porque no se aceptaba que me pudiera unir a un médico.

 

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